sábado, 22 de diciembre de 2018

Sobre la veracidad de nuestros escritos


¿En qué momento creéis que se puede escribir mejor sobre la pasión? ¿Cuándo uno es libre o cuándo se está dominado por ella?
En su novela “La otra comedia”, Somerset Maugham narra como Julia, una actriz de  mediana edad, interpreta maravillosamente el papel de mujer enamorada. Pero cuando ella realmente es presa del amor (y se cree más capacitada para hacer el personaje), su actuación resulta fingida e incluso ridícula.
Y de esta obra me he acordado hoy, cuando he estado hablando con un amigo sobre la veracidad de nuestros textos. Él, que escribe como nadie sobre el dolor, me ha confesado que nada de lo que aparece en sus relatos es cierto. Y yo le he dicho que ya me lo imaginaba; que un sentimiento que puede expresarse de una manera tan convincente no puede (o no suele) ser verdadero.

Robustiana se sincera


Si no fuera porque iba a quedar fatal, antes de entrar a la ceremonia le pediría a los invitados que dejaran los teléfonos móviles dentro de una caja preparada al efecto. Y no es que pretenda preservar una exclusiva (faltaría más), sino que así podría relajarme ante la certeza de que mi imagen no iba a ser expuesta en la Internet.
Y además, está la cantidad de profesionales con los que parece necesario contar para que todo quede bien. Cada vez que me caso me encuentro con más. En mi primera boda, con la modista y la peluquera de toda la vida; un primo que me hizo las fotos; y otro que puso los discos en el convite tuve bastante. Pero ahora, no puedo prescindir de un vestido de tal firma; maquillador y estilista; fotógrafo; disc-jockey...
Sinceramente, mi presupuesto es muy limitado y no sé de dónde va a salir el dinero para tanto. Cada vez que contrato a un nuevo profesional, tengo que reducir en diez la lista de invitados. En este momento están seis a catorce. A este paso, al final quedaremos ellos y yo.

Las ganas de reincidir de mi amiga Robustiana


El mes que viene se casa Robustiana. Aunque es la cuarta vez que lo hace, está viviendo el momento con mucha intensidad; y al ser muy expansiva, nos está contagiando a todos su entusiasmo.
Como es cantante y compositora, Robus se ha costeado la grabación de un elepé. Con él piensa obsequiar a los invitados a la boda; y el regalo lo completará con unas cobijás en miniatura por ser ella vejeriega.
Yo voy a hacer la crónica del evento. Para mí es un honor y una responsabilidad. Intentaré cumplir el encargo con brillantez y sin cometer muchos yerros.
Ayer, para hablar del asunto, mi amiga y yo nos encontramos; y para entrar en materia con más facilidad, nos tomamos unas copitas de Aromas de Montserrat... 

Una lumbalgia


Tengo motivos para estar alegre y, sin embargo, me siento abatida. Hace unas semanas, cuando estaba a punto de realizar un proyecto muy ilusionante, una lumbalgia me lo impidió; y ahora, físicamente estoy bien, pero tengo el ánimo por los suelos.
Al principio parecía que mi cuerpo y mi mente habían dejado de tener relación. Si estaba acostada, por ejemplo, no podía reprimir el ímpetu y el deseo de actuar; pero, cuando ponía el pie en el suelo, me sentía morir. Era como si en mí concurrieran la fuerza absoluta y la incapacidad total. Por primera vez en mi vida percibía mi cuerpo como una cárcel.
Luego, poco a poco, fui mejorando y sintiéndome más capaz. Supongo que en algún momento del proceso cabeza y cuerpo concordarían, pero ahora vuelven a no armonizar. En este tiempo podría bailar un twist, pero mi inmovilidad psíquica me lo impide. Cuando salga de este bajón volveré.

Historia de un anillo


Cuando abrí el estuche y vi el anillo, pensé que jamás había tenido ante mis ojos una joya tan hermosa. Admiré su sencillez, y tuve la sensación de que era muy valiosa. 
Llena de amor, rodeé el cuello de mi novio con los brazos y le di un beso en la mejilla; después, me coloqué aquella preciosidad en el dedo anular de la mano izquierda y me pasé la tarde contemplándola.
A partir de ese día, lo único que veía por la calle eran manos de mujeres adornadas con sortijas. Y aunque algunas resplandecían más que la mía, ninguna la igualó nunca en belleza.
A diferencia de la alianza (que tiré por la ventana en la primera riña que tuve con mi cónyuge y que nunca pude recuperar), este anillo se me incrustó en el corazón y lo llevé siempre conmigo. Me inspiró las mejores ideas acerca del querer y fue testigo de un tiempo espléndido. 
Pero al cabo de algunos años, un día de invierno, el frío contrajo mis dedos y lo perdí. Entonces sentí abrirse el suelo bajo mis pies y ya nada fue lo mismo.

El calendario de mi cocina


Cada diciembre, en estos días, voy a determinada librería y me compro un calendario católico del año que está por llegar. Cuando lo tengo en la mano, lo primero que hago es mirar en que fecha cae la próxima Semana Santa; y luego, lo enrollo y lo dejo en un anaquel hasta que llegue el momento de colgarlo en la cocina.
Entonces, cuando penda en la pared, entre mi almanaque y yo se establecerá una interlocución que durará 365 días. Él me enterará de los tiempos litúrgicos y de las festividades religiosas y civiles; y yo le fiaré todo lo que he de hacer y a los lugares donde tengo que acudir.
Él se quejará de tanto redondel como pongo alrededor de sus días, de tantas notas y de tanto manchurrón. Y yo le diré que se calle, porque con quién va a interactuar mejor que conmigo...

Una mujer frugal


Mientras saborea un apio, Micaela mira una revista. En las páginas de la izquierda encuentra, perfectamente ilustrados, anuncios de manjares que nos incitan a atracarnos de comida en estas Fiestas. Y en las planas de la derecha, consejos para perder los kilos ganados con el atiborramiento anterior. Fechas de comidas pantagruélicas seguidas de días de ayuno... 
Evidentemente, Micaela se pone a reflexionar sobre lo absurdo del comportamiento humano; y esto ocurre cuando, después del apio, se come una naranja agria y alcanza el culmen del disfrute.
¿Cómo es posible que alrededor del adelgazamiento prospere una industria tan floreciente, se pregunta nuestra amiga? ¿no sabe la gente que, salvo que existan problemas de salud, la mejor manera de mantener el peso debido es aplicando el sentido común?
Y es que, en cuestiones de comida, Micaela es una descastada. En un país en el que todo se celebra comiendo y bebiendo, no se permite un extra jamás. Ya puede ser Nochebuena o Navidad; cumpleaños o santos, que ella siempre es parca en comer y abstemia. Y como sus sabores preferidos son el agrio y el amargo...

Volver


Cuando eres joven, te vas de los sitios y ni te pasa por la cabeza que alguna circunstancia te pueda impedir regresar. Pero ahora, de mayor, sientes que volver no va a depender sólo de tu voluntad, sino también de tu cuerpo. Por eso, cuando abandonas un lugar y le dices adiós a la gente que lo habita, lo mejor es no poner fecha al momento del reencuentro; o, en todo caso, condicionarla a que no surjan quebrantos de salud.
Y si el retorno lo piensas hacer en invierno y acompañado de alguien de tu quinta, conviene que te llenes de paciencia porque probablemente tus planes resulten fallidos; o, como mínimo, alterados.
En fin, amigos, que en esta etapa de nuestra vida, cuando no tenemos una cosa tenemos otra. Kempis acuñó la frase “El hombre propone, y Dios dispone”. De un dicho de Catón el Viejo salió el refrán “El hombre propone, y la mujer dispone”. Y una servidora va a incorporar al acervo cultural su propia ocurrencia: “Los viejos proponen y los achaques disponen”.

Bendita austeridad


Estoy viendo en la televisión masas de gente bullendo en las calles. El locutor explica que se celebra el no sé qué; y yo, que no entiendo las palabras en extranjero que ha pronunciado, sigo escuchando. Me entero de que lo que se festeja es el consumismo y que se preven cifras récords de ventas ¡y todo esto en vísperas de Navidad! me digo.
Y es que , dejando aparte lo ridículo y lamentable que resulta adoptar costumbres foráneas (y más si son de este jaez), yo me pregunto qué compra la gente y con qué. Porque admito que si necesitas algo, aproveches una oferta para conseguirlo; pero este afán por comprar y comprar me parece funesto.
El comercio se lucrará hoy, pero también lo hará en enero, febrero, marzo, abril... En cuanto pase Epifanía, una legión de terrícolas volverán  a sentirse vacíos e insatisfechos y comprarán a porrillo en Las Rebajas.