viernes, 22 de abril de 2016

Los últimos del Post


Queridos amigos: de vez en cuando leemos que, en aras de conseguir un bien común, tal o cual colectivo ha posado desnudo. ¿Tendremos que desnudarnos nosotros también para lograr que el Post siga adelante? ¿Será necesario que los presentes nos quitemos la vergüenza y la ropa para que los ausentes se despojen de su vergüenza y se manifiesten? 
Permitírnoslo nos lo podríamos permitir: todos estamos estupendos y tenemos una belleza espectacular; pero otra cosa es que pudiéramos vencer nuestro natural recato y modestia.
Caso de llevarse a cabo (el retrato colectivo), me gustaría que se presentara acompañado de la canción “Yo te diré”; interpretada por Marina Rosell. Esta canción (interpretada por otra artista) forma parte de la banda sonora de “Los últimos de Filipinas”; y aunque el tema de esta película no tiene nada que ver con la materia que nos ocupa, a mi me encanta esta habanera. Además, en cierto modo, nosotros podríamos ser “Los últimos del Post”.
P.D. He oído decir que pasar por esta circunstancia (siempre que se haga con respeto y buen gusto, y que te saquen favorecida) es cuasi como tener una experiencia psicodélica: que te liberas y que sales enormemente reforzada.

domingo, 17 de abril de 2016

Carta a mis amigos del Post


Queridos amigos: desde hace unos días, me cuesta entrar en el Post y me irritan cosas que antes me eran indiferentes. Como creo que estos son síntomas de cansancio y de falta de ilusión, he decidido desaparecer e ir a buscarla (la ilusión). Considerando lo animosa y lo vehemente que soy, es probable que mañana o pasado vuelva con ella; pero si no es así, os deseo lo mejor hasta que esto ocurra.
Antes de deciros adiós quiero hacer un llamamiento a todos aquellos que no se deciden a participar: sin vuestro concurso y vuestra savia nueva, este rincón tan querido irá languideciendo y desaparecerá.
Hasta la vista.

En un hospital público


A mi amiga Asensia se le rompió una cadera. La llevaron al hospital y la operaron; y después, ha permanecido en un pabellón anejo hasta que ha vuelto a andar. Durante estas semanas la he visitado con frecuencia; y para mí ha sido una experiencia inigualable.
Para empezar diré que Asensia competía con su compañera de habitación en llevar el pijama más alegre y divertido; y como disponían de peluquería en la planta, a veces las encontraba perfectamente acicaladas. Para quien quisiera, también había capilla y oficios religiosos. Era enternecedor ver como algunos enfermos se ponían traje y corbata para asistir a misa. 
A determinadas horas, las habitaciones permanecían abiertas de par en par; y los enfermos y sus visitantes pasaban de unas a otras solicitándose ayuda o entablando conversación.
A media mañana había que ir a fisioterapia. A veces, Asensia y sus amigas se mostraban remisas porque estaban muy a gusto de palique; pero el personal las convencía, y, salvo causa de fuerza mayor, no se libraba nadie. En el gimnasio andaban entre barras paralelas y subían y bajaban por una rampa y escaleras; y el esfuerzo y los progresos de cada uno servía de acicate para los demás.
En mis visitas vespertinas nos sentábamos en la amplia sala común, y mientras unos y otros caminaban apoyándose en los pasamanos de las paredes, no era raro que alguien viniera a sentarse a tu lado y te contara su vida. Allí casi todos conocían la vida y milagros de los demás; y todo era una suerte de terapia de grupo que evitaba el aislamiento y la depresión.
Para acabar quiero decir que mi amiga ya está en su casa; que sube y baja (siempre acompañada) veintiún escalones cada día porque vive en un primer piso sin ascensor; que cada tarde (a ratos andando y a ratos en silla de ruedas) va al casal a jugar a las cartas; y que mi amiga Asensia tiene noventa y cuatro años.

El sumo interesante


El escrito de Pucho “La banda sonora”, que me encantó, me hizo pensar en mis primeros guateques...
El sumo interesante fue mi partenaire de baile en mis primeros guateques. Lo llamábamos así por su aire lánguido, su aspecto fatigado cual si llevase el peso del mundo sobre sus hombros y su poca conversación. Me sacaba dos cuartas en estatura y al menos cinco años en edad; y aunque no me acuerdo de su nombre verdadero, aún me parece sentir mis brazos pendiendo de sus hombros, y mi flequillo rozando su mentón. Me agarraba por la cintura y bailábamos acompasadamente, pero jamás intentó ir más allá.
Con el paso del tiempo, el sumo interesante pasó a ser en mi magín el sumo colocado. Fue después de que empezara, ya mayor, a atar cabos: ese arrastrar de pies; ese balbucir y esa lengua trabada; esos ojos brillantes; esos lebrillos de cuerva y esas pastillas de “café con leche” entrevistas en una habitación anexa donde los “pequeños” no teníamos acceso...

sábado, 2 de abril de 2016

¡Jesús! ¡Qué feíta es!


Yo de pequeña era tan fea que la gente se santiguaba cuando me veía, y exclamaba: ¡Jesús! ¡pobre creatura! ¡qué feíta es!
Después, con el lustre que da la mocedad me enmendé, pero nunca he sido bien parecida. Mis amigas ligaban y yo no; y cuando algún chico me sacaba a bailar, era porque alguna le había pedido que lo hiciera mientras bailaba previamente con él.
Tampoco he sido brillante. Durante toda mi vida he tenido que luchar con dureza para conseguir lo que otros parecían obtener sin esfuerzo; y las más de las veces, nada me ha salido a la primera.
Los hados jamás me han sido propicios; de hecho, fracasé en mi matrimonio, arrastro problemas de salud y económicos, y tengo un montón de pejigueras.
Me caen mal esas guapitas de cara que nunca se ponen enfermas y que parece que han nacido de pie. Son prepotentes y vanidosas; no las soporto.
En la gente provoco rechazo y conmiseración a partes iguales. Lo del rechazo tiene que ver con mi agresividad y es un círculo vicioso: la gente me rechaza porque soy borde y yo cada día soy más borde porque la gente me rechaza. Y lo de que siempre me tengan lástima me humilla y me hace tener baja la autoestima. Lo que más me gustaría es ser admirada; se debe sentir una sensación... 
De vez en cuando, para aliviar mis penas, me tomo un lingotazo de ajenjo; y fui muy feliz en un viaje que hice a Lourdes. Allí me encontré con gente que sufría más que yo, y pude pasar, por primera vez en mi vida, de ser compadecida a compadecer. Me sentí poderosa y magnánima: volví muy confortada.

Los tres nombres de mi menda


El primero es María de las Nieves. Así me pusieron cuando nací, y así figuro en mi carné de identidad. Supongo que debía resultar chocante ver a un gorgojo con un nombre de tanta envergadura, pero lo cierto es que nunca me llamaron así.
El segundo es Many. Así me dicen mi familia y todas las personas que entraron en mi vida antes de que cumpliera diecisiete años. Es el nombre que llevo en el corazón, porque lo eligió mi madre para mí; y es el nombre que me liga con todo lo entrañable y lo íntimo. Oírlo pronunciar me emociona.
Y el tercero es Nieves. Empiezo diciendo que a mí este nombre me encanta. Me gusta su sonoridad; lo que denomina; que lo llevaba mi abuela... Comencé a usarlo en la Universidad, después de decidir quitar el María a mi nombre primigenio; y siento que me representa ante el mundo. Él y yo formamos un todo, y nos imprimimos carácter y personalidad recíprocamente.
En fin, amigos: que como veis, mi nombre me gusta.
Y para acabar os diré que mi vida pública y mi vida privada están tan diferenciadas y son tan impermeables que no es posible que alguien de una de ellas me llame por el nombre que corresponde a la otra. Me parecería una impostura; no lo soportaría.
Fins aviat!