domingo, 9 de febrero de 2014

Los estragos del tiempo


El trompetista tenía un modo de actuar que parecía mismamente que te estuviera susurrando las canciones al oído. Interpretó filin y boleros, y el rubio y yo bailamos y volvimos a bailar, y nuestro baile fue la comidilla del pueblo durante meses. Apenas recuerdo de qué hablamos. Creo que me dijo que era camionero y fan de Manolo Escobar; y yo, probablemente, me declaré existencialista.

Una montonera de años después, en el juego de la cucaña, en las fiestas de mi pueblo, vi a un viejo enjuto y con gafas que no paraba de mirarme. Mi vecina me dijo que era él, pero se debió de confundir porque los ojos de aquel viejo no me daban frío ni calor, y si hubieran sido los de mi rubio me hubieran vuelto loca.

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