domingo, 18 de junio de 2017

Doña Elvira y doña Sol


Las hijas de la viuda Catalina se llamaban doña Elvira y doña Sol.
Doña Elvira era el prototipo de la femineidad, según se entendía entonces. Su piel parecía de nácar y tenía el pelo ensortijado; y, con su natural dócil y apacible, reunía las máximas cualidades que en aquellos tiempos se le solían exigir a una mujer. En el internado monjil donde había estudiado se había conformado con aprender piano y cómo comportarse en sociedad; y en cuanto alcanzó la edad núbil, se casó y empezó a procrear. Era la hija predilecta de la madre.
Doña Sol era la antítesis de su hermana doña Elvira. Poseedora de unas facciones asimétricas y de un pelo liso, su físico era difícil de catalogar. En el colegio hizo la enseñanza secundaria; y luego, impelida por sus inquietudes y el ascendiente del difunto veterinario, se trasladó a Madrid y se licenció en Filosofía. En el tiempo que nos ocupa, la susodicha trabajaba como historiadora colaborando con varias revistas del ramo; tenía treinta años; y estaba soltera y sin compromiso.

Una visita de cumplimiento


Don Guzmán decidió visitar a la viuda de su antecesor para presentarle sus respetos; pero antes, para no cogerla desprevenida ( y tal como establecía la costumbre) le envió a un propio con el recado.
Enterada la viuda Catalina de las intenciones de don Guzmán, apartó los pensamientos fúnebres de su psique y se dispuso a preparar la visita. Ordenó a la fiel Eufemia que bruñera la plata y que descubriera los espejos velados; y ella, como aportación personal a la empresa, se puso en la cara dos capas de crema Pond's.
Luego, sentada en la mecedora, comenzó a pensar en sus dos hijas...

La llegada de don Guzmán


Por los años de 1950, el veterinario titular de Mentiras a Porrillo cayó fulminado por un rayo; y para reemplazarlo, el Ministerio envió a don Guzmán.
El susodicho era treintañero, desgarbado y soltero; y esta última condición le supuso ser invitado a merendar a varias casas.
Dos solteronas sintieron renacer la ilusión: una lo llevó a visitar sus fincas en un cabriolé; y la otra le empezó a hacer un jersey.
El veterinario, apabullado con tanto mimo y halago, correspondió a todo el mundo con educación; pero no todo el mundo aceptó de buen grado lo que el hado había dispuesto...

sábado, 10 de junio de 2017

Lo más chic


Este escrito versa sobre mondadientes. Las primeras líneas del mismo las publiqué en un comentario de agradecimiento que le hice a una amiga, pero el resto me lo guardé porque no estaba segura del resultado. Ahora lo expongo entero; pero eso sí, os aconsejo que después de leerlo os sumerjáis en un texto lírico de J., o en uno filosófico de E..

Lo más chic

Me he quedado sin hilo dental; y mientras me acicalo para ir a clase de Arte, pienso en la época en que los hombres utilizaban palillos para mondar sus dientes. ¡Qué elegante y distinguido era aquello!
Incluso algunos, mientras escarbaban con una mano, ponían la otra delante de la boca a modo de parapeto, para evitar impactos no deseados en la cara del compañero de mesa. Éstos eran los más chics.

Esos momentos inevitables y sin luz


Quería tanto a mis padres que, si sus muertes no me hubieran encontrado mentalizada, me hubiera muerto con ellos.

Esos momentos inevitables y sin luz

Sabía que no podía impedir que llegaran esos momentos; y me daban tanto miedo, que envidiaba a las personas que ya habían pasado por ellos. Me fui preparando durante años; y, cuando los momentos vinieron, me refugié en la escritura.
En ella permanecí abstraída y aislada de los hechos que me causaban tanto dolor. Y luego, poco a poco, fui abriendo resquicios por donde se fueron colando retazos de la realidad; y al final, me pude enfrentar a ésta sin desmoronarme.

Indiferencia y desdén – Mujeres menospreciadas


Milagros, una mujer de mi quinta y de mi entorno, ha decidido separarse. Su cónyuge entra en la categoría de lo que la gente juzga “un buen marido”, pero mi amiga no puede más. Está harta de que el susodicho no la mire; no la escuche; la ningunee; no la considere digna de atención... 
No cabe duda de que mantener el entusiasmo después de cuarenta años de convivencia es prácticamente imposible; pero de eso a convertir el matrimonio en un páramo donde todo es indiferencia y desdén, hay un abismo.
A veces, mi amiga ha intentado infundir en su marido algún sentimiento o alguna emoción; pero no lo ha logrado. Este pobre hombre, en todo lo que atañe a ella, es  como una piedra berroqueña imposible de horadar.
El último acto de esta tragicomedia ocurrió hace unos días en un evento. Milagros, ansiosa de tener un recuerdo, le pidió al Indiferente que inmortalizara al grupo de amigas con su teléfono móvil. Y él, cual un vulgar patán, la dejó fuera del encuadre (estaba en un extremo) y Milagros no salió en la fotografía.

Cincuenta visitas y un piscolabis


Imaginad que una mujer vuelve a su pueblo después de muchos años; que en ese lugar tiene cincuenta primos hermanos; que todos son maravillosos y quieren agasajarla; que sólo tienen  unos días para hacerlo...

Cincuenta visitas y un piscolabis

Cuando viene alguien a mi casa le ofrezco un zumo o una fruta; y si me dice que no le apetece nada, lo acepto y no insisto. Indudablemente obro así porque creo que es el comportamiento más respetuoso con la persona que me visita; pero no todo el mundo piensa como yo.
Los hay que tienen un concepto decimonónico de la hospitalidad y no aprueban que te vayas de su casa sin tomar un piscolabis. En estos casos, por no desairarlos, a veces sucumbes. Pero no puedes claudicar cuando tienes pendientes cincuenta visitas y en todas las casas van a tener la misma pretensión...

La Primera Comunión de Candela


La Primera Comunión de Candela fue una buena ocasión para ponernos los perejiles y para que toda la familia se reuniera. 
La protagonista del acto se acercó a recibir el sacramento llena de nerviosismo y fervor; y abrumada con tanto besuqueo y agasajo, en cuanto pudo se zafó de los parientes y se puso a jugar con sus amigas.
Y en nosotros los mayores, la Primera Comunión de Candela tuvo un efecto catártico extraordinario. Todos fuimos capaces de olvidar antiguas rencillas; y todos, incluidos los cuñados, nos sentimos verdaderamente como hermanos.