domingo, 19 de marzo de 2017

El vaivén de los azulejos


Anoche empecé a encontrarme mal, y por momentos fui encontrándome peor. Sabía que algo indefinido se había apoderado de mí, y el miedo comenzó a atenazarme.
Las manos y los antebrazos se movían por su cuenta, fuera del control de mi voluntad; y la sensación de que la carne acorchada se me despegaba de los huesos precedió a los espasmos generalizados.
Mi cuerpo iba por un lado y yo por otro; y un sudor frio me empapó.
Los azulejos de las paredes empezaron a moverse en un vaivén alucinador; y la agitación y el pánico me obligaron a gritar... Entonces me desperté.

Viendo soplar vidrio en Murano


El gran P., en su escrito de hoy, nos habla de una relación sexual esporádica. Lo hace en primera persona, y ni se molesta en aclarar si la historia es real o ficticia. Hace bien: no lo necesita; su reputación no va a sufrir merma.
En cambio, me pregunto cuántas de nosotras nos atreveríamos a hablar de un tema similar con el mismo desparpajo. ¿Seríamos capaces de despojarnos de nuestra condición de maduras respetables? Me imagino que empezaríamos la historia aclarando que todo era fruto de nuestra imaginación; y por supuesto, el hecho lo contaríamos en tercera persona.
Y aún así, por escribir de semejantes cosas, pasaríamos a la situación de sospechosas en la mente de toda persona prejuiciada que anduviese por aquí. 

domingo, 12 de marzo de 2017

Proposiciones deshonestas


Por los años de 1970, yendo hacia Madrid con una amiga, tuve una experiencia que me dejó pasmada.
Ocurrió que, en determinada estación, una mujer subió al tren y entró en nuestro compartimento. Era delgada, vestía pantalones y llevaba un corte de pelo a lo garçon. Ocupó su asiento y se comió dos cruasanes en un santiamén; y en algún momento de este proceso, yo me apercibí de que esta viajera quería ligar conmigo.
Comencé a sentirme incomoda y, discretamente, comuniqué a mi amiga mis sospechas; pero como ella no captaba esos efluvios de atracción sexual, no le pareció que aquello fuera real y lo achacó todo a mi imaginación.
Poco después, cuando mi compañera de viaje desapareció para ir al servicio, la viajera   misteriosa me mostró una revista con fotografías de mujeres en actitud inequívoca y me preguntó si me interesaba. Apresuradamente y con aturullamiento le contesté que no; y en eso llegó mi amiga.
Dado que hasta entonces nadie me había hecho proposiciones de una manera tan explícita, aquel suceso lo viví como algo extraordinario; e incluso hoy me cuesta recordarlo sin asombro.

El registro de nuestra vida


Por razones de seguridad, en el edificio han puesto videovigilancia. En el vestíbulo, un cartel advierte a los vecinos de que están siendo observados; pero como éstos aún no han tomado conciencia del hecho, exponen su intimidad.
Y así, fulano abrirá su correspondencia en el ascensor y pondrá a la vista el estado de su cuenta corriente y los resultados de sus pruebas médicas; mengana se bajará la ropa interior de raso para comprobar si ha empezado a menstruar; el presumido de zutano se remangará, mostrará los bíceps y le dirá al espejo lo machote que es; y la viuda perengana abrirá su bolsa de El Corte Inglés y pasará revista a lo que ha comprado y al correspondiente tique.
Y mientras, encima de sus cabezas, el artefacto diabólico seguirá graba que te graba.