domingo, 15 de mayo de 2022

CON LOS CHURRETES RESBALANDO SOBRE MI CARA

 Me acabo de poner tinte en el pelo; y, mientras espero que el mejunje capilar haga efecto, me dedico a cavilar. Decido que ésta va a ser la última teñidura que me haga; que, a partir de ahora, voy a dejar que mis cabellos crezcan blancos como realmente son... 

Pero enseguida cambio de opinión. Me digo que las canas pueden fijar en mi ánimo la idea de vejez y zambullirme en ella; hacer que pierda el entusiasmo y me suma en la apatía.

Y es que, a mis sesenta y nueve años, un revoltijo de sentimientos me invade de vez en cuando. Es algo difícil de describir. Un totum revolutum en el que predomina la nostalgia y el miedo; tristeza por un tiempo que veo como desaparece y no puedo retener, y desasosiego ante lo que está por venir...

Abatida por estas impresiones y aguardando a que el proceso de coloración de mi melena se complete, intento insuflarme ánimo escuchando “El rock de la cárcel”. Mas no es una idea feliz ya que Elvis Presley me transmite demasiada energía. Con tanto brío empiezo a sudar y esa especie de asquerosidad negruzca que tengo en la cabeza comienza a resbalar sobre mi cara...

Nieves Correas Cantos


DESMADRE EN EL PATATAL

 No, que no: que del opúsculo que pergeñé sobre la lujuria tú no eres la protagonista... ¡Te lo juro por lo que quieras! Es obvio que en él aparecen coincidencias que pueden hacer sospechar: mi obra, por ejemplo, se titula “Desmadre en el patatal” y tú vives entre tubérculos; tampoco ayuda el hecho de que la escribiera inmediatamente después de enterarme de tu aventura con el vendedor de abonos... Pero si me dejas, intentaré explicarme.

Para empezar te diré que mi imaginación es tan fértil que del simple vuelo de una mosca puedo sacar la historia más rocambolesca. Asimismo tienes que saber que conocí tu devaneo cuando preparaba una serie de microrrelatos acerca de los siete pecados capitales y que es cierto que me sirvió de inspiración... Sin embargo, esta inspiración fue sólo un estímulo; algo que me animó a tratar la lascivia, empero sin otras implicaciones. Todo lo que conté provino de mi fantasía.

Mira, me gusta cultivar la apología, mas también la sátira; el disparate y la sensatez; el humor y la seriedad... Todo, menos la sosería y la vacuidad. No sé: creo que es mi manera de crecer como escritora. No obstante, lo que nunca he hecho ha sido ridiculizar a nadie. Satirizo cosas; jamás a personas. El único ser que me mueve a risa soy yo misma; o sea que soy mi propia risión.

Nieves Correas Cantos


EL OCULTADOR DE TALENTO

 I. El valor de la grisura

No soporto a la gente que destaca; sobre todo, a la que lo hace en disciplinas relacionadas con el intelecto. Y peor me cae la que, encima de sobresalir, se muestra condescendiente y/o adopta una actitud de falsa humildad, ya que de esta manera me siento más menospreciado...  No sé: yo sueño con un mundo en el que todo fuera gris; un universo en el que nadie resultara singular.

II. Cortar y pegar

Hubo un tiempo en el que me figuraba que los parches que se aplicaban como remedio contra el dolor valían también para tapar los méritos ajenos; que la virtud de los otros se podía esconder con pegotes... Asimismo imaginé que el esparadrapo podía servir para lo mismo; incluso toqué algunos rollos con la varita de mi caja de magia esperando lograr mis fines: que el cubrimiento de cualquier brillantez se alcanzara cortando y pegando tiras...

III. El trabajo ideal

Me gustaría que en la oferta pública de empleo salieran plazas de ocultadores de talento; creo que sería el trabajo más apropiado para mí. Entiendo que resultaría más efectivo malograr ese talento antes de que llegara a descollar, mas todo necesita su tiempo y ocasión.

IV. Recapacitando

Admito que acumulo mucho resentimiento. Soy de natural envidioso; y esa característica, unida a que nunca he provocado admiración en los demás, me han convertido en un hombre lleno de encono. Desconozco si tengo alguna cualidad; las habilidades de los que me rodeaban me han amargado tanto que no me han dejado ánimo para descubrir las mías y fomentarlas.

Nieves Correas Cantos


“PIZZZ”

 Como mejor me lo paso en la actualidad es contemplando las gracias de mi nieta. Observar su desarrollo me resulta fascinante; cada día logra sorprenderme con una nueva habilidad...

Cuando noto que fija la atención en una cosa, enfatizando al máximo le digo su nombre: PA-TI-NE-TE; FLO-RES; HIER-BA; GRA-FI-TI; TO-BO-GÁN...; y ella, después de ver salir la palabra de mi boca, intenta pronunciarla. 

Semanas atrás, el lápiz con el que yo escribía despertó su curiosidad. Aunque procuró cogerlo y rayar el papel, debido a su punta aguda apenas se lo permití; pero lo que sí hice fue enseñarle la manera de llamar a aquel objeto: LÁ-PIZ, expresé con gestos afectados... y la pequeñina, mirándome los labios y muy oronda exclamó: “PIZZZ”.

Nieves Correas Cantos


LA MULA MECÁNICA

                                                                                                                          Dedicado a Vicente

En el tiempo en que las labores agrícolas eran manuales, la llegada de la mula mecánica al pueblo causó sensación. A mí, que era una cría entonces, la visión de aquel artilugio capaz de arar la tierra me impresionó más que si hubiera tenido enfrente al mismísimo obispo o al gobernador. Fue algo alucinante; parecido a lo que sentí cuando, en las fiestas del patrón, descubrí a un saltimbanqui andando por el aire...

Y si flipé contemplando el funcionamiento del ingenio labrador, más admirada quedé presenciando su rebelión; el hecho de que dejara de obedecer las órdenes de su amo y se pusiera a pegar brincos por los bancales... Sucedió durante una fiesta campera; en el momento en el que el dueño del aparato hacía una demostración a los vecinos.

Una vez iniciado el alzamiento mular, el único recurso posible fue retirarnos a un otero cercano y esperar a que se le acabara el combustible. Mientras observábamos el espectáculo, aprovechamos para merendar...  

Unas semanas después, en la escuela, hice una redacción sobre lo que acaeció aquella tarde; la titulé “La rebelión de la mula mecánica” y saqué un diez.

Nieves Correas Cantos


LOS OJOS DE FLORENTINA

 

Hay ojos grandes y pequeños. De tonos inciertos y colores evidentes. Brillantes y animados como un tiovivo y apagados a semejanza de las sepulturas...

Asimismo hay ojos que miran retorcido y pupilas que rezuman nobleza y sinceridad. Luceros que parecen que se vayan a salir de las cuencas y globos hundidos. Órganos afectuosos y desabridos...

Existen los ojos de gavilán que, en “París era una fiesta”, dice Hemingway que tenía Zelda Fitzgerald... y los ojos de Florentina. Estos últimos, garzos y con traza de tener poderes mágicos, le permitieron a su dueña hacer de hada en todas las funciones infantiles y ser considerada una criatura especial. Y a mí, esos ojos insólitos que aparentan ver lo que a los demás nos resulta oculto me posibilitaron reconocerla después de casi cincuenta y cinco años. Sucedió en el pueblo, un día de la Semana Santa pasada. Ahora ella es una mujer madura y yo también...

Nieves Correas Cantos



UNO, OTRO, OTRE, OTRI...

 Mi última ida al pueblo pareció estar gafada. Cuando lo tenía todo preparado para emprender la marcha, se presentó un contratiempo que me lo impidió. Y en el momento en que dicho percance se solucionó, enseguida apareció otro; y después otre; y luego otri...

Ante tanta contrariedad y con una enorme sensación de impotencia, me di a imaginar que un hado repleto de mal humor me había convertido en objeto de su ojeriza; que con su influjo maléfico estaba malogrando mi viaje. También pensé que esta sucesión de reveses bien podía ser un aviso del destino. Una señal para que suspendiera mi periplo porque en algún recoveco del mismo acechaba la calamidad.

Al final, en cuanto se despejó un poco la situación, opté por echar a andar. Lo hice con mucha incerteza; pero es que física y mentalmente lo necesitaba...

Nieves Correas Cantos


EL CALVARIO DE ANA

 Mi nombre es Ana, pero todos me dicen Anita “la Disonante”. Para comprender por qué me llaman así hay que conocerme; saber que, debido a mi escasa capacidad de adaptación, voy provocando malestar por donde paso.

Antes, cuando tenía pocos años, esta ineptitud para amoldarme a diversos ambientes resultaba enternecedora; se podía achacar a la timidez que me causaba la inexperiencia y lo que hacía era aumentar mi embrujo. Pero, ahora que soy mayor, esta misma impericia se descubre grotesca.

Mi torpeza a la hora de integrarme me hace sufrir mucho; siempre me siento incómoda y disgusto a los demás. En estos casos soy como un grano fastidioso que a todos causa desazón.

En los momentos en los que estoy entre gente extraña siento que mi cuerpo y mi mente se agrandan considerablemente. Los brazos y las piernas me sobran. Me convierto en un ente disforme y maloliente imposible de encajar...  

Nieves Correas Cantos


¿ADÓNDE VAN LOS SECRETOS?

 ¿Adónde van los secretos? ¿Se quedan guardados en la memoria de sus protagonistas hasta que la muerte o el alzhéimer se los lleva? ¿Llegan a oídos de un cotilla que los esparce por todas partes? ¿Se plasman en el papel con la intención de inmortalizarlos? ¿Son contados a un confidente como objeto de un desahogo? 

I. La necesidad de descubrir la intimidad

 A lo largo de mi vida, diversas personas me han fiado sus secretos. Cumpliendo el aserto de que es más fácil descubrir la intimidad a un desconocido, en la mayoría de ocasiones los que se han explayado conmigo lo han hecho sin que hubiera existido una relación previa; guiados únicamente por la percepción de que yo era una criatura sin tabúes.

II. El Cerdudo

Una vez, el podador que cada año venía a cortar las ramas sobrantes de la parra me entregó unos diarios para que los leyera. A lo que me pareció, el hombre necesitaba contar episodios de su vida y creyó que yo era la recibidora idónea de sus confidencias; una destinataria que seguramente lo iba a entender...

En dichos textos, el limpiador de vides hablaba de sus seguridades e incertezas; de los complejos que le había provocado la falta de estudios; de su autodidactismo salvador... Explicaba cómo había terminado aceptando que lo apodaran “el Cerdudo” por tener mucho pelo en el pecho; una negrura que le salía por la escotadura de la camisa... Lamentaba haberse presentado a un concurso de lanzamiento de escupitajos en su juventud; no haber emigrado a América... 

III. La dama  

Lo único que me desconcertó de aquellos escritos fue lo relativo a unos juegos eróticos que el narrador aseguraba haber practicado con una dama. Placeres hermosamente descritos que me permitieron entrever la identidad de dicha dama y que me dejaron maravillada porque nunca imaginé que aquellas dos personas pudieran armonizar...

Nieves Correas Cantos


ANGUSTIA ASCENSIONAL

 ¿Cómo  tomé la determinación de vivir en un trigésimo piso? El día que firmé las escrituras debía de estar completamente enajenada... Cada vez que salgo a la calle o me recojo estoy minuto y medio en el ascensor. Para una persona aprensiva como yo, estos noventa segundos significan una eternidad. Un tiempo sin fin en el que no puedo despojarme de la sensación de catástrofe inminente. 

Cuando en el elevador no había cámara, a veces lograba aliviar la angustia haciendo monerías delante del espejo. Moviendo brazos y cara ponía gesto serio, alegre, burlón... Pero desde que en el techo del montacargas existe un ojo que todo lo ve, me siento incapaz de ejecutar tales ademanes y la ansiedad me puede.

Mientras voy subiendo, una impresión que se repite con frecuencia es la de que el suelo del habitáculo va a ceder en cualquier momento y voy a caer al vacío. Tratando de evitarlo, me imagino asiéndome fuertemente de los agarraderos que las paredes tienen a la altura de la mano y poniendo los pies encima de los zócalos que estas mismas paredes poseen en su parte inferior... En esos momentos el oído se me agudiza; cualquier crujido que crea que anuncia rompimiento aumenta mi tensión... 

Nieves Correas Cantos