sábado, 22 de octubre de 2016

Peligros callejeros


¿Son imaginaciones mías o la gente va realmente atropellándote por la calle?
¿Son las personas educadas una especie en extinción?
¿Por qué hay quien piensa que los buenos modales son propios de siervos y no de príncipes?
¿Me estaré convirtiendo en una vieja intransigente y cascarrabias?
No lo sé. Pero lo cierto es que cada día, so pena de que me arrollen, debo ceder el paso a ejecutivos agresivos; hombres y mujeres en la flor de la vida; muchachos que podrían ser mis nietos...
Cuando me cruzo con un grupo, en el semblante de alguno de sus componentes veo dibujada la vergüenza que siente por no dejarme pasar. Pero, ¿qué pasaría si lo hiciera? ¿Se significaría? ¿Parecería débil? ¿Quedaría descolgado del resto de la manada?
¿Y qué decir de los perros que te olisquean y te lamen ante la pasividad más absoluta de sus dueños?
¿Y de los monopatines que te ponen histérica rulando detrás de ti, y que te dejan sin tobillos como te descuides?
Insisto: hay gente con maneras principescas, pero los maleducados pululan por doquier.
                          

sábado, 8 de octubre de 2016

La perfecta casada y su pequeño desliz


Cuando Julia se casó, selló su corazón a otros quereres y lo mantuvo hermético durante años. Pero hete aquí que un día, cruzó la mirada con un otoñal de muy buen ver y quedó prendada.
El hecho ocurrió en una clase de cinema; y en los días sucesivos, mientras el profesor hablaba de planos medios y primeros planos, nuestra protagonista y el galán se entregaron con ahínco al coqueteo.
Julia se sentía cual una veinteañera rediviva; y por primera vez en años, volvió a experimentar el ardor.
Pero como era una mujer de fuertes convicciones y muy disciplinada, enseguida recuperó la sensatez y el asunto no pasó de un simple tonteo.
Muy en su papel de perfecta casada, nuestra amiga acudió a confesarse; y luego, se dio de baja en las clases de cinema.

Cielito Lindo


Mi primo Juan era alto y fuerte; y siempre llevaba las mangas de la camisa remangadas.
Mi primo Juan era bueno y generoso; y todo el mundo lo quería.
Mi primo Juan tenía un vozarrón; y era aficionado a las rancheras.
Cuando murió mi primo Juan, sus cenizas fueron depositadas debajo de un olivo. Y desde entonces, cada cinco de agosto por la noche, sus amigos nos reunimos allí y le cantamos “Cielito Lindo”.