Por los años de 1960, en mi pueblo, vivía una mujer adelantada a su época. El rodillo de cocina, por ejemplo, además de para estirar la masa de las madalenas, ella lo utilizaba para frotar el pompis de sus hijas. Lo hacía con la finalidad de reducírselos de tamaño, porque las pobres lo tenían descomunal. Esto era debido a la complexión tan particular que tenían y a que se atiborraban de comida y de jarabe Calcio 20.
Y no eran las únicas porque, en aquella época, se conoce que para resarcirse de las penurias de la posguerra, los padres atracaban de comida a sus hijos; y estar gordo y atocinado era señal de buena salud.