Cuando de joven, en mi pueblo, me nombraron Mozo Lumbrera, me hicieron la pascua. Quiero decir que la citada designación, lejos de beneficiarme, me perjudicó. Como soy un maniático, en el momento en el que me sentí investido de prestigio intelectual, dejé de ser yo y me convertí en un esclavo de mi reputación; un horrible yugo del que nunca he conseguido liberarme...
Ahora, en los instantes en que mi fama de hombre sapiente me atenaza, pienso en que, a mí, lo que me gustaría es ser tonto por un día. Despojarme de mi sesudez y dedicarme a hacer y decir simplezas durante toda una jornada. Y después de esa fecha, continuar desbarrando de vez en cuando, sin que me importara de ningún modo la opinión de los demás...
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