sábado, 23 de septiembre de 2017

Algunos días


Pues yo, ahora que han empezado los fríos, muchos días me levanto descoyuntada. Me duele todo y no tengo ganas de nada. Por primera vez en mi vida la pereza me invade. Busco excusas para no ir a clase porque lo que de verdad me apetece es meterme en la cama calentita, leer y escuchar la radio. Siento que ando de capa caída... 
Pero voy a ir a clase. Y lo voy a  hacer porque mientras estoy en ella no siento que la vejez se está apoderando de mí; me olvido de los miedos y las incertidumbres; noto que se excita mi curiosidad y mis ganas de aprender; me doy cuenta de que mi cabeza aún permanece joven...

Una fantasía delirante


A mi hija y a mí nos encanta adentrarnos en el mundo del absurdo. Nos divertimos muchísimo imaginando situaciones a cuál más disparatada; no tenemos medida dándole al magín.
Una vez nos figuramos cantando una saeta al paso de una procesión. La idea era estrambótica, porque el inconveniente de estar incapacitadas para el cante lo pensábamos resolver con la ayuda de la fonomímica. Es decir, que nosotras haríamos como que cantábamos, pero lo que sonaría realmente sería un disco de un dúo saetero.
El cuadro resultaría impresionante: mi hija y yo en el balcón vestidas con trajes de terciopelo, peinetas de nácar y mantillas de blonda. En el momento preciso pondríamos en marcha el tocadiscos camuflado y comenzaríamos a actuar...   

El carné de identidad


Desde que advertí que tengo que renovar el carné de identidad, mi mayor preocupación está siendo el tema de la fotografía; porque ¿cómo consigo salir bien en ella? Habrá quien piense que éste es un asunto baladí, pero para mí no lo es en absoluto: la imagen que aparezca en mi nuevo DNI es la que me va a identificar durante años, y por ello quiero mostrar un buen aspecto.
Al igual que Julio Iglesias, yo también tengo mi lado bueno; pero en la actualidad me cuesta mucho encontrarlo. Como si estoy recién teñida mis facciones son duras; y si mis sienes canecen parece que tengo entradas, el momento idóneo para visitar al fotógrafo será entre tinte y tinte (hacia el día quince, calculo). Luego, tengo que acertar con el peinado...
Ya que a mi edad no puedo emanar frescura, intentaré desprender sofisticación; así que elegiré un maquillaje adecuado.
¡Cuántas cosas, amigos! ¿Conseguiré mi objetivo? Estoy en un sinvivir...

Para Enric


El siguiente relato es una sátira sobre lo que atonta el amor. Lo escribí hace años; espero que os guste. 

Para Enric:

¡Ay, Enric, Enric!¡Qué tormento!...¡Qué locura!
Cuando llegas por la mañana a clase, dominante y castigador, y provocas a tu paso un sinfín de ayes y suspiros, el demonio de los celos se apodera de mí y me quedo sin aliento.
En la mente tengo grabado el momento en el que me enamoré. Fue el día trece de octubre, en la clase de Informática. Y es que el destino, esa fuerza misteriosa que a su antojo hace y deshace, se valió de la profesora y de su proyecto de trabajo por parejas para ponernos en contacto.
Sentados frente al ordenador, tú a los mandos y yo a tu vera, un movimiento de tu brazo recio y viril apenas rozó mi pecho. Entonces me trastorné; y, absorbida por las imágenes psicodélicas que en ese momento inundaban la pantalla, creí ser llevada al monte Olimpo, donde mora Afrodita. 
No sé cuánto tiempo estuve en ese estado, pero cuando recuperé el sentido y te vi mirándome imperturbable y con la ceja levantada, supe enseguida que eras inmune a las penas del amor, y entonces empezó mi calvario. 

Confesiones de una adicta


Publicar en la Internet repetidamente tiene un efecto adictivo. Tanto que yo, cuando no tenga nada que decir, colgaré necedades, boberías, verdades de Perogrullo... ¡Todo menos desaparecer de la pantalla!
Y es que en la vida real paso totalmente desapercibida; formo parte de esa masa de la que es imposible sobresalir; mis opiniones no cuentan...
Pero en la realidad virtual tengo nombre y apellidos; a la gente que me lee le interesa lo que digo; soy alguien y saben que existo. 
Sé que unos me admirarán y otros me detestarán, pero lo importante es que sientan algo por mí. Esto me sirve para aumentar la autoestima e incluso incrementar mi vanidad; y esta necesidad de ser reconocida no se sacia jamás. 

sábado, 9 de septiembre de 2017

Paloma Negra


De joven, su deseo más recóndito era ser la Paloma Negra de la canción del mismo título. Las normas y el orden establecido la oprimían tanto que no podía respirar. Escuchaba con fruición a Chavela Vargas: su voz áspera y sensual le cautivaba. Cuando yacía entre los brazos de su amante se hacía el propósito de no deberse nunca  a nada ni a nadie... y éste, que además de su amigo era su confidente, sabía que no podía retenerla.
Con el tiempo, esa mujer que ansiaba ser libre y vivir su vida con quién y como quisiera se convirtió en un modelo de virtudes y perfección. Para no volverse loca, se hizo acomodadiza y convencional; y consiguió no cometer nunca un despropósito. Procuró no volver a oír a Chavela Vargas para no sumirse en la tristeza; y borró de su memoria aquel jodido combate en el que su educación, las presiones de su entorno y su falta de valentía quedaron por encima de sus deseos.

Gente que no pierde ripio


En el pueblo es imposible mantener una conversación privada en un lugar público. Se puede intentar arrimando la boca a la oreja de tu interlocutor, pero el éxito no está asegurado. Hay que considerar que los cotillas abundan por dondequiera, y que suelen oír muy bien. 
Yo ya he tenido unas cuántas experiencias a este respecto. Una ocurrió una noche de plenilunio en la terraza de un bar. Cuando mi acompañante me informaba quedo sobre un problema de salud que le inquietaba, un lugareño que estaba sentado tres mesas más allá intervino para decirle que no se preocupara; que su suegro padecía de lo mismo y que estaba la mar de bien con el tratamiento que le habían prescrito.
Y en otra ocasión, cuando una amiga y yo subíamos por la calle hablando de sus problemas de frigidez, una vecina sacó la cabeza por la reja y le dijo que no se angustiara porque eso iba a ser peor. 

Sentimentalmente, mi blusa vale un Perú


En cuanto a prendas de ropa se refiere, mi bien más preciado es una blusa de mucho vestir que heredé de mi madre. Está hecha con hebras de seda, y se abotona por detrás. Me gusta acariciarla con los dedos, pero no me la pongo mucho porque quiero conservarla. La lucí en una Primera Comunión a la que asistí en primavera; y este verano me la puse a primeros de agosto para celebrar mi onomástica. Como la blusa es de color blanco, en ambos casos la combiné con una falda negra y unos zapatos del mismo color; y, por como me miraba la gente, creo que iba causando muy buena impresión.
Yo con mi blusa voy la mar de ufana y orgullosa. Es mi talismán; mi coraza de la suerte.

Teresa


Hoy ha entrado en Post55 una mujer que se llama Teresa. Es de Vejer, y es la persona más buena y con mejor corazón que podáis imaginaros. ¡Ah! y es prima mía. Bueno; prima política, pero la quiero más que si fuera carnal.

El día en el que satisfice algunos de mis anhelos


Durante aquel día tuve oportunidad de mostrar varios aspectos de mi personalidad. Comencé siendo intelectual; seguí como maruja; y acabé cautivando con mi encanto.
Este singular periplo por el conjunto de mis cualidades se inició a la hora del aperitivo, delante de una copa de Dubonnet. En “El Sombrajo” concurrimos cuatro amigas que, a propósito del libro que yo leía en ese momento, nos pusimos a hablar de la diferencia entre lo bello y lo sublime. Alentadas y desinhibidas por el alcohol, nos adentramos en el campo de la Estética; y terminamos conversando acerca de la fascinación que ejerce el terror.
De maruja hice a la hora de la siesta. Sentada en mi sillón orejero frente al televisor, me tragué un programa de tres horas de duración que versaba sobre gente mayor que necesitaba compañía. La razón de someterme a semejante suplicio fue que esa tarde iba a salir un paisano deseoso de encontrar pareja, y en mí pudo más la curiosidad que el miedo al tormento. 
Y ya por la noche me puse un modelo muy sugestivo; me despojé de la gravedad de mi semblante; y me fui al baile de La Plaza a epatar.