Anoche empecé a encontrarme mal, y por momentos fui encontrándome peor. Sabía que algo indefinido se había apoderado de mí, y el miedo comenzó a atenazarme.
Las manos y los antebrazos se movían por su cuenta, fuera del control de mi voluntad; y la sensación de que la carne acorchada se me despegaba de los huesos precedió a los espasmos generalizados.
Mi cuerpo iba por un lado y yo por otro; y un sudor frio me empapó.
Los azulejos de las paredes empezaron a moverse en un vaivén alucinador; y la agitación y el pánico me obligaron a gritar... Entonces me desperté.