domingo, 21 de diciembre de 2014

Tres canciones que me dicen mucho


La primera es "Al vent", de Raimon. Esta canción llegó a mi vida por los años de 1960, en forma de disco sencillo. La trajeron mis padres de un viaje a la capital, y siempre la he escuchado con respeto y emoción. Me parece sencilla y grande, y por cuanto exalta al hombre y lo empuja arriba, debería ser el himno oficial de la humanidad.

La segunda es "La mujer que yo quiero", de Serrat. Pienso que esta canción es un canto a la mujer natural; a la mujer sin corsés físicos ni mentales; a la mujer ni gazmoña ni pazguata... A la mujer, en fin, que yo he intentado ser durante toda mi vida.

La tercera es "En un rincón del alma", de Alberto Cortez. Me parece una bellísima canción de amor, y en este caso, no sé que me gusta más: si el intérprete y autor, si el poderío de su voz, o la canción misma.

jueves, 18 de diciembre de 2014

Un horror, pero... ¡bienvenida sea la Navidad!


Mis mejores Navidades: las de la infancia. Aquéllas en las que mi padre nos explicaba lo que había sucedido hacía muchísimos años en Belén, y mis hermanos y yo rebosábamos de inocencia e ilusión. Aquellas Navidades sabían a belenes y villancicos; a zambombas y aguinaldos; a misa del gallo y hoguera de los quintos; al gran Raphael cantando "El pequeño tamborilero"; a gente arrecida; a entrañamiento y espíritu... 

Ahora la Navidad me sugiere tiendas de informática llenas hasta los topes; compras y más compras; ciudades engalanadas a semejanza de la ciudad de Las Vegas; luces y villancicos machacones que incitan a consumir; playas abarrotadas; materia y embrutecimiento...

Pero pienso que el sistema económico es el que es; y si este espectáculo carente de espiritualidad sirve para que muchas personas encuentren trabajo, pues bienvenida sea la Navidad.


domingo, 14 de diciembre de 2014

Montañas nevadas, banderas al viento... Guerreros y sumisas


En una revista del colorín veo que las faldas de pata de gallo vuelven a estar de moda. Yo tengo una. Me la compré hace treinta y cinco años y todavía la uso. Está como nueva. Y es que la ropa de antaño duraba indefinidamente. Ahora ya no es igual. En este momento tengo una falda con la bastilla descosida y un abrigo con los botones por recoser. Y esto me lleva a pensar en lo negada que soy yo para la costura.

¡Con la de bodoques, vainicas, ojales y demás que tuve que hacer en el bachillerato! Parece que me estoy viendo en la clase de Labores haciendo pañitos...y en la clase de Gimnasia, haciendo monerías con los pololos puestos. Mientras, los compañeros varones marchaban recios y marciales, al ritmo de "Montañas nevadas" y "Prietas las filas", en las clases de Formación del Espíritu Nacional. 

Ejem...

martes, 2 de diciembre de 2014

La mala educación


A estas alturas de mi vida, lo que menos aguanto es la mala educación. El otro día, por ejemplo, en una cola, tuve que reconvenir a una mujer que me tosió en la cara; para más inri , yo en ese momento estaba hablando y tenía la boca abierta.
Y hace un rato, volviendo del paseo, si no me aparto y le cedo el paso a un "caballero" con el que me he cruzado, me embiste.

Y no es que yo crea en esa galantería que obliga a un operario que vuelve a su casa molido de trabajar a ceder el asiento del autobús a una señora mayor que luce como una rosa; pero la indiferencia con que hoy se mira al prójimo y lo poco que se le respeta me subleva.


martes, 25 de noviembre de 2014

Sanas costumbres

Salvo que ocurra algún cataclismo, yo cada día hago gimnasia. Inicié esta práctica en la adolescencia y verdaderamente me ha ido muy bien. Me ha servido para mantenerme delgada y ágil; y lo que es más importante, me ha permitido cultivar la voluntad.
Es cierto que el garbo y la celeridad con que la hacía antes no tiene nada que ver con el aire que le imprimo ahora; pero yo, al paso que sea, sigo.
También me gusta caminar por Barcelona; pero no a toda velocidad, sino relajadamente, disfrutando del paseo.
De vez en cuando giro la cabeza a un lado y al otro; adelante y atrás. Así evito que me duela la nuca cuando me lavan la cabeza en la peluquería o cuando me agacho a coger agua del grifo con la boca después de lavarme los dientes.

viernes, 21 de noviembre de 2014

De La Mancha a Barcelona


Aunque mi vida ha transcurrido en Barcelona, yo nací y me crié en un pueblo de La Mancha. Cuando me vine para acá, me traje grabados en la cabeza y en el corazón mi niñez y mi pueblo; y como la adaptación fue dura, esos recuerdos los sublimé.
Por diversos motivos, no pude volver hasta la madurez; y para entonces, el pueblo y la niñez habían desaparecido. Cuando llegué, todo me fue ajeno. Las casas, antaño sencillas y enjalbegadas, ahora eran suntuosas y con arabescos; y el hijo del carpintero, que vestía pantalón corto e iba a las escuela cuando yo vivía allí, se había transformado en un provecto señor que regentaba una tienda y que lucía americanas de pata de gallo en las procesiones.
Donde sí vi caras conocidas fue en el cementerio. Allí, desde sus fotografías en las lápidas, fulano, mengano, zutano y perengano parecían mirarme igualicos que cuando los dejé.

Este escrito está dedicado a la gente de mi pueblo, gente maravillosa que me trata muy bien.

martes, 18 de noviembre de 2014

Buscando a Numen... y a Eduardo


Como Numen no viene a mí, esta mañana he ido yo a buscar a Numen. Lo he encontrado en Sitges, sentada en el coche frente a la playa. Con un cedé de baladas puesto y el cuerpo y la mente en completa quietud, he dejado que mis ojos y mis oídos me llenaran de sensaciones.En plena levitación ha sonado Misty, y luego Ne me quitte pas... y como es su canción preferida, me he acordado de Eduardo. Como todos en La Red siento su ausencia, y como todos en La Red me he quedado más pobre y más sola sin él.
Verdaderamente, y respetando su decisión, creo que debería reconsiderarla.

sábado, 25 de octubre de 2014

Hablemos de cine


Hay películas que no me canso de ver; como por ejemplo, “Un hombre y una mujer”. Esta película me encanta: la estética, la música, los actores…todo. Anouk Aimée es interesantísima, y Trintignant, el súmmum del atractivo. Ver a este hombre echando humo sin parar (fumando); conduciendo coches de carrera; mostrándose duro y tierno a la vez… como dirían Carlos Mejía Godoy y Los de Palacagüina, me sulibeya.
“Picnic” y “La Colina del Adiós” también me gustan mucho. En la primera, el baile que ejecutan William Holden y Kim Novak me parece electrizante; y en la segunda, la química que se establece entre el susodicho y Jennifer Jones es bestial.
También reveo con mucha frecuencia (y qué nostálgica me ponen) “Dos en la carretera”, “Tal como éramos”, “Hojas de otoño”, “Anónimo Veneciano”, “Verano del 42”…
Y hablando de actores, Morgan Freeman y Clint Eastwood están de miedo. Con el segundo me pasa una cosa muy curiosa; y es que, de joven, me parecía hortera con ese tupé, y ahora, a medida que se va haciendo mayor, más me gusta.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Cesarina y el alcohol


Cesarina no prueba el alcohol porque le gusta demasiado. De joven, en las fiestas, se tomaba algún que otro lingotazo para desinhibirse; y en su casa, los domingos y las fiestas de guardar acompañaba la comida con champán. De recién casada hizo un periplo por Andalucía. Disfrutó del gazpacho y la sangría; y en algún lugar, le supo tan a gloria la libación que pidió la receta al camarero. Cuando estuvo en París, se hartó de cerveza; y en Begur, pasó atardeceres de completo bienestar tomándose un pastel de chocolate y un combinado.
Lo que previno a Cesarina sobre los peligros del alcohol y la tuvo unos años sin beber fue la sensación que experimentó un día de verano en Cádiz al tomarse una cerveza helada estando muerta de sed. La sensación fue alucinante y la dejó en estado psicodélico (su recuerdo aún perdura en la mente de Cesarina).

Hace un tiempo, cuando empezaron a menudear sus visitas al pueblo, Cesarina retomó su afición a la bebida. Un chupito de vino dulce era el complemento perfecto cuando se sentaba con su marido a la vera de la lumbre. Pero otra vez, la excelsa euforia que le provocaba el alcohol unida a la facilidad con que luego se dormía y a que cada día le apetecía una dosis mayor, la llevaron al convencimiento de que era mejor dejarlo para siempre… O al menos de momento.

jueves, 2 de octubre de 2014

El tiempo en que tuvimos que ver


El tiempo en que tuvimos que ver estuvo lleno de canciones de Chavela Vargas; de confidencias y de quereres; de tabaco negro y Coca-Cola; de mi anhelo por escapar de un ambiente familiar que me asfixiaba; de clases y prácticas; de mi vehemencia y tu templanza; de viajes en tu Seat 600; de tardes de comunión perfecta en la playa de Castelldefels…
Cuando acabamos la carrera, me pediste que nos casáramos y que me fuera contigo al país sudamericano de donde eras oriundo, pero yo me negué. Entonces el matrimonio me parecía una institución convencional y alienante, y mi ansia de libertad me empujaba a no ceñirme a nada ni a nadie.
Perdimos el contacto, y ahora, después de cuarenta años, he sabido de ti. Ha sido hace un rato, rastreando Internet. He descubierto que te has muerto y, por cuanto me llevabas en la memoria, yo también me he muerto un poco. He sentido que por más que te necesitara ya no podría tenerte; y también he pensado en lo distinta que hubiera sido mi vida de haber aceptado tu proposición.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Ahuyentar la desazón


Creedme: lo mejor para ahuyentar los miedos que nos aquejan a nuestra edad es leer, escribir y limpiar la casa. Lo sé por experiencia. Yo, cuando presiento que me va a entrar la desazón, me enfrasco en una de estas tres actividades y espero que escampe.
A leer me acostumbraron mis padres. Se lo agradezco infinito porque con ello me hicieron libre. Los libros, además, me han dado satisfacciones a tutiplén y me han acompañado siempre.
A escribir aprendí yo sola. Lo hice representándome el vocabulario como un gran mecano con miles de piezas –palabras- por engranar. A partir de esta visualización, pergeñar un escrito pasó a ser relativamente fácil: bastaba con armar determinadas piezas del mecano y añadir una pizca de talento, otra de fantasía y mucha ilusión.

Y sobre la limpieza de la casa os diré que, de cuando en cuando, conviene hacerla; que su ejecución relaja la mente; y que (y esto es para los amantes del lenguaje) en algunos pueblos de Cádiz a las bayetas las llaman aljofifas.

martes, 9 de septiembre de 2014

Un vodka con naranjada


¡Qué horror! Hace unos días que entré en esta Red social y ya me he enganchado. Independientemente de que esté o no delante del ordenador, siempre os llevo conmigo. ¡Me tenéis absorbida la atención! Tengo que analizar el pro y el contra de permanecer aquí dentro. Por un lado, leeros me enriquece y, como no os veo ni me veis, me siento más libre que en una relación convencional; pero por el otro, precisamente porque no os veo ni me veis, temo ser demasiado audaz en mis escritos; amén de que descuido mis quehaceres y no atiendo a mi entorno. Y ahora, después de esta perorata-disquisición que es una broma absoluta, os quiero dar una fórmula para llegar directamente al cielo: un vodka con naranjada, un baile agarrado y música de Duke Ellington y Hoagy Carmichael.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Medio en serio medio en broma, hablemos del sex-appeal


Yo no sé a vosotros, pero a mí, cada día que pasa me cuesta más mantener el sex-appeal. El negro, por ejemplo, que antaño me sentaba de maravilla, ahora me está de pena. Es ponerme una prenda de este color y echarme veinte años encima. Ya sé que antes yo le daba resplandor al atavío y que ahora es el atavío el que tiene que darme lustre a mí, pero ¡j…! Es que no emito ni un triste rayo de luz. Cuando después de acicalarme mucho consigo que me miren por la calle, generalmente es una mujer que admira mi aspecto; los hombres, ni por asomo.

Suelo llevar faldas oscuras combinadas con camisas de colores, y me siento más cómoda con manga francesa porque me cubre los codos y la flacidez de los brazos.

¿Y el pelo? Lo del pelo es preocupante. Cada día lo tengo más ralo y me veo negra para disimular las calvas que aparecen por detrás.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

El movimiento de las hormigas


¡Hola a todos!

Estoy en mi pueblo; de vacaciones. El lugar no es nada del otro mundo, pero es donde está mi memoria. En los contornos abundan las viñas y los trigales, y como estamos a gran altura, el sol no se puede aguantar. Durante el día andamos pegados a las paredes de las casas buscando la sombra, y por la noche refresca tanto que necesitamos una manta para dormir. Los días transcurren más o menos igual, pero yo no me aburro nunca. Me encanta madrugar y salir al patio a contemplar las estrellas; recibir a vecinos más provectos que yo que me hablan de mis padres y de mi niñez; e ir al campo y ver lo esplendorosa que está la uva. Amigas que tienen huerto y gallinas me traen hortalizas y huevos cuando vienen a visitarme; y yo con ellos hago tortillas y ensaladas que suelo acompañar con cuerva y buenos boleros.

El trato con la gente es fácil y sencillo, y aunque la veo tres o cuatro veces al día, no llegaré a cansarme de su presencia porque mi estancia en el pueblo se acabará antes.

Leo mucho y también escribo; y cuando necesito pisar asfalto o meterme un chute de aire contaminado, me voy a la ciudad a pasar la tarde.

¡Hasta pronto!

domingo, 31 de agosto de 2014

Igual que antes


¡Qué bien! Acabo de volver de vacaciones y ya estoy igual que cuando me fui: molida y de mal humor. En el pueblo he cogido kilos y morenez (estaba falta de ambos) y he tenido buenas experiencias, pero el reconcomio que me llevé lo he traído conmigo. Siempre estoy acelerada, histérica, insatisfecha… Mi familia no me puede soportar, y la convivencia se deteriora.

miércoles, 23 de julio de 2014

¡Jódete, Cipriana!


En cuanto leyó mi último escrito, la sabia Cipriana, dejando un rato de pontificar, vino a casa y me enmendó la plana. Según dijo, en dicho escrito yo había cometido una falta garrafal, propia de zotes: había puesto “simpar” en lugar de “sin par”. Una, que es como es (insegura y dubitativa), enseguida pensó que Cipriana estaba en lo cierto y se abochornó; pero hete aquí que a esa una se le ocurrió consultar el diccionario antes de que la bienintencionada amiga se fuera a su casa, y descubrió que se admiten las dos grafías.

lunes, 21 de julio de 2014

Calorina


Con tanto calor y tanta humedad estoy para el arrastre. Solamente encuentro alivio de madrugada, cuando el aire que corre de la galería al balcón atraviesa mi cuerpo. Entonces me siento fenomenal; tanto, que me pongo a hacer ejercicio. Mientras me muevo con una gracia simpar, oigo la radio. Me entero de todos los aconteceres habidos y por haber, y cuando acabo soy una mujer tremendamente informada. Luego desayuno, y si puedo duermo un rato.

viernes, 4 de julio de 2014

Hacer gimnasia


Mi conexión con la gimnasia viene de antiguo. Exactamente de cuando era adolescente. En esa época lo pasé muy mal, y si no hubiera sido por lo que me fortalecía practicarla…

Al principio los ejercicios eran sencillos y de corta duración. Después, poco a poco, fui soltándome. Como mi pompis no paraba de crecer y tenía tendencia a desparramarse, hice con ahínco un ejercicio que consistía en ponerse de rodillas e ir sentándose alternativamente a un lado y a otro. También los hice a propósito para afinar la cintura; y para andar erguida. Con estos últimos creo que me pasé de rosca, porque ahora hay quien dice que voy más derecha que un sable.

martes, 1 de julio de 2014

Vida prosaica


Cuando advierto que estoy despierta, miro las rendijas de la persiana: si veo clarear me levanto. Las gaviotas enseguida se ponen a graznar; sé que son alrededor de las cinco y media.
A oscuras voy al comedor y abro la ventana. Asomo la cabeza y compruebo que no hay nada ni nadie en el balcón. Me voy a la cocina…
Me enguanto con látex y echo en la olla los ingredientes necesarios para el guiso. La coloco encima del fogón apagado y friego. Después, salgo a la galería y enciendo el calentador.
Vuelvo al comedor, recojo de encima de la mesa el periódico atrasado y demás papeles y los meto en una bolsa para tirarlos.
Preparo los bártulos y me dispongo a hacer gimnasia.

Y así un día, y otro, y otro…

jueves, 19 de junio de 2014

Fin de la amistad


Aunque Conchita poseía grandes dotes de seducción, no consiguió, ni entonces ni nunca, llevar al huerto a Maribel. La situación (tan incómoda) se resolvió sin menoscabo para Conchita porque Maribel disimuló y enseguida pasaron a otra cosa. Ninguna de las dos aludió nunca a aquel affaire y continuaron siendo amigas.

La amistad acabó cuando Maribel contrajo matrimonio. Conchita fue incapaz de hacerse a la idea y durante los primeros tiempos telefoneaba repetidamente a su amiga proponiéndole salir con chicos que muchas veces acababa de conocer. Hacia el marido de Maribel desarrolló un odio tremendo, y acabó por no poder tenerlo delante.

domingo, 15 de junio de 2014

Tarde de estudio


Una tarde, Maribel y Conchita quedaron en la casa de la segunda para prepararse un examen. Cuando Maribel llegó, encontró a Conchita con un camisón transparente, largo hasta los pies y lleno de encaje. Semejante atavío no indiciaba que Conchita hubiera estado durmiendo la siesta porque lo complementaba con unos zapatos de tacón de aguja y maquillaje a tutiplén. Un look tan poco apropiado para la ocasión sumió a Maribel en la perplejidad más absoluta; pero aparentando naturalidad (y con algo de recelo) se sentó enfrente de su amiga dispuesta a iniciar el estudio.

sábado, 7 de junio de 2014

La vampiresa y el pipiolo


En una ocasión, Conchita intentó ligar con el hermano de Maribel. Fue un domingo de primavera en la casa que los padres de ésta tenían en la playa. Conchita salió al jardín y se encontró al joven amodorrado en una tumbona. Embriagada con el calor del sol y el olor de los narcisos, se acercó a él, y al ver su cuerpo serrano tan de cerca, la libido se le disparó. Saberlo poco ducho en las artes amatorias la excitaba todavía más… estaba al borde del clímax.

Cuando el pipiolo abrió los ojos y vio a la bella con el vestido de entretiempo abierto de arriba abajo y sus encantos apenas cubiertos con un sucinto biquini, le entró un acoquinamiento tremendo. Novato al fin y al cabo, no sabía qué hacer para salir del apuro; pero en eso llegó su hermana y se acabó el enredo.

lunes, 2 de junio de 2014

Darse el lote


Durante seis años, Conchita y Maribel fueron las mejores amigas. Sin matarse a estudiar, prosiguieron sus carreras, y en el tiempo libre se hartaron de reír, de ligar y de hacer cosas propias de su edad y condición.


Alguna vez, la actuación de Conchita desconcertó a su amiga. Es lo que ocurrió, por ejemplo, cuando, hecha un basilisco, le recriminó que se hubiera estado dando el lote con un estudiante del último curso mientras bailaba con él en una fiesta. Teniendo en cuenta que Conchita en materia de filetes era un as y que recomendaba su práctica, ese rapapolvo (impropio de ella) la hacía aparecer como cínica e incongruente. Lo único que cabe suponer es que la comía la envidia (el muchacho era mayor y estaba como un tren), los celos, o ambas cosas a la vez. 

sábado, 24 de mayo de 2014

Las mejores amigas


Conchita y Maribel eran antitéticas, pero enseguida que contactaron se hicieron amigas. El encuentro ocurrió por los años de 1970, estudiando ambas segundo o tercero de medicina. Conchita era de constitución pícnica, tetuda y con el pelo lacio y negro como el carbón. En las facciones le daba un aire a la protagonista de la película (entonces recientemente estrenada) Love Story. Era extravertida, dulce y coqueta, y entre cierto tipo de chicos tenía mucho éxito. Llevaba siempre vestidos que realzaban su espetera, y calzaba zapatos con plataforma. Había tenido novio durante cuatro años, y contaba unas cosas… Eso sí, el himen aseguraba tenerlo intacto. Maribel era alta, fuerte y con el carácter hacia adentro. Abusaba de los vaqueros y los jerséis holgados, y aunque no era femenina en el sentido clásico, tenía su público entre los compañeros de clase.
Conchita ensalzaba el cuerpo y la inteligencia de Maribel, y la instaba a vestir prendas ajustadas. A ésta los comentarios de su amiga le halagaban a la par que le avergonzaban un poco, porque los consideraba excesivos. Y en cuanto a lo de llevar vestidos que marcaran sus protuberancias, ni se lo planteaba. Primero porque apenas tenía; y segundo, porque no era su estilo y se hubiera sentido impostada además de incómoda. 

miércoles, 7 de mayo de 2014

Sobresueldos



El otro día, mientras paseaba con mi marido, me acordé de un allegado que se va a quedar en la calle porque no puede satisfacer los pagos de la hipoteca. Tiene cincuenta y ocho años, le es imposible encontrar trabajo y malvive con los cuatrocientos euros del paro. A lo largo del trayecto, vimos una fila de gente en la puerta de una iglesia esperando el reparto de comida; también vimos a un viejo hurgando un contenedor y llevándose desperdicios; a personas como nosotros mendigando en la puerta de los súper; y a una mujer con la mirada perdida y todas sus pertenencias en un carro de la compra, dando un paquete de pañuelos de papel a cambio de la voluntad.
Cuando volvimos a casa vimos en la televisión la contienda que había habido entre la Vicepresidenta del Gobierno y la portavoz socialista en el Congreso a cuenta del cobro de sobresueldos. A mi marido y a mí nos entraron ganas de vomitar, y los dos exclamamos al unísono: ¡Qué indecencia!

jueves, 1 de mayo de 2014

Una invasión en toda regla


¡Pobre Elo! ¡Menuda putada le hicimos presentándonos en su casa sin avisar! La cogimos sola, desastrada y sin la dentadura postiza. Nosotros éramos catorce, e íbamos sumamente atildados porque volvíamos de una procesión.
Cuando salió a recibirnos, aunque se mostró simpática y nos ofreció té, yo leí en sus ojos lo humillada y confusa que se sentía. Vestía con sayo, y como llevaba sandalias, sus dedos deformes y montados unos sobre otros estaban sin cubrir.
Entramos en la casa, y, como es obligado en el pueblo, nos la tuvo que enseñar. La recorrimos entera, y desde el poderío que nos daba el ir en comandita y calzados con zapatos de tafilete, los catorce cretinos visitantes la juzgamos así así. Nos llamó la atención una habitación interior con un jergón en el suelo que Elo utiliza como habitación anti-estrés.
A pesar de que invadimos su intimidad y la vimos desnuda, durante toda la visita Elo se comportó con una gran dignidad. Desde aquí le pido perdón, y le quiero decir que los catorce que la visitamos de improviso, no es que seamos malos: es que somos idiotas, que es peor.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Margarita y el estrés


A veces estoy tan cansada que creo que el corazón me va a dejar de latir. En esos momentos no tengo ganas de nada, ni siquiera de pensar; y no me refiero a hacer grandes elucubraciones, sino a discurrir, por ejemplo, sobre lo que voy a comer al día siguiente. En tal estado/situación, soy incapaz de discutir con nadie. Asiento a todo, y lo único que quiero es que me dejen en paz. Sólo me apetece tumbarme en el sofá y relajarme. En completo silencio, intento que mi cuerpo no exista y mi mente vague libremente por el espacio. A veces lo consigo y a veces no. Cuando es que sí, al cabo de un rato me levanto aliviada, pero la dicha dura poco porque recaigo enseguida.

lunes, 10 de marzo de 2014

Yo, Grano


¡Qué horror! Tengo un grano. Es enorme y tiene pus. Está en mi carrillo derecho, en las inmediaciones de la nariz. Lo detecté esta mañana en cuanto me desperté. Estuve palpándolo y fijando sus límites. Su pared estaba tan tensa que parecía a punto de reventar. Me regodeé imaginando el momento en el que el pus contenido en su interior saldría proyectado al espejo del cuarto de baño por la presión de las yemas de mis índices. Así ocurría siempre. Pero hete aquí que esta vez el grano no debía estar maduro porque, por más que apreté, no conseguí abrirlo, ni aun descabezándolo.
Ahora tengo una protuberancia asquerosa y horrible que reluce más que el sol. Con esto quiero decir que mis ojos, mi nariz, mi boca… son invisibles. Que todas mis facciones han desaparecido y que me he convertido en un grano andante.

Estoy desesperado… No sé qué hacer: precisamente esta tarde había quedado con la chica de mis sueños…

miércoles, 26 de febrero de 2014

Querida Tía Amalia


Mi tía abuela Amalia me hizo chocolatera y curiosa, y a fe que las dos aficiones me han hecho disfrutar. Mi tía se había quedado soltera, y para poder vivir había puesto una pensión. Cuando iba a verla, después de besuquearme como a una hija, me daba una onza de chocolate negro y espeso que yo me comía en un santiamén (ver paladear y degustar a los galgos siempre me ha dado repeluzno). El chocolate lo guardaba en una alacena que olía a canela y que tenía los anaqueles cubiertos con papel recortado.  A veces, si había visitas, mi tía sacaba de su interior una botella de chinchón y servía unas copitas. Animadas todas, ellas con el chinchón y yo con el chocolate, nos sentábamos en su cuarto de estar a conversar (yo escuchaba) y a mirar por la ventana. Como ésta daba a la plaza, aquel salón era un lugar estratégico para estar al tanto de todo lo que sucedía en el pueblo; y mi tía y sus amigas, con sus comentarios, excitaban mi curiosidad. Ese afán por conocer el mundo que me rodea me ha acompañado siempre: sólo que el ventanal ahora es la radio, la prensa o Internet; y el chocolate ya no es tan duro y tan amargo como entonces.

domingo, 9 de febrero de 2014

Los estragos del tiempo


El trompetista tenía un modo de actuar que parecía mismamente que te estuviera susurrando las canciones al oído. Interpretó filin y boleros, y el rubio y yo bailamos y volvimos a bailar, y nuestro baile fue la comidilla del pueblo durante meses. Apenas recuerdo de qué hablamos. Creo que me dijo que era camionero y fan de Manolo Escobar; y yo, probablemente, me declaré existencialista.

Una montonera de años después, en el juego de la cucaña, en las fiestas de mi pueblo, vi a un viejo enjuto y con gafas que no paraba de mirarme. Mi vecina me dijo que era él, pero se debió de confundir porque los ojos de aquel viejo no me daban frío ni calor, y si hubieran sido los de mi rubio me hubieran vuelto loca.

jueves, 30 de enero de 2014

Principio del affaire


Me cuesta contar lo que pasó luego, pero lo intentaré. Recuerdo que en la pista, en medio de la gente, descubrí al rubio comiéndome con los ojos; que me sentí atraída por él absolutamente; que mi amiga Orosia, que se percató del hecho, me advirtió de que tenía novia; que la noticia me trajo sin cuidado; y que supe que de manera indefectible, en cuanto empezara la música lenta, me sacaría a bailar.

En ese momento la orquestina tocaba música ligera. Recuerdo que la vocalista se desgañitó tocando “Juanita Banana” y que tuvo que ser sustituida por el trompetista, que también era cantante.

jueves, 23 de enero de 2014

Sigue el cuento


En la época en la que sucedió lo dicho en el escrito anterior, yo vivía en Barcelona y estudiaba Medicina. Había vuelto al pueblo a pasar las Fiestas del Patrón, y esa noche, en el baile, me encontraba eufórica y en completo bienestar.

¡Qué recuerdos!


Una vez, cuando tenía diecinueve años, crucé la mirada con un rubio larguirucho y por poco pierdo el sentido. Ocurrió en tiempo del rey Perico, en el baile de mi pueblo.