I. Los porqués de don Ponciano
Don Ponciano Ramírez era esclarecedor de paradojas. Con gran perspicacia, indagaba sobre hechos aparentemente absurdos y descubría los motivos de que ocurrieran. A su casa acudían a consultarle personas que, por no conocer la naturaleza humana, creían que el mundo estaba al revés. Gente desmoralizada por tantos aconteceres ilógicos en busca de explicación; creaturas necesitadas de paciencia para poder seguir soportando el irracional estado de las cosas sin chistar...
II. Peras, bueyes y champán
A mí nunca me hicieron falta los consejos de don Ponciano porque soy una mujer de gran fortaleza y mucha penetración; pero cuando una noche lo conocí en un sarao, enseguida congeniamos. Me habló de un jacuzzi que le acababan de instalar en el patio; y, como yo le dijera que nunca había probado las cualidades del hidromasaje, me invitó a compartir un baño con él, su mujer y dos primas lejanas que estaban de visita. Fueron unas abluciones maravillosas en las que tomamos champán; escuchamos música barroca y discutimos sobre si la expresión “con estos bueyes hay que arar” podía complementar a la de “pedir peras al olmo”.