jueves, 29 de diciembre de 2022

TONTO POR UN DÍA

 Cuando de joven, en mi pueblo, me nombraron Mozo Lumbrera, me hicieron la pascua. Quiero decir que la citada designación, lejos de beneficiarme, me perjudicó. Como soy un maniático, en el momento en el que me sentí investido de prestigio intelectual, dejé de ser yo y me convertí en un esclavo de mi reputación; un horrible yugo del que nunca he conseguido liberarme...

Ahora, en los instantes en que mi fama de hombre sapiente me atenaza, pienso en que, a mí, lo que me gustaría es ser tonto por un día. Despojarme de mi sesudez y dedicarme a hacer y decir simplezas durante toda una jornada. Y después de esa fecha, continuar desbarrando de vez en cuando, sin que me importara de ningún modo la opinión de los demás... 

Nieves Correas Cantos

LA CHICA YOYÓ

 Cuando le digo a mi nieta de veintidós meses que es una chica yeyé, ella, para contrariarme, declara que yoyó. Mi menda, haciendo grandes aspavientos, le expresa que no es yoyó, sino yeyé. Pero la pequeñita insiste que yoyó; y servidora, fingiendo furor, reitera que yeyé...

En este punto de la pendencia, ambas nos ponemos a cantar la tonadilla que tan bien interpretó Conchita Velasco mientras nos movemos al compás; y mi consuegra, que ha asistido divertida a todo el espectáculo, se une al jolgorio...

Nieves Correas Cantos

DE TINTES Y REVISTAS DE PAPEL CUCHÉ

 ¡Al fin lo he hecho! Me refiero a teñirme el pelo. Lo venía posponiendo porque me daba una pereza tremenda; pero, hace un rato, me he armado de valor y he procedido. 

Como ocurre siempre, el tinte ha mejorado mi apariencia y mi estado emocional. Entre la mujer que veía reflejada en el espejo antes del entintado capilar y la que contemplo ahora media un abismo. La fémina actual parece tener veinte años menos que la otra y mucha más disposición.

Y así, colorida y exultante, ya sólo me falta zambullirme en el cotilleo de las revistas merculinas para alcanzar un estado que se asemeje bastante a esa cosa que llaman contento. ¡A sumergirme voy! 

Nieves Correas Cantos

LA DESMESURA – Crónica de una función

 Lo mío no fue sandez, sino sarcasmo. Ironía para digerir un panorama que se me antojaba desolador. Espectáculo donde la desmesura alcanzaba lo grotesco...

Luego me arrepentí. Desaparecido el rubor provocado por tal exceso, lamenté  haberme burlado con tanta crueza de semejante situación. Después de todo, sólo se trataba de un concierto en el que el cancionista (un gran músico pese a todo) derrochaba romanticismo y en el que sus fanes le correspondían enardecidos...

Nieves Correas Cantos

NOSTALGIA POR UNA AFICIÓN PERDIDA

 La pandemia me ha quitado las ganas de ir al cine. Antes de que llegara la plaga, acudía a las salas de estreno al menos una vez a la semana; pero después del azote no las he vuelto a pisar.

Películas sigo viendo muchas; mas son de las que tengo en casa o de las que echan por televisión. Sin quererlo, a veces me pongo derrotista y pienso que la costumbre de sentarme ante una gran pantalla no la voy a retomar jamás. Tengo la impresión de que me he alejado demasiado de los cambios que se han producido en el mundo del celuloide y de que me va a ser imposible conseguir que sus novedades me resulten atractivas.

Sumida en la nostalgia por esa afición perdida recuerdo la primera vez que vi “Un tranvía llamado Deseo”. Fue en el Grand Cinema de una capital de provincia, cuando iniciaba la muchachez. Aunque ya había leído varias veces la obra de Tennessee Williams, no por ello los personajes dejaron de impactarme de una manera extraordinaria... En medio de la impiedad que se respiraba, siempre me conmovió la figura de Harold Mitchell por esperanzadora; ese amigo interpretado en el filme por Karl Malden...

Nieves Correas Cantos


DE BOTIJOS Y MOLLERAS

 Para preservar sus respectivos contenidos, ni el botijo ni la cabeza conviene tenerlos mucho tiempo al sol. Siempre que nos encontremos en un lugar donde éste dé de lleno, la alcazarra hay que guardarla debajo de un sombrajo; y la testa también. Aunque si el dueño del tiesto está moviéndose de una parte a otra, lo mejor que puede hacer es cubrirlo con un pañuelo moquero con cuatro nudos en las esquinas o con un sombrero de segador. Con cualquiera de las dos cosas, mocador o güito, logrará protegerse del astro.

Porque si no nos resguardamos y dejamos que el piporro y la sesera estén expuestos al rigor de la superestrella, el agua incluida en el primero y las ideas comprendidas en la segunda se calentarán hasta hacerse caldo y desaparecer; y luego pasa lo que pasa y se ve lo que se ve...

Nieves Correas Cantos

LA ESFINGE PUÑETERA – El juego de las palabras

 Por no ser nada comunicativa en el pueblo me decían “La Enigmática”; pero como a mí dicho epíteto no me satisfacía demasiado, me fui a ver a un renombrado apodador para que me sacara otro con más caché. El experto, un hombre muy leído y escribido, después de cobrarme cincuenta duros y de una intensa cavilación, me denominó “La Esfinge Puñetera” y con este alias me quedé. A mí el nuevo mote me gustaba ya que tenía reminiscencias literarias; y, también, porque al ser una muchacha tan reservada y nacida en un lugar llamado Puñeta, me caracterizaba de manera perfecta.

Asimismo apreciaba yo en el remoquete unas connotaciones siniestras que me divertían. Me refiero a que además de su significado primigenio, podía representarme ante los despreciables cotillas a modo de una fémina sibilina y fastidiosa que les ocultaba información... 

Nieves Correas Cantos


LA PRIMERA VEZ QUE OÍ “GEORGIA ON MY MIND”

 Admito que en un contexto de Semana Santa como el que estábamos, lo normal hubiera sido interpretar una saeta o cualquier otra música procesional; pero ese “Georgia on my mind” por el que se arrancó un trompetista de la banda local, aunque en un primer instante me descolocó, logró cautivarme.

Sucedió después de un acto religioso; cuando algunos nazarenos e instrumentistas entraron en el bar en el que nos encontrábamos mis amigas y yo con el propósito de esparcirse.

Para mí, escuchar por primera vez la canción de Hoagy Carmichael, y de una manera tan incongruente, resultó una experiencia vital muy honda. Conforme el solista ejecutaba la pieza, me fui liberando de convencionalismos cascarriosos hasta alcanzar el culmen del arrobamiento. Las notas esparcidas desdibujaron los límites de mi ortodoxia y la incoherencia que estaba viviendo trocó en genialidad... 

Este episodio de mi existencia lo recordé ayer mientras viajaba con unos amigos a Sitges. En el coche empezó a sonar “Georgia on my mind” y yo me retrotraje al momento que acabo de narrar... 

Nieves Correas Cantos


EL SEÑOR CARRACUCA Y LOS AFECTOS

 No sé quién fue Carracuca, pero eso no obsta para que lo miente en algunas ocasiones. Es una cuestión práctica: su alusión como término comparativo me permite descubrir con prontitud diferentes estados de ánimo. De esta manera, si un día me levanto pesimista y lo veo todo de una negrura semejante a la del hollín, pues digo que estoy más desmoralizada que Carracuca y la gente me entiende enseguida. También tiene una visión clara de mi situación cuando, después de un enorme porrazo, por ejemplo, manifiesto que me encuentro más descoyuntada que Carracuca; o más dislocada que este señor; o más desacoplá...

En la actualidad me siento muy muy desconcertada; mucho más que Carracuca, el ser que tanto renombro. El motivo de mi confusión es que un amigo entrañable ha comenzado a mostrarme desapego. De modo inesperado, evidencia que quiere alejarse de mí... No sé; mi comportamiento con él siempre ha sido impecable. Si lo suyo es veleidad, quizá en el momento en que quiera volver ya no se pueda recomponer la amistad; al menos no con el cariño que había antes...

Nieves Correas Cantos


MIENTRAS ME HAGO EL RODETE

 En este período de la vida cercano a la vejez, muchas veces flaqueo. Pero cuando mi ánimo mengua, una voz interior que identifico con la fuerza de voluntad me conmina a seguir adelante. Sin vaguedades me dice: ¡no te pares! Y yo no me detengo porque sé que si lo hago, ese será el principio del fin. Entonces, como me ocurre ahora, me pongo a escribir...


MIENTRAS ME HAGO EL RODETE

Yo no me peino con prontitud y de cualquier manera. ¡Qué va! En componer mis canas puedo tardar una eternidad...

Lo primero que hago es preparar los utensilios necesarios: el peine de marfil; la bacinilla de porcelana en la que lo sumerjo; un peinador de batista que coloco sobre mis hombros para guardar el vestido...

Después, me gusta pasar la peinilla mojada por mi pelo una vez y otra. Enroscármelo y elaborarme un moño; sujetarlo con horquillas... Disfruto mirándome en el espejo del tocador y viendo reflejados en él episodios de mi vida. Sucesos simples y rocambolescos. Incidentes que me hicieron reír y/o llorar...

A convertir el adecentamiento matutino en una ceremonia de gran importancia para el espíritu me enseñó mi abuela. Ella decía que era el momento de la jornada en el que solía venir el arrebato; la coyuntura ideal para hacer introspección y comprobar si uno está hueco por dentro...

Nieves Correas Cantos


LA CARIÁTIDE DEL MONTACARGAS--Mi metamorfosis en estatua

 El comportamiento que guardo dentro de los ascensores no ha variado con la pandemia. Exceptuando el uso de mascarillas cuando tocó, mi manera de actuar en estos habitáculos siempre ha sido la misma: la propia de una efigie.

Una figura que, consciente de la cantidad de efluvios ajenos que contiene el tabuco, apenas respira. Imagen detenida; con la boca cerrada a cal y canto y emitiendo extraños sonidos si algún compañero de viaje se empeña en platicar...

Mi transformación en estatua cada vez que cojo el cuchitril me reporta provechos insospechados. Hace poco, un vecino que es artista ganó un premio de fotografía retratándome de esta guisa. Con mi brazo levantado como si estuviera sosteniendo el techo del elevador, el camarógrafo tiró la instantánea y la tituló “La cariátide del montacargas”... 

Es evidente que después del galardón he adquirido cierta fama; y también que todo el mundo me conoce por el apelativo con el que me llamó el virtuoso de la escalera. 

Nieves Correas Cantos


DE ASEADOS Y MARRANOS

 La COVID-19 no ha modificado mi aprensión. Era escrupulosa en el tiempo previo a la pandemia y lo sigo siendo ahora. Mi celo se refleja en la necesidad que tengo de lavarme las manos varias veces al día. Pero no en jabonármelas al tuntún, ni tampoco respondiendo a un deseo irresistible y continuo de purificación como si fuera una obsesa... No; yo siempre me limpio las palmas con orden y concierto. Cuando mi conocimiento de la higiene me impulsa a ello... 

En este valle de lágrimas y en lo que se refiere a tal asunto he visto de todo. Garras desolladas de tanto restregarlas y extremidades mugrientas; seres aseados y adoradores de la guarrería; delicia y asquerosidad...

Hace años, una mañana en la que el metro iba repleto de personal, observé un hecho que me impactó. Se trataba de un hombre que después de haber llevado la mano puesta en la barra en la que se agarraban centenares de dedos, se la introdujo en la boca y comenzó a hurgarse los dientes... ¡Y luego se la sacó y la volvió a situar en la barra! ¡Y enseguida a la boca de nuevo! En fin, que en cuestiones de aseo hay gente pa tó...

Nieves Correas Cantos


LA VIDA SIN INCUMBENCIAS

 En la vida es bueno tener cometidos; incumbencias que cumplir. Levantarte por la mañana y saber adonde ir. Sostener obligaciones que por un lado pueden agobiar; y, por otro, dar sentido a la existencia...

Yo, por ejemplo, antes tenía una misión que ejecutar y era muy feliz. Sin que nadie me hubiera dado atribuciones para ello, cada día me apostaba en la encrucijada de caminos que hay a las afueras de mi pueblo y me dedicaba a mostrar la ruta a todo viajero que anduviera despistado. Me convertía en una espacie de mojón parlante, como si dijéramos...

He de manifestar que el oficio de orientador caminero me hacía sentir útil y poderoso a la vez. Gozaba de la posibilidad de ayudar a los transeúntes y/o de ser su peor pesadilla. Dependía de mi voluntad que llegaran a su destino o que acabaran en el extremo opuesto...

Mas llegaron los móviles y mi época maravillosa terminó. Con los teléfonos mostrando los itinerarios con todo detalle, ya no hacía falta mi concurso. Al principio continué yendo a la intersección; no obstante, como los coches no se detenían, pronto desistí...

Entonces, sin cargos que me hicieran experimentar que alguien me necesitaba, me entregué a vegetar. Me convertí en una planta que veía pasar el tiempo a través de la ventana. Y así estuve hasta que harto de languidecer... ¡me inventé un nuevo compromiso! 

Nieves Correas Cantos