Yo siempre estoy en pose; no me relajo jamás. Mi lema es “antes morir que perder la compostura”...; pero el otro día tuve una experiencia catártica extraordinaria y me liberé.
Os lo explico: todo empezó cuando estaba delante de un anticuario, y un hombre se me acercó y entabló conversación conmigo. Yo contemplaba unos muebles expuestos en el escaparate; y él, con voz grave y bien modulada, me dijo que eran estilo Chippendale. Comenzamos a hablar y enseguida me percaté de que aquel desconocido y yo compartíamos el mismo código; y, quizá por eso, me dejé llevar. Nos fuimos a “El Nacional”; y allí, tomando una copa de cava, lo hice mi confidente.
Le hablé de mis anhelos y frustraciones; de mis miedos y mi desesperanza; de las reglas constrictoras que me impedían respirar y de mi resignación y mi acomodo... Me mostré tal como soy; y aquel hombre, ignorado hasta entonces, vio la parte oculta de mi alma.
Luego, cuando liberada y purificada expuse mi deseo de marcharme, el confidente y yo nos estrechamos la mano y nos dijimos adiós.