Mientras le quito la piel a un kiwi y me lo como, me acuerdo de cuando Tony Leblanc hizo lo mismo con una manzana en un programa de televisión. Tengo en la mente que fue una actuación genial... Debió de suceder en la década de los setenta del siglo pasado; probablemente en la segunda mitad.
Se me ocurre que yo podría describir el proceso de mondar una naranja; una operación con pocas fases porque soy capaz de quitarle la monda de una tacada. Aunque en esta habilidad siempre me ha ganado un muchacho del pueblo que se llama Damasceno. ¡Él sí que es un artista! Se saca del bolsillo una navaja cabritera que heredó de un abuelo matarife y en un plis plas convierte la corteza de la fruta en la más bella serpentina. Y después, para completar el espectáculo, desenrolla la tira de piel y se la cuelga de una oreja. ¡Qué grande es mi amigo! Como es coplero, a veces me canta “Tatuaje” de una manera tan sentida que me hace llorar de la emoción.