sábado, 27 de mayo de 2017

Mi talismán


Aquellos tacones de aguja eran de color azul marino y con la puntera descubierta; y en cuanto los vi expuestos en el escaparate, supe que tenían poderes mágicos. Entré en la tienda y los compré; y, nomás ponérmelos, comencé a experimentar sus virtudes. De tan ligeros que eran parecía que no llevara nada en los pies; y sin que interviniera mi voluntad en el proceso, me erguí y anduve con más soltura.
Advertí que, desde lo alto de mis tacones, el mundo se veía con otra perspectiva; y, por primera vez en mi vida, me sentí poderosa y con glamour.
Más tarde comprobé que el efecto se multiplicaba si me los ponía con un determinado vestido de vichy; y así lo hice.

El vocablo nomás es un guiño dirigido a los lectores americanos; a ellos les dedico este escrito.

Esnobs culturales


Estaba tan harta de las tonterías de un esnob cultural que un día decidí darle un escarmiento. Le dije que había visitado París, y le envié por correo electrónico tres “maravillas” firmadas por tres vacas sagradas.
Supuestamente se trataba de un vestido de alta costura expuesto en un escaparate del Faubourg Saint-Honoré; un cuadro impresionista colgado en el Musée d'Orsay; y una frase grabada en el frontispicio de la Bibliothèque Nationale. Pero en realidad eran un viso que guardaba en mi armario; una pintura hecha por un artista de poca monta; y el siguiente reclamo para anunciar colchones: “Al día le sigue la noche”.
Bien; pues esto ocurrió hace quince días, y el gran esnob todavía está en éxtasis.

sábado, 6 de mayo de 2017

La Primera Comunión


¡Pobre Luisa! Tanto tiempo esperando la Primera Comunión de su nieta, y el día del evento un percance malogró todos sus planes.
Ocurrió durante el desayuno; cuando masticaba su habitual pan y chocolate. De pronto notó algo duro dentro del bolo, y cuando lo sacó de la boca para ver de qué se trataba, se encontró con un pedazo de diente. Lo primero que pensó fue que podía provenir del panadero que había amasado el pan que se estaba comiendo; pero en cuanto pasó la lengua por su encía, tomó conciencia de la tragedia: se le había roto un incisivo.
Se miró en el espejo y vio reflejada en él una mella grande y oscura; sintió como por ella se le escapaba toda la seguridad que tenía en sí misma y se quedaba sin protección ni defensa.
Inmediatamente pensó en posibles soluciones para disimular el destrozo y no fallarle a su nieta. Podía no despegar los labios en toda la celebración; hacerse una funda con tela blanca almidonada... Pero finalmente desistió: las piernas le temblaban demasiado y se estaba quedando sin fuerzas.    

De Skopje a Barcelona por la pantalla del móvil


Quizá, a los que utilicéis asiduamente los adelantos tecnológicos, estas líneas os parecerán de escaso interés. Pero a mí, que las estoy escribiendo con papel y lápiz, el descubrimiento del que os voy a hablar me fascinó y me llenó de angustia.
Ocurrió en el aeropuerto de El Prat mientras esperaba a un allegado que volvía de Skopje, la capital de Macedonia; y fue que advertí que podía seguir la trayectoria del avión que lo traía en la pantalla del móvil. Lo vi sobrevolar Italia, y más tarde entrar en el Mediterráneo; y cuando surcaba el cielo, al norte de Las Baleares, me dio por pensar: ¿y si esta linea verde que estoy viendo se interrumpiera de pronto y desapareciera junto al avioncito del mismo color? ¡Jesús, qué escalofrío me dio! Dejé de mirar el teléfono porque me estaba poniendo de un histérico...

martes, 2 de mayo de 2017

Dardos envenenados


Hoy me he levantado con muy mala leche. Tengo ganas de arrojar unos cuantos dardos envenenados porque hay cosas que me indignan; bueno, más que indignarme, me dan pena y me parecen lamentables... Pero no los voy a lanzar: por nada del mundo quisiera que se sintieran aludidas personas que nada tienen que ver con la cuestión.
Está lloviendo en Barcelona. No apetece salir, pero mi espíritu necesita mejora. Voy a preparar unos bocadillos de huevos duros y vamos a subir a Montserrat...

Un runrún en la conciencia


La conciencia tranquila es lo mejor que podemos tener. Se puede disfrutar de bonanzas varias, pero la paz y el sosiego que te produce el haberte comportado adecuadamente con tus mayores no se puede comparar con nada.
Ya sé que es más fácil hablar que actuar; que hay situaciones muy duras que se prolongan indefinidamente; y que no todos tenemos madera de héroes o santos. Pero cumplir con el deber ha de ser una prioridad en nuestra vida.
Tiene que ser horrible vivir con remordimientos. No poder remediar el daño hecho debe de ser como tener un runrún en la conciencia por los siglos de los siglos.
Claro que, para que todo esto ocurra, hay que tener conciencia.
Hoy me ha dado por escribir un texto moralista... ¡qué le vamos a hacer!

Renacuajos y huevos duros / San Marcos-1960


A mi hermana Hortensia

Hoy, todos los habitantes del pueblo se irán de merienda al campo. Pero no al campo que empieza donde termina la calle, sino un poco más lejos. Llevarán en sus cestas de mimbre hornazos y huevos duros; e irán provistos de mantas viejas para poder sentarse en tan agreste lugar.
Yo tengo siete años, y estoy la mar de guapa con  mi pañoleta, mi faldellín de colores y mis zapatillas rojas. Dentro de un rato experimentaré una simpar sensación: sumergiré mis zapatillas en una charca llena de renacuajos; y cuando estén rebosantes   de agua, introduciré muy despacio los pies en ellas para que las larvas me hagan cosquillas. También esclafaré huevos en las cabezas de mis amigas y ellas lo harán en la mía; y nos embadurnaremos con las yemas caras y cuellos.
Los mayores hablarán de sus cosas, no nos perderán de vista y dispondrán la merienda; y los jóvenes, por ahí...

Día de Sant Jordi


Barcelona es una ciudad preciosa; y hoy, llena de flores y libros, lo es mucho más. José me regalará una rosa, y hará lo mismo con nuestra hija; y ésta nos dará libros a los dos. Yo, como voy por libre y compro libros con mucha frecuencia (ellos también lo hacen), no le regalaré nada a nadie, pero disfrutaré y me emocionaré con lo que me caiga.
Hoy es probable que los recuerdos me suman en la nostalgia. Mis padres eran amantes de esta costumbre; y cuando se jubilaron, no dejaron de ir ni una vez a Las Ramblas a pasear y a hacerse mutuos regalos.