Salvo que ocurra algún cataclismo, yo cada día hago gimnasia. Inicié esta práctica en la adolescencia y verdaderamente me ha ido muy bien. Me ha servido para mantenerme delgada y ágil; y lo que es más importante, me ha permitido cultivar la voluntad.
Es cierto que el garbo y la celeridad con que la hacía antes no tiene nada que ver con el aire que le imprimo ahora; pero yo, al paso que sea, sigo.
También me gusta caminar por Barcelona; pero no a toda velocidad, sino relajadamente, disfrutando del paseo.
De vez en cuando giro la cabeza a un lado y al otro; adelante y atrás. Así evito que me duela la nuca cuando me lavan la cabeza en la peluquería o cuando me agacho a coger agua del grifo con la boca después de lavarme los dientes.