Aquellos tacones de aguja eran de color azul marino y con la puntera descubierta; y en cuanto los vi expuestos en el escaparate, supe que tenían poderes mágicos. Entré en la tienda y los compré; y, nomás ponérmelos, comencé a experimentar sus virtudes. De tan ligeros que eran parecía que no llevara nada en los pies; y sin que interviniera mi voluntad en el proceso, me erguí y anduve con más soltura.
Advertí que, desde lo alto de mis tacones, el mundo se veía con otra perspectiva; y, por primera vez en mi vida, me sentí poderosa y con glamour.
Más tarde comprobé que el efecto se multiplicaba si me los ponía con un determinado vestido de vichy; y así lo hice.
El vocablo nomás es un guiño dirigido a los lectores americanos; a ellos les dedico este escrito.