lunes, 28 de marzo de 2022

EDUVIGIS Y EL DANDI SAINETERO

 Desde hace un tiempo me corteja un escribidor de sainetes. Un autor tan fecundo que cada día es capaz de componer tres o cuatro de estas piezas. A mí este hombre no me atrae; pero me siento tan sola que no me decido a rechazarlo de manera categórica. No juego con él ni le infundo falsas esperanzas; lo que intento es que mude sus aspiraciones a ser mi novio en propósito de ser mi amigo.

A mi pretendiente sainetero lo llamo “el Dandi” porque siempre va impecablemente vestido y es muy educado. Aparentemente es una persona de excelentes cualidades; el amante que a muchas mujeres se les antojaría ideal... Con tantas prendas en su haber, ¡es una pena que a mí no me vaya el género literario que este dechado cultiva!

Nieves Correas Cantos

EL CURA, LA PRIMAVERA Y EL BOLERO

 

De pequeña, los sermones que echaba el cura en misa no me provocaban ningún interés. De hecho, mientras él predicaba desde el púlpito, yo me dedicaba a leer los cuentos que previamente había escondido dentro del misal; y, si no me entregaba a esta actividad, observaba con suma atención la enorme verruga que un feligrés tenía en la sien.

Pero cuando llegaba la primavera y el párroco pronunciaba su discurso sobre el sexto mandamiento, mi menda olvidaba los cuentos y las verrugas y escuchaba con gran atención...

Y es que el tono empleado por el clérigo para referirse a los pecados de la carne era apocalíptico. Decía palabras que me sonaban a algo oscuro y misterioso: concupiscencia, lascivia... Advertía de los peligros del calor; de llevar al aire los brazos y las piernas; de desfajarse... Demonizaba la cuerva; las películas y los libros de amor; las conversaciones distendidas... ¡hasta el bolero!

Sus invectivas contra este tipo de canción tuvieron la virtud de desarrollar en mí una predilección malsana por ellas. Como aseguraba que el ritmo cubano en cuestión era veneno que reblandecía el espíritu, me imaginaba a sus intérpretes introduciendo la pócima musical por el oído de sus víctimas valiéndose de un embudo y convirtiéndolas en gelatina...

Con el tiempo, los boleristas ejercieron sobre mí una atracción irresistible. Los veía en las carátulas de los discos con sus caras de amargura y sentía un algo muy fuerte que no acertaba a explicar... Y lo mismo me pasaba con las extremidades desnudas; y con la voz queda; y con no sé cuántas cosas de las que había oído hablar en aquellas homilías...

Nieves Correas Cantos



EL DÍA EN QUE ME SENTÍ DESPERSONALIZADO

 Yo siempre he sido un hombre de mucha cavilación. Desde pequeño, cualquier experiencia me ha movido a reflexionar... 

Como cuando en la adolescencia me prendé de la hija de un  huevero y le pedí relaciones. Recuerdo que la muchacha, después de oírme, me informó de que había tres aspirantes más a ser su novio y que teníamos que competir entre nosotros para ver a cuál le daba su favor. Añadió que la prueba consistiría en subir corriendo la Cuesta de la Barca y llegar hasta la puerta del cine; lugar donde ella estaría esperando para contemplar una película de Juanito Valderrama junto al vencedor. 

Y a mí... ¿Qué quieren ustedes que les diga? De pronto esa fémina me provocó aversión. Se me vinieron  a las mientes las clases de filosofía de don Roque y pude visualizar el concepto de “identidad”... ¡Me sentí cosificado! 

Luego, con el tiempo, la disculpé porque en la mocedad es fácil pecar de frívolo; pero la evocación de aquel hecho aún me indigna.

Nieves Correas Cantos


EL PELIGRO DE APROXIMARSE A LOS DIOSES

 A los héroes, a aquellos a los que les atribuimos una condición fabulosa, es mejor no acercarse mucho. Lo digo porque la inmediación deja ver el mito tal cual es y la realidad casi siempre decepciona. 

I. Alguien extraordinario

En mi mocedad, existía un ser legendario del que la gente hablaba con gran admiración. Pocos lo conocían personalmente, pero todos cantaban sus cualidades y méritos. Alababan el inmenso carisma que poseía; su capacidad para embargar hasta a la criatura más repelente y/o desencantada. Celebraban su bondad, cultura, educación; e, inclusive, su guapura... Y yo, que no lo había visto nunca, soñaba y soñaba con tan imponente figura.

II. Un espíritu mezquino y ramplón

Pero una vez leí unas notas suyas que guardaba una allegada y toda la leyenda se desmoronó. Se trataba de unos pasajes sensibleros en los que las emociones aparecían descritas con exageración y superficialidad. Unos renglones donde menudeaban las perogrulladas en detrimento de la exquisitez; líneas vulgares y sin ningún genio; palabras que dejaban traslucir un espíritu mezquino y ramplón...

III. El hundimiento

Cuando mi ídolo cayó del pedestal, lo hizo con gran aparato. Era tan grande que en su descenso se materializó; pude verlo rodar por el suelo y oír el estruendo que hizo al romperse...

Después me quedé con cierto sentimiento de orfandad. Falta de una quimera que me hubiera gustado alcanzar...

Nieves Correas Cantos


LA HABITACIÓN DE MI PRIMA

 Cuando era adolescente, la habitación de mi prima era el único lugar en donde me sentía feliz. Dentro de aquella enorme buhardilla podía obviar la envoltura que conformaba mi apariencia y dejar que surgiera mi verdadero yo; mostrarme sin sujeción y con entera libertad...

A salvo del inhóspito mundo exterior y mientras mi prima y mis hermanas se contaban sus escarceos amorosos echadas sobre un diván, me gustaba comportarme como un diletante. Contemplar la serie de láminas francesas que adornaban las paredes; hojear las diversas antologías que descansaban en los anaqueles; escuchar “El Mesías” de Händel... 

Mas lo que me atraía irresistiblemente de aquella buharda era el tocador. Con su gran espejo y la mesa llena de potingues, para mí representaba una fuente inagotable de creación artística y disfrute...

Necesitaba experimentar; maquillarme de mil maneras; probarme todos los vestidos de mi pariente; enjoyarme con los collares y pulseras que guardaba en un cofre labrado; calzar sus tacones...

Yo a mi prima la quería y la odiaba por igual. La consideraba mi alter ego, pero sin mis trabas. Un ser privilegiado con respecto a mí...

Nieves Correas Cantos


EL ESQUILADOR DE BURROS QUE DEVINO EN FOTÓGRAFO

 I. Primeros quehaceres

Mi trayectoria profesional fue muy rocambolesca. Empecé trabajando como esquilador de burros; acabé ejerciendo de fotógrafo; y, entremedias, desempeñé los oficios de botijero, palmero de un cantaor, mozo de estoques...

Debo decir que ninguna de las labores que desarrollé me pareció deshonrosa ni tampoco embrutecedora. Con ellas pude sacar adelante a mi familia; y, como todas admitían la creatividad, siempre me sentí realizado.

Cuando le cortaba el pelo a un pollino, por ejemplo, yo no me limitaba a meter la esquiladora y zaszaszás; sino que, según la fisonomía que tuviera el rucio y valiéndome de unas tijeras, le hacía la esquila que más le podía favorecer...

Mis botijos, aunque estaban hechos al uso tradicional, invariablemente  presentaban algo que los hacía diferentes; cualquier singularidad en el asa, el pitorro, la boca... 

Asimismo, mi manera de tocar las palmas era distinta a todo lo visto y oído...

II. Mi postrero trabajo

A la fotografía llegué por casualidad; por motivo de que heredé una máquina de retratar y una buena clientela de un compadre. Gracias a mi disposición no me fue difícil practicar este arte. Con mi cámara me harté de captar imágenes de bodas, comuniones, bautizos y procesiones; y, como mi talento me pedía más y más, también bregué de fotógrafo erótico y de la jet que entonces empezaba a llegar a Marbella.

III. Joviniano “el Acáis”

Durante toda mi vida he cantado por Miguel de Molina; soy su más incondicional fan. La copla que más me gusta es “Te lo juro yo”. Precisamente por haber repetido infinidad de veces su letra, la gente me apoda con una palabra que aparece en ella: me refiero a “acáis”... ¡Para todos los que me conocen soy Joviniano "el Acáis”!

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LA NECESIDAD DE COMPAÑÍA

 Durante un tiempo estuve tan sola que, para no enloquecer, llegué a paliquear con las coliflores y los gatos.

LA NECESIDAD DE COMPAÑÍA

Aquella mañana, mientras afilaba un lapicero, miré por la ventana de la buhardilla y lo vi. Me refiero a un gato grande y grisáceo que garbeaba por el patio. El hecho me sorprendió por lo inusual; y casi diría que me pareció extraordinario... Porque michos sí que estaba acostumbrada a ver por encima de las tapias, mas dentro del cercado no.

De cualquier manera, y como el morrongo se me antojó receptivo, intenté entablar conversación con él. Le pedí que se encaramara a un tejadillo próximo adonde yo me encontraba para así poder departir con tranquilidad. De repente pensé que como ya estaba harta de la silente coliflor que tenía por amiga, bien podía sustituirla por el propenso minino...

Pero me equivoqué del principio al fin puesto que el animal no demostró ninguna inclinación a convertirse en mi interlocutor. Es más, a mis palabras seductoras respondió con una mirada displicente y cierta arrogancia en el maullido. Era como si hubiera captado mi necesidad apremiante de atención y se negara a contraer cualquier  compromiso... 

Nieves Correas Cantos


ODA A LA CARNE DE MEMBRILLO-Desconveniencias que acarrea la sinceridad absoluta

 ¡Qué tonta fui! Me pediste mi opinión y te la di; y, como además me rogaste que fuera rigurosa, lo hice de una manera clara y concisa.

Sin valerme de ambigüedades, circunloquios y otros enunciados que sólo sirven para desvirtuar la verdad, te dije que la oda a la carne de membrillo que habías compuesto me parecía infumable; y tú, al oírlo, sufriste una fuerte impresión y dejaste de ser mi amiga.

Considerando tu reacción me percaté de que no buscabas mi parecer, sino mi halago. Y, siendo así, ¿a qué vino tanta hipocresía? 

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sábado, 5 de marzo de 2022

CUANDO DON BARONCIO SE ESTANCÓ

 La época más deslumbrante de mi vida fue la de la juventud. El tiempo transcurrido entre los diecisiete y los veintidós años resultó mágico. Pero la circunstancia de que considere esta etapa de mi existencia como la mejor y que la recuerde con nostalgia no significa que permanezca anclada en ella; al contrario, siempre he procurado ir con los días.

Una vez conocí a un hombre que varó en unos sucesos de su biografía y en ellos quedó detenido de manera perpetua. Incapaz de seguir experimentando, desde entonces se dedicó a vegetar y a contar sus batallas. Era muy triste verlo narrar de manera reiterada los mismos hechos...

Y en estas cosas pienso mientras escucho a C. Tangana y a Omara Portuondo cantar “Te venero”.

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DON HERIBERTO Y LA COMA DEL JAMACUCO

 Este escrito se lo dedico a mi amiga Blanca; sus estupendos comentarios me han inspirado.

DON HERIBERTO Y LA COMA DEL JAMACUCO

El maestro que yo tenía de pequeña era muy exigente con la gramática. Cada día nos hacía un dictado; y, de tiempo en tiempo, salía con alguna frase mnemotécnica como “Hierva la hierba para hacer una infusión”.

Semanalmente nos encargaba una redacción. Renglones que teníamos que puntuar  con sumo esmero porque una coma en mal lugar podía provocarle un jamacuco. Sobre todo, si el signo ortográfico estaba colocado entre el sujeto y el verbo. Este error lo consideraba el acabose; el último extremo de la degradación lingüística.

También era muy maniático don Heriberto, que así se llamaba el pedagogo, de los verbos regulares e irregulares. De un modo concreto mostraba una inclinación exagerada por la voz “asolar” ya que decía que se conjugaba de una manera u otra según su acepción; que la sequía “asola” y la guerra “asuela”...

Huelga decir que los chiquillos estábamos en nuestros juegos y mucho caso a don Heriberto tampoco le hacíamos... 


Nota.- La protagonista de mi relato llama “coma del jamacuco” a la que el lingüista Alfredo Valle Degregori denominó “coma criminal”; a la que se sitúa entre el sujeto y el verbo.

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ABURRIR A LAS OVEJAS

 Cuando hablo, aburro. Sí, así de claro: A-BU-RRO. Debido a mi escasa elocuencia, mi discurso siempre resulta pesado; una auténtica monserga. Mas lo que no me podía imaginar era que llegara a fastidiar hasta a las ovejas...

Sucedió durante mi última estancia en el pueblo; un atardecer en el que, a pesar del helor, quise ir a caminar por el campo. No me privé de nada; me pateé los cardizales, la olmeda, el charcal... Y, en el tiempo que volvía, me topé con el pastor y su rebaño. 

Fue en el arrabal, cerca de la almazara; y, como hacemos siempre que nos vemos, comenzamos a platicar. Primero hablamos de las rastrojeras; después, yo me enrollé con el asunto de la puntuación y acabé entregada totalmente a mi monotema...

Tan encendida me puse defendiendo los signos ortográficos que no advertí la ausencia de las ovejas: el hecho de que, hartas de mi perorata, en algún momento de la misma se fueran solas hacia el redil.

Tengo que decir que el ovejero, un hombre extraordinario, permaneció a mi lado aparentemente interesado...

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EL AFÁN DE DOMITILA

 Una vez, un ser muy leído y escribido me dijo que lo que yo tenía era una codicia infinita de ilusión. Ante semejante cursilada, enmudecí; pero después, cuando se me quitó el pasmo, comprendí que la criatura redicha estaba en lo cierto. Que aunque era un modo muy afectado de referirse a mis anhelos, la frase empleada los podía definir. 

 Y es que mi menda siempre ha guardado diversos y fuertes deseos: cinéfilos, lectores, escriturales, pictóricos, musicales... Continuamente he necesitado penetrar en el arte, como creadora o espectadora, para empaparme de la magia que respira. Ha sido mi manera de contrarrestar la insulsez de la vida; su prosaísmo aterrador...

Nieves Correas Cantos

EL VERANO DE ONÉSIMO EN VEJER

 El verano de 1965 lo pasé en una pedanía de Vejer; en la casa de mis tíos. Ha transcurrido tanto tiempo desde entonces que lo que queda en mi memoria son pequeños fragmentos de un todo; retazos de vivencias que se resisten a desaparecer...

I.- La mocita y el andarín que quería ser espada  

Si me esfuerzo en evocar, una de las imágenes que me viene con más claridad es la de una mujer dándole escobazos y gritándole a su hija en la puerta de una choza. La razón de tal tunda era que la mocita se había enamorado de un andariego con aspiraciones toreras y quería irse a la feria con él. Recuerdo que la madre, de un modo impetuoso, llamaba “andarríos” al pretendiente “andariego”.

II.- La laguna de La Janda

En aquella época, la laguna de La Janda inundaba las tierras de alrededor. Los manantiales formaban balsas que servían para regar y donde los niños chapoteaban. A esas charcas delimitadas entre los canteros, mis parientes les decían “mares”...

III.- Más malos que la Inquisición 

Los chiquillos más malos del lugar eran mi primo Germán y su amigo Manolín. Ambos eran tan traviesos que tenían a sus progenitores en un permanente ay. A mí, que nunca había salido de Cádiz capital y desconocía el aspecto de las cagarrutas de cabra, los dos elementos me las dieron de comer, asegurándome que eran aceitunas.

En una ocasión, mientras el cura celebraba la misa dominical en el recinto de la escuela, el par de ejemplares se subió en el coche clerical, que tenía las llaves puestas; y, arrancándolo, se fueron por la hijuela motorizados.

Y hubo vez en la que, encaramados a un níspero, comenzaron a defecar en el momento en que un capitoste pasaba por debajo.

IV.- Raro, feo y renegrido

El mayor de mis primos, Servando, era muy raro. Siendo ya un muchacho, no fumaba ni bebía; y, encima de leer el periódico Granma de la revolución cubana que los pescadores traían de Tánger, ¡quería estudiar! Por ser muy feo, renegrido y tener un comportamiento tan extraordinario, algunas mujeres se santiguaban cuando se cruzaban con él.

V.- El río Barbate

También me acuerdo de los baños que nos dábamos en el río Barbate. Acudíamos en las horas en que subía la marea...

Nieves Correas Cantos

EL MISTERIO DEL PEPÓN (Un episodio de la vida de Evaristo Obsesivo-Compulsivo)

 En estos momentos estoy metido en un conflicto del que no puedo salir. El apuro lo he provocado yo y, teóricamente, en mi mano está acabarlo; pero me es imposible hacerlo mientras no averigüe lo que tengo que averiguar.

El hecho es que estoy almorzando en casa de mi novia y he advertido un desajuste de esos que me ponen tan nervioso. Una discordancia entre el número de rajas de sandía que quedan en la fuente en la que se han servido y la cantidad que cada comensal asegura haber tomado. 

Ya sé que puede resultar chocante lo que estoy diciendo; que habrá quién piense que es absurdo obcecarse en semejante cuestión... ¡Mas no lo puedo evitar! Soy muy maniático y necesito que todo cuadre a mi alrededor.

Para desentrañar este enigma y, como interrogar a los concurrentes no me ha dado resultado, voy a irme a la cocina con la finalidad de contar cuántas cortezas de la cucurbitácea hay en la basura... Mi prometida me ruega en voz baja que desista y mi suegro me lanza miradas asesinas; sin embargo, tengo que seguir adelante con mi empeño porque el desasosiego que me produce esta desconveniencia no me deja vivir.

Nieves Correas Cantos 

TU YO Y MI YO

 Aquel momento tan íntimo duró exactamente dos minutos y medio; el tiempo que tardó Frank Sinatra en cantar “La sombra de tu sonrisa”. Consistió en fundir nuestras esencias mientras bailábamos estrechamente abrazados en un antro al que una tarde nos pudimos escapar; en reducir tu yo y mi yo a un nosotros envolvente y cautivador...

Sabíamos que nuestro amor era imposible, pero no lo pudimos evitar. Surgió de modo espontáneo; y, cuando lo advertimos, ya nos había inundado por entero. Fue un sentimiento que nunca pudimos mostrar para que otros lo vieran. Algo que sólo nos perteneció a ti y a mí y que los años no han podido más que engrandecer en la memoria...

Nieves Correas Cantos

LA PANDEMIA COMO PRETEXTO

 ¡Anda que no hemos utilizado la pandemia como pretexto! Antes de la misma, todos teníamos que discurrir excusas para eludir aquellos compromisos que no nos apetecía cumplir. Me refiero a justificaciones creíbles; evasivas que nos permitieran salir de un apuro quedando bien. Pero desde que llegó el bicharraco, no hemos necesitado darnos a imaginar. Hemos podido zafarnos de cualquier aprieto molestoso invocando los motivos más plausibles: que si las nuevas variantes; que si la tasa de incidencia; que si esto; que si lo otro...

Ciertamente que este juego de coartadas y subterfugios no nos ha servido para sortear los deberes morales, ya que a la conciencia no la podemos engañar.

Nieves Correas Cantos

DE POMPIS Y CREMALLERAS ESTROPEADAS

 I. La estética y la raja cular

Pocas cosas hay más antiestéticas que una raja cular asomando por encima de un pantalón. Una visión de este tipo puede resultar tan horripilante que hasta es posible que llegue a producir en el veedor un desbarajuste sensorial irreversible. En cualquier caso, y aunque las consecuencias no sean tan tremendas, el panorama observado siempre es desolador.

Al dueño de la hendidura, generalmente en posición agachada, portando vaqueros y metido en carnes, yo lo supongo ignorante de lo que está mostrando por la parte posterior; o, a lo sumo, sospechándolo y siéndole indiferente. Porque otra cosa no me puedo imaginar... 

II. La cremallera rota de una falda

En una ocasión fui espectadora excepcional de una de estas exhibiciones nalgares. Sucedió cuando una mujer que caminaba delante de mí por una calle de Barcelona se quitó una especie de camisola que llevaba y quedó al descubierto su trasero. Un pompis que todos los viandantes pudimos ver a través de la cremallera rota de su falda. Glúteos que, por no llevar la fémina otra prenda más interior, aparecieron sin recato ni artificio; asientos carnosos, blancuzcos... En unos instantes pasé de la sorpresa a la pena; y, acercándome a la señora, la advertí del contratiempo que tenía que afrontar. 

Nieves Correas Cantos

EL AMANTE EFICAZ

 Normalmente, el sueño llega cuando lo necesito. Viene presto, eficaz... Se queda conmigo pocas horas; el tiempo justo para que me pueda restablecer. 

Pero, en una ocasión, durante un viaje a Oporto, el sueño se despistó y nos perdimos el rastro. Estuvimos varios días sin poder ajustarnos ni confundirnos. Un período de vigilia tan prolongado que creí enloquecer...

Al cabo el sueño regresó. Cual amante capaz se apoderó de mí y me dejó narcotizada. Sucedió una tarde mientras escuchaba a Dinah Washington cantar “What a difference a day makes”; precisamente en el momento en que logré desterrar la ansiedad que me había provocado el permanente desvelo.

Nieves Correas Cantos

UNA PAREJA ARREJUNTADA Y SUS DOS GRANADOS

 Con frecuencia recuerdo a Serapio y Castora; una pareja arrejuntada que tenía dos granados en el jardín. Cuando en los atardeceres de mayo voy caminando hasta la ermita y paso por delante de la casa donde ellos vivían, siempre me fijo en el florecimiento de los que antaño fueron sus árboles. Contemplo el anaranjado intenso de los brotes y no puedo evitar sumergirme  en la nostalgia...

Porque debajo de las milgranas de esas plantas pasé ratos inolvidables con el dúo al que me refiero: dos viudos enfermos de soledad que se habían encontrado y eran felices. Un ateo recalcitrante y una fervorosa creyente que estaban ciegamente enamorados.

En las noches de verano en las que la conversación se hacía más íntima, Castora me confesaba que su anhelo era casarse; no obstante, añadía que ese era un lujo que no se podía permitir, ya que el matrimonio implicaba perder una de las dos paupérrimas pensiones que percibían.

Y en el tiempo en que Serapio contrajo una grave enfermedad se unieron más. Él pensó que, por estar su casa en un lugar poco transitado, la muerte nunca lo encontraría si no se alejaba de ella y de sus arbustos. Pero ¡quia! Una madrugada de julio la parca vio brillar las hojas de los dos árboles y lo halló. Y, poco tiempo después, Castora se fue también.

Nieves Correas Cantos

GENTE PESADA

 Desde hace dos horas, una visita me está contando el argumento de una obra literaria. Una narración que abarca las vicisitudes de la vida de un antepasado suyo y que el autor plasmó en siete libros.

Verdaderamente, esto es lo único que puedo decir sobre el particular ya que no me estoy enterando de nada. Poco después de que mi colocutor comenzara a referir la trama novelesca, desconecté y permanezco abstraída en mis pensamientos. De vez en cuando lo miro y, con un gesto indeterminado, emito un ¡ajá! o cualquier otra interjección para que parezca que continúo escuchándole; pero me mantengo ensimismada en lo mío.

Mi invitado plomo y yo estamos sentados en la cocina. Ahora me acaba de comunicar que, antes de empezar el cuarto volumen, quiere hacer un receso y le gustaría tomarse un vermú. Mientras se lo preparo y me arreglo yo un cóctel de champán, veo un gato que se pasea tan tranquilo por el patio y siento pena por la dicha perdida; por este tiempo desperdiciado en el que podía haber estado escribiendo y/o escuchando a Glenn Miller...

Nieves Correas Cantos

LA PAPELERÍA-1965

 I. Tres lugares mágicos

De pequeña, había tres lugares en el pueblo que me parecían mágicos: el cementerio, el cine y la papelería. Frecuentaba los tres; y los tres excitaban mi imaginación. El primero me hacía concebir imágenes tenebrosas; y los otros dos, representaciones de gran colorido y refulgencia.

II. Los cuadernos de doble renglón  

La papelería era como el paraíso para mí; nunca me cansaba de estar en ella. Las postales en las que aparecían imprimidas ciudades de todo el mundo me encandilaban; las tarjetas de felicitación también; lo mismo que las cartulinas que expresaban afectos con una estética exagerada... En mi memoria permanecen los lápices Alpino, los sacapuntas, la tinta china, las estilográficas, las libretas de doble renglón...

III. La casa de María

Como el establecimiento no tenía título, yo lo llamaba “la casa de María” por ser éste el nombre de la dueña. Una mujer bonísima que siempre lograba sorprenderme con las cosas maravillosas que sacaba de los cajones o de la trastienda. Una fémina que a veces se me antojaba un genio que habitaba dentro de un plumier...

IV. Ardor puberal

En una ocasión, fui al cine a ver una película de Robert Taylor y quedé prendada de sus ojos. Era tal mi ardor puberal que, en cuanto pude, acudí a la casa de María a comprarme un banderín con su cara. Y pensaba aprovechar la ocasión para adquirir otro con la faz de Gregory Peck ya que me parecía el hombre más guapo del mundo. Pero cuál no sería mi decepción cuando llegué a la tienda y el ama me dijo que no poseía ninguno de los dos. Intentando aliviar mi aflicción, le pedí que me mostrara los que tuviera de otros artistas; y, al final, me decidí por los que llevaban estampados los rostros de Robert Wagner y Bobby Darin. Mas María y yo convinimos en que no podían compararse los primeros con los segundos; y, además, las dos estuvimos de acuerdo en que el cantante Bobby Darin tenía cara de bobalicón.

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A LAS DOS DE LA MAÑANA

 Del sueño me aterran las pesadillas. Quedar atrapada en una y no poder escapar. Experimentar los peligros que la pueblan. Sentir como la angustia se va apoderando de mí en un crescendo infinito...

Hace un momento, José, cual liberador de zozobras, me ha rescatado de una de estas alucinaciones. Me ha despertado cuando la opresión que sufría me estaba asfixiando y he comenzado a gritar...

Ahora estoy en un estado de completo aturdimiento. No consigo desvelarme; y sé, que si torno a dormirme, los monstruos que acechan al otro lado me volverán a agarrar. Con gran ansiedad le pido a mi salvador que bajo ninguna circunstancia permita que cierre los ojos; y él me aconseja que me levante y me ponga a escribir...

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LA GUERRA DE LOS BOTONES

 Aurora tiene tres cuentos maravillosos. De dos, obsequios de sus autoras, todavía no ha podido disfrutar porque es pequeña; pero de un tercero sí, y es del que quiero hablar. 

Se trata de un libro con música que le compró su madre a poco de nacer. Una obra en la que aparecen dibujados seis lugares emblemáticos de París, acompañado cada uno de sonidos filarmónicos y un breve texto alusivo al emplazamiento. Así, por ejemplo, la imagen que representa el Museo de Historia Natural aparece unida a “El carnaval de los animales” de Saint-Saëns; la Torre Eiffel a “La Marsellesa”; etc.

Y ocurre que, a mi nieta, su juguete parisiense le encanta y al resto de la familia también. Como de todas las composiciones que contiene el entretenimiento la que más le gusta a ella es “Te Deum” de Charpentier, busca una y otra vez la página en la que se encuentra Notre-Dame y aprieta el botón para que suene esta música. 

Yo, en cambio, me sitúo siempre en Saint-Germain-des-Prés  ya que el swing “Saint-Germain sous la pluie” me parece irresistible...

Cuando se junta toda la familia, un abuelo se va a la Ópera a escuchar “Carmen” de Bizet; y otro busca Montmartre por la razón de que “La vida parisina” de Offenbach le parece la mejor pieza. La abuela P., sin embargo, coincide en gustos con Aurora... 

Y pugnando por darle al botón correspondiente estamos todos, hasta que Aurora se harta y cierra el libro de golpe.

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SOLILOQUIOS MATUTINOS Y VESPERTINOS

 Después de tantos meses de pandemia, mi vocabulario se ha reducido. Antes, las palabras que me servían para expresar el pensamiento acudían raudas a  mi magín; pero ahora, cuando las necesito, estas mismas palabras se muestran remolonas o ni siquiera aparecen.

Sé que esta mengua de mi fluidez verbal se debe a que cada día hablo menos; mas es que, desde que el bicharraco se presentó y nos obligó a vivir con limitaciones, mis oportunidades para conversar se han reducido considerablemente. A las amigas apenas las veo; y el palique telefónico no me va, ni el internáutico tampoco.

Sin embargo, como quiero que los vocablos vuelvan a inundar mi mente, me he hecho el propósito de platicar, platicar y platicar. Hacerlo con el gato que se cuela en el patio a eso del mediodía; con las vecinas que pasan por delante de mi ventana... Ejecutar soliloquios, uno por la mañana y otro por la tarde. Volver a practicar el visiteo convenientemente enmascarada... 

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EL PUERTO DE ALMANSA

 Los que alternamos la vida en el pueblo con la vida en la ciudad estamos cambiando continuamente de talante. Quiero decir que, sin dejar de ser nosotros mismos, modificamos nuestras actitudes para poder adaptarnos a uno u otro lugar.

EL PUERTO DE ALMANSA

Mi metamorfosis de mujer urbanita y de litoral a lugareña de meseta siempre ocurre en el Puerto de Almansa. Mientras transito por la empinada cuesta, dejo de tener una condición y adquiero otra. De la misma manera que la vegetación cambia de las bajuras a las alturas y el clima también, mi disposición no es la misma en la Font de la Figuera que en la villa que corona el paso.

La elaborada actitud que porto de la ciudad y que se adecua a sus usos y costumbres se transforma en la llaneza propia del altiplano; y, según voy haciendo camino, esta propensión del ánimo se acentúa más.

Y cuando pasado Montealegre el viento fuentealamero me alcanza, me infunde tal sentimiento de naturalidad y cortesía que entro en el pueblo siendo una vecina más.

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