lunes, 22 de enero de 2024

LA CONGELATRIZ DEL CHARLESTÓN-El poder heridor de las palabras

 I

Esta mañana hacía un frío insoportable. Mientras esperaba que llegara el coche de línea, todo a mi alrededor aparecía yerto: los árboles del jardín municipal; el pabellón con paredes de plástico que se encuentra delante del bar de la Rufi... Por la calle no se veía un alma; era como si el resto del paisanaje hubiera sucumbido por culpa del tiempo glacial...

II

Para desentumecer los miembros y no quedar convertida en un pasmarote helado, comencé a moverme sin detención ni sosiego. Levantaba un pie y después el otro; ejecutaba un meneíto por aquí y otro por allá. También empleé la fuerza mental: me figuré que una ola de bochorno procedente de Tombuctú invadía el pueblo y que las temperaturas, disparadas, comenzaban a subir... Pero, aun así, continué sintiéndome fría, fría, frigidísima; con la sensación de tener granizado de menta en vez de sangre circulando por las venas...     

III

En eso, y para completar mi malestar, el Policarpo, el tío más sarcástico del pueblo, asomó por una de las esquinas de la Casa Consistorial. Venía embutido en una pelliza con flecos y traía las manos metidas en los bolsillos. Se aproximó al lugar donde yo estaba; y, de manera inesperada, me soltó que al descubrirme arrecida y agitando las extremidades le había parecido la Congelatriz del Charlestón. Y servidora, que sabía que este individuo de todo el mundo se burlaba y a todos les ponía mote, se echó a temblar...    

Nieves Correas Cantos


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