domingo, 15 de mayo de 2022

¿ADÓNDE VAN LOS SECRETOS?

 ¿Adónde van los secretos? ¿Se quedan guardados en la memoria de sus protagonistas hasta que la muerte o el alzhéimer se los lleva? ¿Llegan a oídos de un cotilla que los esparce por todas partes? ¿Se plasman en el papel con la intención de inmortalizarlos? ¿Son contados a un confidente como objeto de un desahogo? 

I. La necesidad de descubrir la intimidad

 A lo largo de mi vida, diversas personas me han fiado sus secretos. Cumpliendo el aserto de que es más fácil descubrir la intimidad a un desconocido, en la mayoría de ocasiones los que se han explayado conmigo lo han hecho sin que hubiera existido una relación previa; guiados únicamente por la percepción de que yo era una criatura sin tabúes.

II. El Cerdudo

Una vez, el podador que cada año venía a cortar las ramas sobrantes de la parra me entregó unos diarios para que los leyera. A lo que me pareció, el hombre necesitaba contar episodios de su vida y creyó que yo era la recibidora idónea de sus confidencias; una destinataria que seguramente lo iba a entender...

En dichos textos, el limpiador de vides hablaba de sus seguridades e incertezas; de los complejos que le había provocado la falta de estudios; de su autodidactismo salvador... Explicaba cómo había terminado aceptando que lo apodaran “el Cerdudo” por tener mucho pelo en el pecho; una negrura que le salía por la escotadura de la camisa... Lamentaba haberse presentado a un concurso de lanzamiento de escupitajos en su juventud; no haber emigrado a América... 

III. La dama  

Lo único que me desconcertó de aquellos escritos fue lo relativo a unos juegos eróticos que el narrador aseguraba haber practicado con una dama. Placeres hermosamente descritos que me permitieron entrever la identidad de dicha dama y que me dejaron maravillada porque nunca imaginé que aquellas dos personas pudieran armonizar...

Nieves Correas Cantos


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