jueves, 29 de diciembre de 2022

TONTO POR UN DÍA

 Cuando de joven, en mi pueblo, me nombraron Mozo Lumbrera, me hicieron la pascua. Quiero decir que la citada designación, lejos de beneficiarme, me perjudicó. Como soy un maniático, en el momento en el que me sentí investido de prestigio intelectual, dejé de ser yo y me convertí en un esclavo de mi reputación; un horrible yugo del que nunca he conseguido liberarme...

Ahora, en los instantes en que mi fama de hombre sapiente me atenaza, pienso en que, a mí, lo que me gustaría es ser tonto por un día. Despojarme de mi sesudez y dedicarme a hacer y decir simplezas durante toda una jornada. Y después de esa fecha, continuar desbarrando de vez en cuando, sin que me importara de ningún modo la opinión de los demás... 

Nieves Correas Cantos

LA CHICA YOYÓ

 Cuando le digo a mi nieta de veintidós meses que es una chica yeyé, ella, para contrariarme, declara que yoyó. Mi menda, haciendo grandes aspavientos, le expresa que no es yoyó, sino yeyé. Pero la pequeñita insiste que yoyó; y servidora, fingiendo furor, reitera que yeyé...

En este punto de la pendencia, ambas nos ponemos a cantar la tonadilla que tan bien interpretó Conchita Velasco mientras nos movemos al compás; y mi consuegra, que ha asistido divertida a todo el espectáculo, se une al jolgorio...

Nieves Correas Cantos

DE TINTES Y REVISTAS DE PAPEL CUCHÉ

 ¡Al fin lo he hecho! Me refiero a teñirme el pelo. Lo venía posponiendo porque me daba una pereza tremenda; pero, hace un rato, me he armado de valor y he procedido. 

Como ocurre siempre, el tinte ha mejorado mi apariencia y mi estado emocional. Entre la mujer que veía reflejada en el espejo antes del entintado capilar y la que contemplo ahora media un abismo. La fémina actual parece tener veinte años menos que la otra y mucha más disposición.

Y así, colorida y exultante, ya sólo me falta zambullirme en el cotilleo de las revistas merculinas para alcanzar un estado que se asemeje bastante a esa cosa que llaman contento. ¡A sumergirme voy! 

Nieves Correas Cantos

LA DESMESURA – Crónica de una función

 Lo mío no fue sandez, sino sarcasmo. Ironía para digerir un panorama que se me antojaba desolador. Espectáculo donde la desmesura alcanzaba lo grotesco...

Luego me arrepentí. Desaparecido el rubor provocado por tal exceso, lamenté  haberme burlado con tanta crueza de semejante situación. Después de todo, sólo se trataba de un concierto en el que el cancionista (un gran músico pese a todo) derrochaba romanticismo y en el que sus fanes le correspondían enardecidos...

Nieves Correas Cantos

NOSTALGIA POR UNA AFICIÓN PERDIDA

 La pandemia me ha quitado las ganas de ir al cine. Antes de que llegara la plaga, acudía a las salas de estreno al menos una vez a la semana; pero después del azote no las he vuelto a pisar.

Películas sigo viendo muchas; mas son de las que tengo en casa o de las que echan por televisión. Sin quererlo, a veces me pongo derrotista y pienso que la costumbre de sentarme ante una gran pantalla no la voy a retomar jamás. Tengo la impresión de que me he alejado demasiado de los cambios que se han producido en el mundo del celuloide y de que me va a ser imposible conseguir que sus novedades me resulten atractivas.

Sumida en la nostalgia por esa afición perdida recuerdo la primera vez que vi “Un tranvía llamado Deseo”. Fue en el Grand Cinema de una capital de provincia, cuando iniciaba la muchachez. Aunque ya había leído varias veces la obra de Tennessee Williams, no por ello los personajes dejaron de impactarme de una manera extraordinaria... En medio de la impiedad que se respiraba, siempre me conmovió la figura de Harold Mitchell por esperanzadora; ese amigo interpretado en el filme por Karl Malden...

Nieves Correas Cantos


DE BOTIJOS Y MOLLERAS

 Para preservar sus respectivos contenidos, ni el botijo ni la cabeza conviene tenerlos mucho tiempo al sol. Siempre que nos encontremos en un lugar donde éste dé de lleno, la alcazarra hay que guardarla debajo de un sombrajo; y la testa también. Aunque si el dueño del tiesto está moviéndose de una parte a otra, lo mejor que puede hacer es cubrirlo con un pañuelo moquero con cuatro nudos en las esquinas o con un sombrero de segador. Con cualquiera de las dos cosas, mocador o güito, logrará protegerse del astro.

Porque si no nos resguardamos y dejamos que el piporro y la sesera estén expuestos al rigor de la superestrella, el agua incluida en el primero y las ideas comprendidas en la segunda se calentarán hasta hacerse caldo y desaparecer; y luego pasa lo que pasa y se ve lo que se ve...

Nieves Correas Cantos

LA ESFINGE PUÑETERA – El juego de las palabras

 Por no ser nada comunicativa en el pueblo me decían “La Enigmática”; pero como a mí dicho epíteto no me satisfacía demasiado, me fui a ver a un renombrado apodador para que me sacara otro con más caché. El experto, un hombre muy leído y escribido, después de cobrarme cincuenta duros y de una intensa cavilación, me denominó “La Esfinge Puñetera” y con este alias me quedé. A mí el nuevo mote me gustaba ya que tenía reminiscencias literarias; y, también, porque al ser una muchacha tan reservada y nacida en un lugar llamado Puñeta, me caracterizaba de manera perfecta.

Asimismo apreciaba yo en el remoquete unas connotaciones siniestras que me divertían. Me refiero a que además de su significado primigenio, podía representarme ante los despreciables cotillas a modo de una fémina sibilina y fastidiosa que les ocultaba información... 

Nieves Correas Cantos


LA PRIMERA VEZ QUE OÍ “GEORGIA ON MY MIND”

 Admito que en un contexto de Semana Santa como el que estábamos, lo normal hubiera sido interpretar una saeta o cualquier otra música procesional; pero ese “Georgia on my mind” por el que se arrancó un trompetista de la banda local, aunque en un primer instante me descolocó, logró cautivarme.

Sucedió después de un acto religioso; cuando algunos nazarenos e instrumentistas entraron en el bar en el que nos encontrábamos mis amigas y yo con el propósito de esparcirse.

Para mí, escuchar por primera vez la canción de Hoagy Carmichael, y de una manera tan incongruente, resultó una experiencia vital muy honda. Conforme el solista ejecutaba la pieza, me fui liberando de convencionalismos cascarriosos hasta alcanzar el culmen del arrobamiento. Las notas esparcidas desdibujaron los límites de mi ortodoxia y la incoherencia que estaba viviendo trocó en genialidad... 

Este episodio de mi existencia lo recordé ayer mientras viajaba con unos amigos a Sitges. En el coche empezó a sonar “Georgia on my mind” y yo me retrotraje al momento que acabo de narrar... 

Nieves Correas Cantos


EL SEÑOR CARRACUCA Y LOS AFECTOS

 No sé quién fue Carracuca, pero eso no obsta para que lo miente en algunas ocasiones. Es una cuestión práctica: su alusión como término comparativo me permite descubrir con prontitud diferentes estados de ánimo. De esta manera, si un día me levanto pesimista y lo veo todo de una negrura semejante a la del hollín, pues digo que estoy más desmoralizada que Carracuca y la gente me entiende enseguida. También tiene una visión clara de mi situación cuando, después de un enorme porrazo, por ejemplo, manifiesto que me encuentro más descoyuntada que Carracuca; o más dislocada que este señor; o más desacoplá...

En la actualidad me siento muy muy desconcertada; mucho más que Carracuca, el ser que tanto renombro. El motivo de mi confusión es que un amigo entrañable ha comenzado a mostrarme desapego. De modo inesperado, evidencia que quiere alejarse de mí... No sé; mi comportamiento con él siempre ha sido impecable. Si lo suyo es veleidad, quizá en el momento en que quiera volver ya no se pueda recomponer la amistad; al menos no con el cariño que había antes...

Nieves Correas Cantos


MIENTRAS ME HAGO EL RODETE

 En este período de la vida cercano a la vejez, muchas veces flaqueo. Pero cuando mi ánimo mengua, una voz interior que identifico con la fuerza de voluntad me conmina a seguir adelante. Sin vaguedades me dice: ¡no te pares! Y yo no me detengo porque sé que si lo hago, ese será el principio del fin. Entonces, como me ocurre ahora, me pongo a escribir...


MIENTRAS ME HAGO EL RODETE

Yo no me peino con prontitud y de cualquier manera. ¡Qué va! En componer mis canas puedo tardar una eternidad...

Lo primero que hago es preparar los utensilios necesarios: el peine de marfil; la bacinilla de porcelana en la que lo sumerjo; un peinador de batista que coloco sobre mis hombros para guardar el vestido...

Después, me gusta pasar la peinilla mojada por mi pelo una vez y otra. Enroscármelo y elaborarme un moño; sujetarlo con horquillas... Disfruto mirándome en el espejo del tocador y viendo reflejados en él episodios de mi vida. Sucesos simples y rocambolescos. Incidentes que me hicieron reír y/o llorar...

A convertir el adecentamiento matutino en una ceremonia de gran importancia para el espíritu me enseñó mi abuela. Ella decía que era el momento de la jornada en el que solía venir el arrebato; la coyuntura ideal para hacer introspección y comprobar si uno está hueco por dentro...

Nieves Correas Cantos


LA CARIÁTIDE DEL MONTACARGAS--Mi metamorfosis en estatua

 El comportamiento que guardo dentro de los ascensores no ha variado con la pandemia. Exceptuando el uso de mascarillas cuando tocó, mi manera de actuar en estos habitáculos siempre ha sido la misma: la propia de una efigie.

Una figura que, consciente de la cantidad de efluvios ajenos que contiene el tabuco, apenas respira. Imagen detenida; con la boca cerrada a cal y canto y emitiendo extraños sonidos si algún compañero de viaje se empeña en platicar...

Mi transformación en estatua cada vez que cojo el cuchitril me reporta provechos insospechados. Hace poco, un vecino que es artista ganó un premio de fotografía retratándome de esta guisa. Con mi brazo levantado como si estuviera sosteniendo el techo del elevador, el camarógrafo tiró la instantánea y la tituló “La cariátide del montacargas”... 

Es evidente que después del galardón he adquirido cierta fama; y también que todo el mundo me conoce por el apelativo con el que me llamó el virtuoso de la escalera. 

Nieves Correas Cantos


DE ASEADOS Y MARRANOS

 La COVID-19 no ha modificado mi aprensión. Era escrupulosa en el tiempo previo a la pandemia y lo sigo siendo ahora. Mi celo se refleja en la necesidad que tengo de lavarme las manos varias veces al día. Pero no en jabonármelas al tuntún, ni tampoco respondiendo a un deseo irresistible y continuo de purificación como si fuera una obsesa... No; yo siempre me limpio las palmas con orden y concierto. Cuando mi conocimiento de la higiene me impulsa a ello... 

En este valle de lágrimas y en lo que se refiere a tal asunto he visto de todo. Garras desolladas de tanto restregarlas y extremidades mugrientas; seres aseados y adoradores de la guarrería; delicia y asquerosidad...

Hace años, una mañana en la que el metro iba repleto de personal, observé un hecho que me impactó. Se trataba de un hombre que después de haber llevado la mano puesta en la barra en la que se agarraban centenares de dedos, se la introdujo en la boca y comenzó a hurgarse los dientes... ¡Y luego se la sacó y la volvió a situar en la barra! ¡Y enseguida a la boca de nuevo! En fin, que en cuestiones de aseo hay gente pa tó...

Nieves Correas Cantos


LA VIDA SIN INCUMBENCIAS

 En la vida es bueno tener cometidos; incumbencias que cumplir. Levantarte por la mañana y saber adonde ir. Sostener obligaciones que por un lado pueden agobiar; y, por otro, dar sentido a la existencia...

Yo, por ejemplo, antes tenía una misión que ejecutar y era muy feliz. Sin que nadie me hubiera dado atribuciones para ello, cada día me apostaba en la encrucijada de caminos que hay a las afueras de mi pueblo y me dedicaba a mostrar la ruta a todo viajero que anduviera despistado. Me convertía en una espacie de mojón parlante, como si dijéramos...

He de manifestar que el oficio de orientador caminero me hacía sentir útil y poderoso a la vez. Gozaba de la posibilidad de ayudar a los transeúntes y/o de ser su peor pesadilla. Dependía de mi voluntad que llegaran a su destino o que acabaran en el extremo opuesto...

Mas llegaron los móviles y mi época maravillosa terminó. Con los teléfonos mostrando los itinerarios con todo detalle, ya no hacía falta mi concurso. Al principio continué yendo a la intersección; no obstante, como los coches no se detenían, pronto desistí...

Entonces, sin cargos que me hicieran experimentar que alguien me necesitaba, me entregué a vegetar. Me convertí en una planta que veía pasar el tiempo a través de la ventana. Y así estuve hasta que harto de languidecer... ¡me inventé un nuevo compromiso! 

Nieves Correas Cantos


miércoles, 9 de noviembre de 2022

LA SIMPLICIDAD Y LA SIMPLEZA--Una lección de estilo

                                                                                                                            Dedicado a J.

Mi amiga Bibiana es un encanto. Combina la sencillez con la ilustración; así que su discurso rezuma simplicidad y carece de simpleza.

Hable de lo que hable, siempre resulta amena. Es indiferente que trate temas trascendentales o el asunto más trivial; en todo momento logra captar la atención de sus oyentes.

Una tarde en la que yo andaba con el ánimo alicaído, me contó cómo iba a ser el vestido que le estaban confeccionando para una boda y consiguió cautivarme.

Con su sonora voz y su desparpajo, me fue enumerando los detalles de un modelo que ella misma había diseñado teniendo en cuenta las características del cuerpo a nuestra edad: que si drapeados para disimular el ensanchamiento de la cintura; que si manga francesa con objeto de ocultar la flacidez de los brazos... ¿El género?  Por supuesto de seda... ¿Los zapatos? Sin duda de tacón. Nos reímos muchísimo. Recuerdo su disertación al modo de una lección de estilo.

Nieves Correas Cantos


LAS SOMBRAS DEL CEMENTERIO Y LOS CERRILLOS DE RASPAS

 Las sombras del cementerio nunca nos atraparon. Pero la adolescencia sí que nos alcanzó; y, cuando lo hizo, nos despojó del candor infantil...


LAS SOMBRAS DEL CEMENTERIO Y LOS CERRILLOS DE RASPAS

I. En mi niñez, los chiquillos y las chiquillas de la calle jugábamos a las mismas cosas. Quizá ellos se abstenían de saltar a la comba y nosotras de empujar las canicas con el dedo; mas las otras diversiones nos entretenían  de manera igual. Además, ningún crío se quedaba fuera del esparcimiento. Todos juntos, en pelotón, cual manada de traviesos canijos, nos dejábamos caer por los montículos de escobajo; explorábamos las cuevas en las que se cultivaba champiñón; e, interceptando la luz, proyectábamos nuestras figuras sobre las paredes de los zaguanes...

II. Sin embargo, la aventura más apasionante de todas las que emprendíamos era la excursión al cementerio la antevíspera de Todos los Santos. Entonces sí que experimentábamos miedo de verdad... Íbamos al anochecer; con la intención de desafiar a las sombras de los muertos que en ese momento deambulaban por allí. Después, una vez hecha la provocación, volvíamos corriendo a la villa con ellas persiguiéndonos de cerca. Aunque las imágenes espectrales, acaso por ser etéreas, jamás lograron cogernos...

III. La que sí consiguió atraparnos fue la adolescencia. En el tiempo en que llegó,  abandonamos la costumbre de entrar en las grutas de hongos; también de tirarnos por los cerrillos de raspas... Y los fantasmas del camposanto dejaron de interesarnos... 

En esos instantes, los que volaban detrás de nosotras eran nuestros compañeros de juegos; empero no con el ánimo de darnos empujones, sino de agarrarnos con los brazos. La actitud de unos y otros cambió; nos empezamos a ver de modo diferente...

Nieves Correas Cantos 


LA CORPOREIZACIÓN DE LAS PALABRAS

 Sé que lo que voy a contar es difícil de creer, mas afirmo que es verdad. Una vez, vi salir una palabra de la boca de un hombre. Y cuando digo que vi salir una palabra, me refiero a que la percibí con los ojos; no con los oídos ni con la imaginación. 

El vocablo divisado fue “viripotencia”; una voz hasta ese momento ignorada por mí.

Recuerdo que el término corporeizado presentaba una forma fálica; y, también, que la hendidura oral por donde apareció tenía arriba un pomposo mostacho y dentro varios dientes de oro. Piños áuricos que con certeza añadieron fulgor al insólito espectáculo...

El episodio que acabo de narrar lo viví durante el tiempo que estuve escuchando una plática entre dos varones. En dicha conversación, el dueño de la dentadura resplandeciente le manifestó a su interlocutor que a Benito, el huevero, le faltaba viripotencia. Como yo entonces desconocía el significado de tal palabro y no tenía ni idea de quién era Benito, no pude saber si el de las muelas amarillas llevaba razón. Aunque lo que sí pensé fue que la expresión “viripotencia” tenía muchas connotaciones... y así sucedió que se hizo imagen.

Nieves Correas Cantos


DE HORIZONTES Y CÉFIROS

 I

Cuando arribé por primera vez al pueblo donde habito, me pareció tan hermoso y con un cielo tan azul que en el magín se me representó como un zafiro. Deambulando por sus calles me percaté de que soplaba una brisa que acariciaba el cuerpo  y espoleaba el espíritu; y fueron estas dos cosas, horizonte y viento, las que me cautivaron y me han mantenido atada durante años a semejante lugar.

II

Pero ahora tengo ganas de cambiar de residencia. Dejar el municipio zafirino y lanzarme a descubrir otros espacios que me puedan seducir. Experimentar las virtudes de lo nuevo...

III

Verdaderamente tendría que haberme ido hace tiempo; cuando el grueso del paisanaje abandonó el sitio por unas causas o por otras y comenzó el declive. Entonces me figuraba que cada vecino que se alejaba se llevaba con él un trozo de corindón; y la impresión llegó a ser tan fuerte que hasta podía percibir la mengua del tamaño de la piedra y el apagamiento de su maravilloso color...

IV

Aun así no perdí la ilusión, ya que el retorno ocasional de algún ausente me permitió seguir sintiendo su influjo; y también, porque los que se quedaron conmigo y los que fueron incorporándose de manera sucesiva nunca me defraudaron.

V

Mas en la actualidad tengo la sensación de que algo ha sacudido el guindo en el que me encontraba y he aterrizado en la funesta realidad. He advertido que la esencia que me enamoró ya no existe en este entorno. Que aquello que lo caracterizaba y lo hacía tan admirable desapareció; que mi esperanza estaba basada en un espejismo...

Nieves Correas Cantos


ENTRE EL ESPERPENTO Y LA IDIOTEZ

 Desconozco si estos ataques de risa que me dan algunas veces se deben a mi tendencia a esperpentizar o a que soy idiota; pero, en cualquier caso, siempre que me entran me ponen en un apuro.

Ahora, por ejemplo, me está viniendo uno de dichos accesos y no sé qué hacer. Temo que voy a dar el espectáculo porque no me puedo controlar. Me hallo en una ceremonia de gran solemnidad y justo en este momento las carcajadas pugnan por salir de mi garganta. Mas como cierro los labios y no las dejo aparecer, impetuosas se escapan por los orificios de la nariz provocando unos sonidos muy extraños. Los presentes, personas empingorotadas al máximo, me observan con cara de perplejidad, si no de recriminación; y a mí, al borde del despendole, no cesan de presentárseme tics... ¡Parezco un androide haciendo cosas rarísimas!

Aunque no todo lo que ocurre es malo cuando uno lleva puestas las gafas de ver esperpentos. Advertir los aspectos grotescos de ciertas realidades puede equipararse a tener experiencias psicodélicas de primera magnitud. 

Nieves Correas Cantos


LOS ESQUIMALES, LOS CHINOS Y LA PRINCESA RESPLANDECIENTE

 En la sesera siempre he llevado dos bolas: la del mundo y la del circo. La primera me ha permitido conservar el interés en la realidad; y la segunda, entregarme al fantaseo. Una y otra me resultan fascinantes; y a ambas hallé cuando era pequeña.

Mirando el globo terráqueo me olvidaba del tiempo. Me ubicaba yo y situaba a los demás. Con la punta del dedo recorría mares y montañas hasta llegar a los lugares donde vivían los seres que figuraban en los libros y en los filmes. Buscaba en qué parte estaban Cuba, Estados Unidos y Rusia porque salían mucho en el periódico debido a un conflicto que llamaban la Crisis de los Misiles. Conocía el emplazamiento del Papa, de los esquimales, de los chinos... Y también descubrí que las islas Canarias no estaban en el lado en el que aparecían en los mapas.

Con la segunda esfera me topé una mañana al volver de la escuela y quedé deslumbrada. Sucedió en el momento en que entré en el circo que había llegado al pueblo por motivo de las fiestas patronales y la vi en medio de la pista. Encima de ella había una mujer en pie y con los brazos extendidos. Vestía un bañador de lentejuelas e intentaba mantener el equilibrio. Me pareció una princesa resplandeciente cabalgando el planeta Tierra...  

Nieves Correas Cantos


ASÍ SOMOS NOSOTROS... ¡CREO!

 Sobre qué escriben los viejos, pregunta Pucho. Y yo le respondo que los narradores viejos siempre escriben sobre lo mismo; de temas que hieden de tan gastados como están. Batallas sobadas y requetesobadas que a nadie interesan, aunque algunos lectores finjan que sí... Lo propio de plumíferos caducos que no se aventuran a transitar por andurriales ajenos a lo manido; de gente de todas las edades que ha renunciado a estrujarse el magín...

Y luego estamos nosotros: literatos mayores, pero no rancios; Pucho y todos los que pululamos por aquí... Autores honrados y con un gran bagaje experiencial que puede servirnos de fuente de inspiración. Frikis con un deseo irresistible de contar cuentos y patrañas. Idos y venidos que no desistimos de inventar ¡y de estar en vanguardia!

Nieves Correas Cantos


EL PAÑOLÓN HALLADO

 Hace un rato, buscando una falda negra en el armario, he encontrado un precioso pañolón que no recordaba que tenía. Conserva un color amarillo; y, aunque es más largo que ancho, no cabe denominarlo echarpe.

El toparme con la tela limonada me ha provocado un gran contento por la utilidad que le puedo sacar. En este tiempo otoñizo en el que al amanecer hace frío y durante el día calor, dicho paño se me antoja el complemento ideal para solventar aquesta contrariedad. A primera hora lo puedo lucir alrededor del cuello y, en el mediodía, llevarlo guardado en el bolso. Voy a proceder de semejante manera quizá hasta que pase el veranillo de San Martín.

Mi pañuelo hallado se lo compré en un antaño lejano a un comerciante al que llamaban el de los machos bien apretaos. Recuerdo que el susodicho era admirado por su fortaleza y templanza. Decía que lo primero que había que hacer por las mañanas era atarse bien los machos previendo lo que pudiera suceder...

Nieves Correas Cantos 


EL VARÓN CUITADO - 1965

 En el pueblo en el que vivo me llaman el Varón Cuitado. El remoquete me lo puso un pedante resentido y enseguida hizo fortuna. A mí me disgusta; aunque tengo que reconocer que el apodo se ajusta muy bien a mi apariencia de hombre permanentemente afligido.

La tristeza que causa mi aspecto lastimero viene de no haber sabido encontrar a tiempo mi camino. De haber desperdiciado los mejores años ejerciendo el oficio de barrenero, cuando ésa no era mi vocación. De no dar en el momento oportuno con el escondrijo donde radicaba la felicidad...

Mas en la actualidad, si no radiante, algo ufano sí que estoy. Hace poco, descubrí de manera casual la profesión de manicuro y enseguida advertí que eso era lo que me hubiera gustado ser a mí. Entre tijeras, limas, esmaltes y acetonas noté que me hallaba en mi elemento... Con estos enseres en la mano ahora puedo desarrollar mi creatividad;  convertirme en el máximo hacedor de virguerías ungulares; sentirme realizado. De forma desinteresada corto los padrastros a mis vecinas; les pulo las uñas; se las laco. ¡Y un viajante de pintaúñas me tiene enterado de las últimas novedades!

Nieves Correas Cantos


DE PAN, ARENQUES Y EMBUTIDOS

 Ayer fue la primera vez que comí bocadillo de ensalada. La acababa de aliñar y se me antojó tomarla de esa manera. Mientras la ingería, me di a pensar en los diferentes tipos de emparedados que había probado durante mi vida y pronto perdí la cuenta. Infinidad de chuscos rellenos de diversos alimentos inundaron mi magín como si fueran globos aerostáticos ocupando el cielo...

En medio de todos ellos sobresalían los bocatas de tomate, aceite y un diente de ajo picado, ¡mis favoritos! También descollaban las rebanadas de pan acompañadas de un arenque; pedazos de hogaza y sardinas prensadas que guardo en la memoria más íntima...

Incluso aparecieron los clásicos sándwiches de jamón y queso que nunca me gustaron demasiado. Y panecillos con una morcilla o un chorizo dentro... ¡ay las morcillas y los chorizos! Sólo con verlos me entraba la basca. No podía con esos embutidos. Los amantes de semejante yantar me consideraban una descastada...

Nieves Correas Cantos


GUADALUPE SE SINCERA EN LO QUE SE REFIERE A SU MATRIMONIO

 Lo peor ha sido su falta de apoyo; el haberse negado sistemáticamente a erigirse en mi puntal. En la vida cotidiana, cuando he necesitado su aliento, nunca lo he encontrado. El sitio que tenía que ocupar sosteniéndome siempre ha estado vacío. Y es más: en los momentos en los que ha habido que posicionarse, de modo invariable lo ha hecho a favor de fulano, de mengano, o de Perico el de los palotes... de cualquiera, menos de mí.

Al principio, yo esta actitud la veía como una suerte de reafirmación personal. Pensaba que su comportamiento no era más que una forma de hacerse el duro; un intento de reforzar su identidad frente a la mía que debía de resultarle apabullante. Pero después, esa desasistencia que creía temporal trocó en permanente y tuve el convencimiento de que jamás podría contar con él.

Tampoco me cupieron dudas sobre los motivos de su desabrigo; pura y simplemente era porque no me amaba, e incluso diría que aborrecía mi brillantez...

Me he acostumbrado a defender mis causas careciendo del refuerzo conyugal; antes lo aguardaba impaciente, mas ahora ya no lo espero. Sé que es imposible que venga; empero lo echo de menos...

 Nieves Correas Cantos


LAS INFAMES COPLILLAS DE UN AMANTE DESPECHADO

 ¡Será cretino! ¡Pues no ha escrito un poema donde satiriza mi falta de naturalidad! Un coplón destinado a ridiculizarme. Lo ha titulado “El artificio de doña Catalina”; aunque su naturaleza es tal que el epígrafe que mejor lo definiría sería el de “La regurgitación de don Borondón”. Se trata de un bodrio infumable; una pésima composición no apta para mentes cultivadas.

En sus ripiosos versos, el poetastro critica mi sofisticación y la califica de estomagante pose. Dice que la sencillez ha desaparecido de mi vida y que el rebuscamiento desfigura todos mis actos. Se burla de mi afectación y me tilda de esperpéntica...

¡Y pensar que si yo a este sujeto no lo hubiera rechazado cuando me cortejó, ahora lo tendría ensalzando mi elegancia! Pero eso sí, sus textos laudatorios serían tan malos como los denigrativos; los propios de un hombre de corto talento y larga vanidad.

Nieves Correas Cantos


EL GUARDIÁN DE LOS RECUERDOS-Mi querido memorión

 Este verano, mi amigo Benito, el antiguo alfarero, ha adquirido la condición de guardián de los recuerdos. Y no es que los mandamases pueblerinos lo hayan nombrado para tal cargo al tuntún, ¡qué va! Lo han hecho observando determinadas circunstancias y después de una profunda reflexión.

La realidad es que mi barrero favorito tiene una memoria prodigiosa; una aptitud para retener y cuidar el pasado extraordinaria. Cualquier paisano que se sienta acosado por el olvido puede acudir a él con la certeza de que le ayudará a rememorar.

Independientemente de cómo sublime cada uno lo vivido, Benito siempre fijará la historia con precisión.

Mi querido memorión es versado en remembranzas de los años sesenta del siglo anterior. Es la década que más le gusta. Las cosas que sucedieron entonces se le quedaron grabadas de un modo especial.

En un reciente anochecer estival, mientras degustábamos una copita de absenta en su patio, estuvimos evocando el golpe emocional que nos provocó bailar juntos “Ma Vie” en esa época... ¡Nos hartamos de reír!

Nieves Correas Cantos


ESPAÑA CAÑÍ

 Tengo muchas cualidades, mas como carezco de gracia, ninguna me permite resplandecer. Mi insulsez es aplastante; no sé a nada. Me asemejo a esos arroces hervidos que sólo con aparecer en el plato causan depresión.

Cuando me siento insegura, que es siempre, sueño con una escuela de donaire a la que acudir y con un gentil profesor que me elegantice. En mi psicodélica fantasía, me imagino entrando en dicha academia como pavisosa y plúmbea y saliendo hecha un encanto; con todas mis prendas al descubierto...

Tendrían que enseñarme a caminar con garbo. Yo he intentado aprender andando por el pasillo de mi casa al son de “España Cañí”, pero no lo he conseguido... También creo que me favorecería un corte de pelo parecido al que lleva Lucía Bosé en la película “Muerte de un ciclista”... 

Necesitaría que me insuflaran desparpajo, ¡grandes dosis de desparpajo! Desenvoltura escritural, oral, gestual y de todo tipo. Sal, sal, sal...

A veces pienso que lo mejor sería convertir mi sosería en atractivo; mi insipidez en sugestión... aunque desconozco el modo de hacer eso.

Nieves Correas Cantos 


CEDER EL PASO

 El otro día, harta de tener que ceder siempre el paso a los demás, me planté y dije ¡basta! Sucedió en una calle de la ciudad, cuando caminaba por mi derecha y me crucé con una fémina que venía en dirección contraria. Como ni ella ni yo hicimos ademán de apartarnos, quedamos detenidas frente a frente; sin hablarnos y lanzándonos miradas desafiantes. Y en tan grotesca situación permanecimos hasta que un transeúnte convenció a mi antagonista de que depusiera su actitud porque el derecho estaba de mi parte.

La mujer al fin se desvió, mas lo hizo profiriendo insultos; llamándome gilipollas y otras lindezas por el estilo. Y yo quiero decirle a esta persona que ninguno de los epítetos que me dedicó me son aplicables. Que mi acto de rebelión ante la mala educación no fue frente a la suya particularmente, sino también contra la de tantos y tantos con los que me encuentro cada día...

Mi hastío es infinito. Yendo siempre por mi lado, estoy cansada de tener que retirarme de mi camino para dejar que pasen quinceañeros que invaden la acera y parece que no me ven; u hombres fornidos y más jóvenes que yo; frescales en general; canes con dueños inciviles... Y lo mismo da que me vean cojeando; empujando el carrito de mi nieta o cargada como una bestia.

Nieves Correas Cantos


LA NOSTALGIA CITADINA

 En este final del estío me acuerdo mucho de Alonso, un buen amigo que ha decidido quedarse a vivir permanentemente en el pueblo. Tan resolutivo ha sido su proceder que se ha desprendido de su morada en la urbe y ya figura en el padrón municipal. Y todo ha ocurrido por efecto de una experiencia que tuvo a primeros de agosto. Algo de tipo místico que le sobrevino en las postreras horas de un día, mientras tocaba el clarinete en el patio de su casa.

A mí, el comportamiento de mi allegado me parece una temeridad, por no decir un disparate. Creo que, antes de ejecutar su intención, tendría que haber sopesado los pros y los contras de abandonar la ciudad y establecerse en la villa... aunque ¡quién soy yo, con mi natural osado, para aconsejar prudencia!

En cualquier caso, a mi compadre le deseo lo mejor. Que, cuando todos los veraneantes se hayan ido y el amanecer y el anochecer parezcan tocarse, no se sienta invadido de soledad y nostalgia citadina. Espero que la mucha quietud que se respira en el campo sea siempre para él viento que lo acaricie y no losa que lo aplaste. Que en las noches mágicas en las que interprete “Pequeña flor” se pueda percibir su dicha y no su disgusto...

Nieves Correas Cantos

DE VACAS Y FLORES

 Cuando Aurora se despertaba, lo primero que hacía yo era hablarle de la vaca Nicolasa. Sí, de esa bóvida pintada por Andy Warhol que colgaba de una pared de su habitación y que tanto la atraía. Se me ocurrió llamarla Nicolasa no sé muy bien por qué; pero a la pequeña pareció gustarle el nombre y las historias que inventaba sobre ella...

Le contaba que la res había invitado a sus amigos rumiantes a merendar en el prado; una tierra en la que además de yerba, crecían flores como las que figuraban en otra reproducción de Warhol colocada al lado de la del animal bovino... 

Nieves Correas Cantos

ÉRASE UNA MUJER A UN PERICÓN PEGADA

 En este verano tan tórrido, no he podido prescindir del abanico. El instrumento en cuestión se ha convertido en la prolongación de mi mano; y, como es muy grande y llamativo, el aspecto que ofrezco es el de una mujer a un pericón pegada.

Mi ingenio refrescador tiene el color rojo de las brasas; el emblema de la pasión y de mi carácter. Sus recias varillas son de lo más adecuadas para ejecutar un perfecto abaniqueo; con un efecto vendaval que resulta extraordinario. También me sirve el ventalle para arrearle buenos abanicazos al sofá cuando quiero quitarle el polvo... e  incluso lo utilizo como protector solar, ahuyentador de insectos y rascador de piel.

En las pocas ocasiones en las que no guardo el abano al final de mi extremidad, noto que me falta una parte necesaria; tengo la sensación de estar manca...

Nieves Correas Cantos 

LA MUTANTE VISAJERA

 Durante el tiempo que mi nieta permaneció con nosotros en el pueblo, estuve haciendo tonterías sin parar; lo que se dice niñeando ininterrumpidamente. Obviando mi adultez, me di a ejecutar monerías y aspavientos de una manera desaforada; toda yo fui puro ademán... En algunos momentos creí que nunca podría recuperar mi condición de desarrollo; que, con tanto hacer cosas impropias de una persona formal, acabaría convertida en una especie de mutante visajera. Y es que a la pequeña le chifla verme gestear; y, para mí, su disfrute es el mayor impulso.

Nieves Correas Cantos 

miércoles, 31 de agosto de 2022

OPINIONES DE UNA COSTURERA

 ¡Ya tengo! Me refiero a críticos. Soy lencera; y, hasta ahora, venía moviéndome por el universo de la ropa interior de una manera discreta. Pero ha sido comenzar a destacar, e ir apareciendo reprobadores de mis prendas uno detrás de otro. Me dicen de todo: que si mis calzones están hechos con telas inusuales y poco prácticas; que los ajustadores resultan muy simples porque carecen de florituras... En fin.

Y no es que yo me niegue a aceptar un buen consejo. ¡Qué va! Una recomendación bienintencionada la valoro siempre. Agradezco que me señalen los fallos, puesto que  saberlos y enmendarlos es el primer requisito para crecer. Mas de lo que abomino es de los aspirantes a corseteros que van por la vida intentando degradar el trabajo ajeno. Sí; ésos que, incapaces de crear corpiños y enaguas admirables, vierten su frustración en vituperios disfrazados de amables observaciones.

Nieves Correas Cantos

EL TORMENTO DE UN PARAPOCO

 Aquella vecina rolliza me martirizaba con sus comentarios. Criticaba mi manera de ser; mi timidez excesiva. Decía que era muy corto, vergoñoso, encogido... ¡Cualquier epíteto referido a mi condición le parecía bueno! ¡No dejaba de meterse conmigo!

Su crueldad llegó al máximo el día en que me apodó “Parapoco”. Me denominó así cuando había mucha gente alrededor, a fin de que el mote triunfara. ¡Fue horrible! Algunas personas lo adoptaron y de este modo me llamaron desde entonces.

Yo en ese tiempo aguantaba la pubertad y esta despiadada mujer era mi bestia negra. La odiaba y temía por igual. En su presencia, se acentuaba mi retraimiento y me sentía completamente acoquinado; incluso, físicamente, su volumen crecía y el mío menguaba.

Como no podía esquivarla ya que el lugar en el que vivíamos era muy pequeño, ni tampoco quería quejarme a mis mayores por miedo a parecer disminuido, lo que hice fue satirizar contra ella; pergeñar historietas donde la ridiculizaba. Fue una válvula de escape que me permitió seguir viviendo.

Nieves Correas Cantos

IN AETERNUM

 Aquella mujer era muy cursi; tanto, que a veces resultaba patética. Confundía el refinamiento con la afectación; y, de este modo, pretendiendo aparecer elegante, se manifestaba melindrera. Su hacer y su lenguaje siempre estaban faltos de sencillez, como si la espontaneidad no existiera...

Era un horror escucharla. En una ocasión en la que hablando en un tono coloquial le dije que lo que se ponía en Internet se quedaba ahí pa siempre, ella me contestó con voz engolada que efectivamente; que cualquier información que se colgara permanecería en la Red in aeternum... Llegados a este punto sólo me cupo exclamar: ¡Atiza! 

Nieves Correas Cantos

ASUNTOS DE MUNDANERÍA

 Ahora pensamos que aquel hotel en el que nos alojamos en el año catapum era una casa de citas; mas, en su momento, ni lo llegamos a sospechar. ¡Y mira que el decorado de la habitación daba pistas! Una cama enorme a ras del suelo; profusión de cojines de todos los colores esparcidos por aquí y por allí; espejos estratégicamente situados; hilo musical; media luz... ¡Pero nada! De ningún modo barruntamos que semejante sitio tuviera algo que ver con un lupanar; ni tampoco la regente, con su excesiva amabilidad y los joyeles tintinando, nos pareció una trotaconventos... 

La verdad es que nosotros veíamos tal escenografía como algo psicodélico; el sumun de la originalidad. ¡Estábamos encantados! Y es que, entonces, en asuntos de mundanería, Jota y yo éramos un par de zoquetes aún por desasnar...

Lo que cuento sucedió durante un periplo por el sur de Francia; en un tiempo remoto.

Nieves Correas Cantos

TRES PURITANAS Y UNA CANCIÓN

 Aquellas tres puritanas estaban obsesionadas con la canción “Bésame mucho”. Se pasaban el día escuchándola; y, al atardecer, cuando acabado el rosario se dedicaban a paliquear, concluían que se trataba de una melodía sumamente peligrosa. Una composición que embotaba la diligencia y propiciaba el abandono...

Conjeturaban las severas criaturas que en un ambiente penumbroso y con el bebercio a mano, cual podía ser un sarao, la pieza en cuestión multiplicaría por mil sus efectos dañosos. Que como despertaba el deseo de toquetearse, besuquearse, propasarse... sería fácil caer en una situación de desenfreno; un desmadre general o putiferio que no conduciría a ningún lugar honroso.

Nieves Correas Cantos  

EL FORNICIO MALOGRADO DE PELAGIA Y SIMÓN

 La otra noche, cuando nos encontramos en el sarao de Hageo, sentí una alegría inmensa. Advertí que tú te emocionabas igual... ¡Cincuenta años han pasado, dijiste! Y en efecto, hacía medio siglo que no nos veíamos. El abrazo que nos dimos mostrando nuestro contento fue entrañable; un estrujón tan íntimo que tuve la sensación de que nos fundíamos otra vez...

Más tarde, en el hotel, mientras bebíamos champán y preludiábamos la culminación, miré en lo más hondo de tus ojos buscando lo conocido; lo permanente; lo que me confirmara la certeza de que seguías siendo tú. Después, me abandoné al deseo...

Pero no sé en qué momento del fornicio la magia desapareció. El delirio, cual pérfido compañero, se evanesció dejándonos bajo el fulgor de la cordura; y con ella aluzándonos nos percatamos de que el tiempo había transcurrido. Entonces llegó la incomodidad; la vergüenza; el arrepentimiento...

Nieves Correas Cantos 

LA MUJER ENJALBEGADA

 Cuando ayer el dermatólogo me dijo que no podía volver a aplicarme cosméticos, sentí que se me presentaba un problema trascendental; una enorme contrariedad, porque no concibo la vida sin ellos.

Salvo en la infancia, siempre me he exhibido enjalbegada. Durante toda mi adultez, lo primero que he hecho cada día al levantarme ha sido cubrirme la cara con un montón de potingues; y sólo he vuelto a mi estado natural por la noche, inmediatamente antes de irme a dormir.

Con el kohl, pintalabios, arrebol, perfilador... me conformé en tiempos pretéritos una máscara de guapura, y con ella puesta es como me siento yo. Los tiznajos en los ojos que me ahondan la mirada forman parte de mi fisonomía; y el colorete en las mejillas que da luz a mi rostro también; y el carmín en los labios... 

Con la faz desprovista de mejunjes, sin poder refugiarme en el artificio,  me siento desnuda; como si llevara al aire mi intimidad. Por lo tanto, no sé de qué manera voy a poder cumplir con la prescripción del médico...

Nieves Correas Cantos

sábado, 18 de junio de 2022

¡POR CRITICONES!

 Tropezarte con alguien conocido unas veces gusta y otras no. Dependiendo de las circunstancias en las que estés, hay momentos en los que tal coincidencia te parece fantástica y situaciones en las que quisieras que la tierra te tragase.

Hace unas semanas, por ejemplo, me topé con una persona en el instante más inoportuno y quedé desolada. Sentí tanta vergüenza que lo único que apetecí fue que el suelo se abriera y desaparecer por el hoyo.

Ocurrió en un área de servicio de la autopista, muy de mañana; justo cuando mantenía una conversación telefónica con un amigo y tenía activado el altavoz. En dicha plática, mi íntimo y yo analizábamos el look de varios de los convidados a una boda a la que habíamos asistido el día anterior. Examen en el que, por ser ambos muy observadores y creernos lejos de oídos indeseados, nos esparcíamos. ¡Vamos, que prácticamente no dejábamos títere con cabeza!

El caso es que la zona de aparcamiento por la que yo iba hablando y paseando parecía desierta; pero, de pronto, apareció una cabeza por la ventanilla de un coche y me llamó por mi nombre. Una testa que casualmente pertenecía a uno de los invitados objeto de nuestra atención y que además me pidió que saludara de su parte a mi compadre...

Nieves Correas Cantos


SIN DISCREPANCIA

 ¡Mira que en los años sesenta del siglo pasado echaban películas lacrimógenas! Las de Joselito afligían hasta a los más impasibles; y las de Juanito Valderrama también...

En el pueblo íbamos de dramón en dramón, con algún filme del Oeste, cómico o de amor y lujo intercalado. Pero eran pocas las cintas entreveradas; prácticamente nunca podíamos dejar de llorar...

Frente a semejante exposición sensiblera, más de un espectador comenzó a flaquear. Quiero decir que hubo quien, ahíto de tanto sentimentalismo exagerado, empezó a encontrar hilarante lo que antes le había parecido conmovedor...

Sin embargo, cuando proyectaron “Los paraguas de Cherburgo”, la respuesta del público fue unánime. El conjunto de los asistentes nos sentimos arrobados con la historia. Los decorados, música, intérpretes, vestuario, coreografía... Y al final, en el momento en que se reencuentran los amantes, todos a una mostramos nuestra emoción. ¡Fue como una gran catarsis pueblerina! Un llanto general e incontenible que a punto estuvo de inundar la sala... ¡Hasta las parejas de novios, sentadas en la última fila y con las madres de ellas haciendo de carabina, dejaron de sobarse y se unieron al plañido! Y los mandamases, que como siempre estaban pontificando, también. 

Nieves Correas Cantos


AQUELLOS JUNIOS EN VEJER

 I. A cielo descubierto

En mi niñez, junio era el mes de la siega. En mayo, los hombres recogían las habas; y, en el tiempo del solsticio, cortaban la mies y la trillaban. 

También era el periodo en que los días, que venían estirándose como si fueran chicles, alcanzaban su máximo esplendor; y la época en que cesaba la actividad escolar y a algunos críos nos permitían dormir en la era.

Pernoctar teniendo el firmamento por techo me parecía la experiencia más maravillosa que alguien podía tener. Contemplando las estrellas era fácil quedarse embelesado; entrar en éxtasis. 

II. El Cerro de las Maldades 

Asimismo, fue en junio la primera vez que oí a un barbateño denominar a Vejer “El Cerro de las Maldades”. El bocazas era un chisgarabís que cada tarde llegaba con la marea alta mostrando galleo. Un mequetrefe que al preguntarle sobre el porqué de dicho nombre, me respondió que se debía al gran número de vejeriegos que acababan ahorcándose.

A mí, aquella justificación se me antojó una mentira gordísima; una trola destinada a desacreditarnos. Que yo conociera, sólo se habían colgado de un naranjo dos hombres: uno que se casó con una harpía (un ave fabulosa según creía yo entonces) y otro que se arruinó.

No quiero terminar este escrito sin añadir que los maledicentes del pueblo de Vejer llamaban al pueblo de Barbate “El Hoyo de la Peste” por el mal olor que desprendía el guano que creaba.

Nieves Correas Cantos


viernes, 17 de junio de 2022

RESPUESTAS ALCORNOQUEÑAS

 Todos tenemos algo o mucho de burricie. Una parte asnal que nos hace desbarrar en ocasiones. Las personas vehementes, entre las que me incluyo, somos duchas en discurrir fuera de razón; pero también lo son las que albergan prejuicios y/o las que simplemente carecen de finura intelectual.

Cuando se manifiesta nuestro lado pollino, estamos capacitados para responder con pésimas memeces a las mayores sutilezas; y, si nos alargamos, podemos acompañar la sandez de alguna que otra patochada o coz. 

Es conveniente señalar que la aparición de partidarios de nuestras tonterías no nos beneficia. El sentirnos respaldados nos vuelve ufanos; nos impide reflexionar y nos lleva directamente a cometer el siguiente yerro.

Ni que decir tiene que al destinatario de nuestras declaraciones extemporáneas lo dejamos helado. Perplejo y lleno de vergüenza, la mayoría de veces piensa que no merece la pena contestar.  

Nieves Correas Cantos


EL OMBLIGO DOMINADOR Y LA GALERÍA DE CAUTIVOS

 Aunque no lo parezca, soy muy desgraciado. Mi ego me tiene absorbido de tal suerte que todo lo que está fuera de él ha dejado de existir. Se comporta como un monstruo engullidor que nunca se sacia; un engendro morboso y atrayente que jamás ve cumplida su necesidad de atención. Es un martirio porque me ha privado de cualquier interés; he acabado convertido en un esclavo sin apegos ajenos a mi propio yo.

Ahora, una muchacha muy apañada me quiere dibujar. Se trata de una pintora que en el pasillo de su casa tiene láminas de cautivos en lugar de retratos de antepasados. La susodicha se figura que estoy sometido a una fuerza centrípeta de la que no puedo escapar; dice que soy un infeliz sujetado a la presión de un ombligo gigantesco y que así me va a representar...

Mi artista está encantada con su proyecto. Me ha asegurado que en su pinacoteca voy a figurar en sitio preferente; muy por delante de la sierva de los convencionalismos, el prisionero de su incontinencia verbal y todos los demás... ¡Veremos en qué termina todo ya que un emplazamiento secundario no lo voy a aceptar!

Nieves Correas Cantos


EL JUEGO DE MAGIA Y LOS BARCOS DE PAPEL

 De todos los conocimientos que poseo, un truco de magia que aprendí de pequeña es el que considero de más valor. Con dicho ardid he podido entretener a muchos críos; hacerlos felices durante unos instantes y ser dichosa yo.

El juego, consistente en adivinar qué carta ha sido extraída y vuelta a meter en una baraja, me lo enseñó un ilusionista que llegó al pueblo en las fiestas de san Dionisio, nuestro patrón. Recuerdo que el mago instaló su barraca entre la caseta de tiro y el carrusel; y también me acuerdo de que su mujer era médium y su cuñado faquir.

El prestidigitador, que siempre iba vestido con una túnica fosforito y gastaba mucha prosopopeya, no me descubrió el secreto naipesco a cambio de nada. Lo hizo después de que yo le contara cómo había podido pasearse san Dionisio por todo París llevando su cabeza cortada debajo del brazo. Y mis explicaciones debieron de ser tan de su agrado que el buen hombre, además de en el ilusionismo, me introdujo en el arte de la papiroflexia. De un modo concreto aprendí a hacer barcos de papel y cajitas  de madalenas... 

Nieves Correas Cantos 


¡NO ME APETECE DISCUTIR!

 Los años me han quitado las ganas de discutir. Antes, cuando era joven, siempre estaba presta para el debate; mas ahora me da una pereza tremenda todo lo que huela a controversia.

Y no creo que esta vaguería se deba a que me noto con menos agilidad mental para argumentar y contraargumentar, sino a que en la actualidad percibo el mundo de otra manera. No sé. Evidentemente voy perdiendo facultades; pero es que tengo la impresión de que la sociedad se está volviendo inhóspita en exceso. Considero que la ecuanimidad es un atributo demodé y el fanatismo va en alza; que cada día somos más intransigentes y tenemos más prejuicios...

Además es que advierto que en el campo de las ideas hemos avanzado muy poco. Cuando se trata de defender opiniones políticas o religiosas, por ejemplo, la mayoría de nosotros (yo la primera) esgrimimos pensamientos del año catapum; conceptos que hieden de lo caducos que son y/o de la demagogia que contienen. Raramente somos capaces de aportar algo novedoso; juicios que hagan crecer al que nos escucha...

Nieves Correas Cantos


LUTGARDA Y EL BUSCADOR DE ESTRELLAS

 Aquel hombre me encandiló y, como consecuencia, incurrí en un desvarío. Un dislate de una mujer casada del que me arrepentí nada más cometerlo; cuando ya estaba todo hecho y no cabían remedios...

Mi amante circunstancial era poseedor de numerosas prendas; cualidades espirituales y físicas a las que no me pude resistir. Para empezar, tenía un apelativo con reminiscencias literarias. Un sobrenombre, Ponciano “el Oscuro”, que, cada vez que lo oía, me evocaba la obra “Jude el oscuro” de Thomas Hardy... Es probable que tal epíteto se debiera a su afición a escribir poemas difíciles; versos enrevesados que, a pesar de que casi nadie los leía por su complejidad, se negaba a abaratar... 

También era mi héroe un virtuoso del clarinete; un solista capaz de crear sonidos embelesadores con ese instrumento. Un músico que descolocaba primero y arrebataba después...

Y un astrónomo que buscaba estrellas...

Y un ser flaco y velludo...

Y poseía ese atributo que tan grande hace a los hombres: la delicadeza.

Nieves Correas Cantos


EL PLACER ESTÉTICO DE EPAFRÁS

 Una vez, cuando era joven, asistí a un desfile y quedé deslumbrado con el glamur que desprendían las modelos. Reparé en que todas llevaban mechas en el pelo; guedejas teñidas de diversos colores. También advertí que la compostura de aquellas muchachas era tan exagerada que la falta de naturalidad se hacía visible. Entonces adiviné que lo artificioso podía resultar tan fascinante como lo sencillo; e, incluso, que lo podía superar.

Tiempo después, en París, pude confirmar mis primeras impresiones acerca de lo exquisito. Sucedió cuando un domingo asistí a la misa mayor en la iglesia de la Madeleine. Allí sí que acabé completamente obnubilado; sin rastro de vulgaridad, todo aparecía distinguido...

Para completar mi recorrido por el mundo del hechizo, al terminar la celebración, anduve por el Faubourg Saint-Honoré contemplando sus escaparates...

Luego llegó el verano; y, al volver al pueblo, proseguí mi cultivo observando la belleza sin pervertir.

Nieves Correas Cantos


domingo, 15 de mayo de 2022

CON LOS CHURRETES RESBALANDO SOBRE MI CARA

 Me acabo de poner tinte en el pelo; y, mientras espero que el mejunje capilar haga efecto, me dedico a cavilar. Decido que ésta va a ser la última teñidura que me haga; que, a partir de ahora, voy a dejar que mis cabellos crezcan blancos como realmente son... 

Pero enseguida cambio de opinión. Me digo que las canas pueden fijar en mi ánimo la idea de vejez y zambullirme en ella; hacer que pierda el entusiasmo y me suma en la apatía.

Y es que, a mis sesenta y nueve años, un revoltijo de sentimientos me invade de vez en cuando. Es algo difícil de describir. Un totum revolutum en el que predomina la nostalgia y el miedo; tristeza por un tiempo que veo como desaparece y no puedo retener, y desasosiego ante lo que está por venir...

Abatida por estas impresiones y aguardando a que el proceso de coloración de mi melena se complete, intento insuflarme ánimo escuchando “El rock de la cárcel”. Mas no es una idea feliz ya que Elvis Presley me transmite demasiada energía. Con tanto brío empiezo a sudar y esa especie de asquerosidad negruzca que tengo en la cabeza comienza a resbalar sobre mi cara...

Nieves Correas Cantos


DESMADRE EN EL PATATAL

 No, que no: que del opúsculo que pergeñé sobre la lujuria tú no eres la protagonista... ¡Te lo juro por lo que quieras! Es obvio que en él aparecen coincidencias que pueden hacer sospechar: mi obra, por ejemplo, se titula “Desmadre en el patatal” y tú vives entre tubérculos; tampoco ayuda el hecho de que la escribiera inmediatamente después de enterarme de tu aventura con el vendedor de abonos... Pero si me dejas, intentaré explicarme.

Para empezar te diré que mi imaginación es tan fértil que del simple vuelo de una mosca puedo sacar la historia más rocambolesca. Asimismo tienes que saber que conocí tu devaneo cuando preparaba una serie de microrrelatos acerca de los siete pecados capitales y que es cierto que me sirvió de inspiración... Sin embargo, esta inspiración fue sólo un estímulo; algo que me animó a tratar la lascivia, empero sin otras implicaciones. Todo lo que conté provino de mi fantasía.

Mira, me gusta cultivar la apología, mas también la sátira; el disparate y la sensatez; el humor y la seriedad... Todo, menos la sosería y la vacuidad. No sé: creo que es mi manera de crecer como escritora. No obstante, lo que nunca he hecho ha sido ridiculizar a nadie. Satirizo cosas; jamás a personas. El único ser que me mueve a risa soy yo misma; o sea que soy mi propia risión.

Nieves Correas Cantos


EL OCULTADOR DE TALENTO

 I. El valor de la grisura

No soporto a la gente que destaca; sobre todo, a la que lo hace en disciplinas relacionadas con el intelecto. Y peor me cae la que, encima de sobresalir, se muestra condescendiente y/o adopta una actitud de falsa humildad, ya que de esta manera me siento más menospreciado...  No sé: yo sueño con un mundo en el que todo fuera gris; un universo en el que nadie resultara singular.

II. Cortar y pegar

Hubo un tiempo en el que me figuraba que los parches que se aplicaban como remedio contra el dolor valían también para tapar los méritos ajenos; que la virtud de los otros se podía esconder con pegotes... Asimismo imaginé que el esparadrapo podía servir para lo mismo; incluso toqué algunos rollos con la varita de mi caja de magia esperando lograr mis fines: que el cubrimiento de cualquier brillantez se alcanzara cortando y pegando tiras...

III. El trabajo ideal

Me gustaría que en la oferta pública de empleo salieran plazas de ocultadores de talento; creo que sería el trabajo más apropiado para mí. Entiendo que resultaría más efectivo malograr ese talento antes de que llegara a descollar, mas todo necesita su tiempo y ocasión.

IV. Recapacitando

Admito que acumulo mucho resentimiento. Soy de natural envidioso; y esa característica, unida a que nunca he provocado admiración en los demás, me han convertido en un hombre lleno de encono. Desconozco si tengo alguna cualidad; las habilidades de los que me rodeaban me han amargado tanto que no me han dejado ánimo para descubrir las mías y fomentarlas.

Nieves Correas Cantos


“PIZZZ”

 Como mejor me lo paso en la actualidad es contemplando las gracias de mi nieta. Observar su desarrollo me resulta fascinante; cada día logra sorprenderme con una nueva habilidad...

Cuando noto que fija la atención en una cosa, enfatizando al máximo le digo su nombre: PA-TI-NE-TE; FLO-RES; HIER-BA; GRA-FI-TI; TO-BO-GÁN...; y ella, después de ver salir la palabra de mi boca, intenta pronunciarla. 

Semanas atrás, el lápiz con el que yo escribía despertó su curiosidad. Aunque procuró cogerlo y rayar el papel, debido a su punta aguda apenas se lo permití; pero lo que sí hice fue enseñarle la manera de llamar a aquel objeto: LÁ-PIZ, expresé con gestos afectados... y la pequeñina, mirándome los labios y muy oronda exclamó: “PIZZZ”.

Nieves Correas Cantos


LA MULA MECÁNICA

                                                                                                                          Dedicado a Vicente

En el tiempo en que las labores agrícolas eran manuales, la llegada de la mula mecánica al pueblo causó sensación. A mí, que era una cría entonces, la visión de aquel artilugio capaz de arar la tierra me impresionó más que si hubiera tenido enfrente al mismísimo obispo o al gobernador. Fue algo alucinante; parecido a lo que sentí cuando, en las fiestas del patrón, descubrí a un saltimbanqui andando por el aire...

Y si flipé contemplando el funcionamiento del ingenio labrador, más admirada quedé presenciando su rebelión; el hecho de que dejara de obedecer las órdenes de su amo y se pusiera a pegar brincos por los bancales... Sucedió durante una fiesta campera; en el momento en el que el dueño del aparato hacía una demostración a los vecinos.

Una vez iniciado el alzamiento mular, el único recurso posible fue retirarnos a un otero cercano y esperar a que se le acabara el combustible. Mientras observábamos el espectáculo, aprovechamos para merendar...  

Unas semanas después, en la escuela, hice una redacción sobre lo que acaeció aquella tarde; la titulé “La rebelión de la mula mecánica” y saqué un diez.

Nieves Correas Cantos


LOS OJOS DE FLORENTINA

 

Hay ojos grandes y pequeños. De tonos inciertos y colores evidentes. Brillantes y animados como un tiovivo y apagados a semejanza de las sepulturas...

Asimismo hay ojos que miran retorcido y pupilas que rezuman nobleza y sinceridad. Luceros que parecen que se vayan a salir de las cuencas y globos hundidos. Órganos afectuosos y desabridos...

Existen los ojos de gavilán que, en “París era una fiesta”, dice Hemingway que tenía Zelda Fitzgerald... y los ojos de Florentina. Estos últimos, garzos y con traza de tener poderes mágicos, le permitieron a su dueña hacer de hada en todas las funciones infantiles y ser considerada una criatura especial. Y a mí, esos ojos insólitos que aparentan ver lo que a los demás nos resulta oculto me posibilitaron reconocerla después de casi cincuenta y cinco años. Sucedió en el pueblo, un día de la Semana Santa pasada. Ahora ella es una mujer madura y yo también...

Nieves Correas Cantos



UNO, OTRO, OTRE, OTRI...

 Mi última ida al pueblo pareció estar gafada. Cuando lo tenía todo preparado para emprender la marcha, se presentó un contratiempo que me lo impidió. Y en el momento en que dicho percance se solucionó, enseguida apareció otro; y después otre; y luego otri...

Ante tanta contrariedad y con una enorme sensación de impotencia, me di a imaginar que un hado repleto de mal humor me había convertido en objeto de su ojeriza; que con su influjo maléfico estaba malogrando mi viaje. También pensé que esta sucesión de reveses bien podía ser un aviso del destino. Una señal para que suspendiera mi periplo porque en algún recoveco del mismo acechaba la calamidad.

Al final, en cuanto se despejó un poco la situación, opté por echar a andar. Lo hice con mucha incerteza; pero es que física y mentalmente lo necesitaba...

Nieves Correas Cantos


EL CALVARIO DE ANA

 Mi nombre es Ana, pero todos me dicen Anita “la Disonante”. Para comprender por qué me llaman así hay que conocerme; saber que, debido a mi escasa capacidad de adaptación, voy provocando malestar por donde paso.

Antes, cuando tenía pocos años, esta ineptitud para amoldarme a diversos ambientes resultaba enternecedora; se podía achacar a la timidez que me causaba la inexperiencia y lo que hacía era aumentar mi embrujo. Pero, ahora que soy mayor, esta misma impericia se descubre grotesca.

Mi torpeza a la hora de integrarme me hace sufrir mucho; siempre me siento incómoda y disgusto a los demás. En estos casos soy como un grano fastidioso que a todos causa desazón.

En los momentos en los que estoy entre gente extraña siento que mi cuerpo y mi mente se agrandan considerablemente. Los brazos y las piernas me sobran. Me convierto en un ente disforme y maloliente imposible de encajar...  

Nieves Correas Cantos


¿ADÓNDE VAN LOS SECRETOS?

 ¿Adónde van los secretos? ¿Se quedan guardados en la memoria de sus protagonistas hasta que la muerte o el alzhéimer se los lleva? ¿Llegan a oídos de un cotilla que los esparce por todas partes? ¿Se plasman en el papel con la intención de inmortalizarlos? ¿Son contados a un confidente como objeto de un desahogo? 

I. La necesidad de descubrir la intimidad

 A lo largo de mi vida, diversas personas me han fiado sus secretos. Cumpliendo el aserto de que es más fácil descubrir la intimidad a un desconocido, en la mayoría de ocasiones los que se han explayado conmigo lo han hecho sin que hubiera existido una relación previa; guiados únicamente por la percepción de que yo era una criatura sin tabúes.

II. El Cerdudo

Una vez, el podador que cada año venía a cortar las ramas sobrantes de la parra me entregó unos diarios para que los leyera. A lo que me pareció, el hombre necesitaba contar episodios de su vida y creyó que yo era la recibidora idónea de sus confidencias; una destinataria que seguramente lo iba a entender...

En dichos textos, el limpiador de vides hablaba de sus seguridades e incertezas; de los complejos que le había provocado la falta de estudios; de su autodidactismo salvador... Explicaba cómo había terminado aceptando que lo apodaran “el Cerdudo” por tener mucho pelo en el pecho; una negrura que le salía por la escotadura de la camisa... Lamentaba haberse presentado a un concurso de lanzamiento de escupitajos en su juventud; no haber emigrado a América... 

III. La dama  

Lo único que me desconcertó de aquellos escritos fue lo relativo a unos juegos eróticos que el narrador aseguraba haber practicado con una dama. Placeres hermosamente descritos que me permitieron entrever la identidad de dicha dama y que me dejaron maravillada porque nunca imaginé que aquellas dos personas pudieran armonizar...

Nieves Correas Cantos


ANGUSTIA ASCENSIONAL

 ¿Cómo  tomé la determinación de vivir en un trigésimo piso? El día que firmé las escrituras debía de estar completamente enajenada... Cada vez que salgo a la calle o me recojo estoy minuto y medio en el ascensor. Para una persona aprensiva como yo, estos noventa segundos significan una eternidad. Un tiempo sin fin en el que no puedo despojarme de la sensación de catástrofe inminente. 

Cuando en el elevador no había cámara, a veces lograba aliviar la angustia haciendo monerías delante del espejo. Moviendo brazos y cara ponía gesto serio, alegre, burlón... Pero desde que en el techo del montacargas existe un ojo que todo lo ve, me siento incapaz de ejecutar tales ademanes y la ansiedad me puede.

Mientras voy subiendo, una impresión que se repite con frecuencia es la de que el suelo del habitáculo va a ceder en cualquier momento y voy a caer al vacío. Tratando de evitarlo, me imagino asiéndome fuertemente de los agarraderos que las paredes tienen a la altura de la mano y poniendo los pies encima de los zócalos que estas mismas paredes poseen en su parte inferior... En esos momentos el oído se me agudiza; cualquier crujido que crea que anuncia rompimiento aumenta mi tensión... 

Nieves Correas Cantos


lunes, 28 de marzo de 2022

EDUVIGIS Y EL DANDI SAINETERO

 Desde hace un tiempo me corteja un escribidor de sainetes. Un autor tan fecundo que cada día es capaz de componer tres o cuatro de estas piezas. A mí este hombre no me atrae; pero me siento tan sola que no me decido a rechazarlo de manera categórica. No juego con él ni le infundo falsas esperanzas; lo que intento es que mude sus aspiraciones a ser mi novio en propósito de ser mi amigo.

A mi pretendiente sainetero lo llamo “el Dandi” porque siempre va impecablemente vestido y es muy educado. Aparentemente es una persona de excelentes cualidades; el amante que a muchas mujeres se les antojaría ideal... Con tantas prendas en su haber, ¡es una pena que a mí no me vaya el género literario que este dechado cultiva!

Nieves Correas Cantos

EL CURA, LA PRIMAVERA Y EL BOLERO

 

De pequeña, los sermones que echaba el cura en misa no me provocaban ningún interés. De hecho, mientras él predicaba desde el púlpito, yo me dedicaba a leer los cuentos que previamente había escondido dentro del misal; y, si no me entregaba a esta actividad, observaba con suma atención la enorme verruga que un feligrés tenía en la sien.

Pero cuando llegaba la primavera y el párroco pronunciaba su discurso sobre el sexto mandamiento, mi menda olvidaba los cuentos y las verrugas y escuchaba con gran atención...

Y es que el tono empleado por el clérigo para referirse a los pecados de la carne era apocalíptico. Decía palabras que me sonaban a algo oscuro y misterioso: concupiscencia, lascivia... Advertía de los peligros del calor; de llevar al aire los brazos y las piernas; de desfajarse... Demonizaba la cuerva; las películas y los libros de amor; las conversaciones distendidas... ¡hasta el bolero!

Sus invectivas contra este tipo de canción tuvieron la virtud de desarrollar en mí una predilección malsana por ellas. Como aseguraba que el ritmo cubano en cuestión era veneno que reblandecía el espíritu, me imaginaba a sus intérpretes introduciendo la pócima musical por el oído de sus víctimas valiéndose de un embudo y convirtiéndolas en gelatina...

Con el tiempo, los boleristas ejercieron sobre mí una atracción irresistible. Los veía en las carátulas de los discos con sus caras de amargura y sentía un algo muy fuerte que no acertaba a explicar... Y lo mismo me pasaba con las extremidades desnudas; y con la voz queda; y con no sé cuántas cosas de las que había oído hablar en aquellas homilías...

Nieves Correas Cantos



EL DÍA EN QUE ME SENTÍ DESPERSONALIZADO

 Yo siempre he sido un hombre de mucha cavilación. Desde pequeño, cualquier experiencia me ha movido a reflexionar... 

Como cuando en la adolescencia me prendé de la hija de un  huevero y le pedí relaciones. Recuerdo que la muchacha, después de oírme, me informó de que había tres aspirantes más a ser su novio y que teníamos que competir entre nosotros para ver a cuál le daba su favor. Añadió que la prueba consistiría en subir corriendo la Cuesta de la Barca y llegar hasta la puerta del cine; lugar donde ella estaría esperando para contemplar una película de Juanito Valderrama junto al vencedor. 

Y a mí... ¿Qué quieren ustedes que les diga? De pronto esa fémina me provocó aversión. Se me vinieron  a las mientes las clases de filosofía de don Roque y pude visualizar el concepto de “identidad”... ¡Me sentí cosificado! 

Luego, con el tiempo, la disculpé porque en la mocedad es fácil pecar de frívolo; pero la evocación de aquel hecho aún me indigna.

Nieves Correas Cantos


EL PELIGRO DE APROXIMARSE A LOS DIOSES

 A los héroes, a aquellos a los que les atribuimos una condición fabulosa, es mejor no acercarse mucho. Lo digo porque la inmediación deja ver el mito tal cual es y la realidad casi siempre decepciona. 

I. Alguien extraordinario

En mi mocedad, existía un ser legendario del que la gente hablaba con gran admiración. Pocos lo conocían personalmente, pero todos cantaban sus cualidades y méritos. Alababan el inmenso carisma que poseía; su capacidad para embargar hasta a la criatura más repelente y/o desencantada. Celebraban su bondad, cultura, educación; e, inclusive, su guapura... Y yo, que no lo había visto nunca, soñaba y soñaba con tan imponente figura.

II. Un espíritu mezquino y ramplón

Pero una vez leí unas notas suyas que guardaba una allegada y toda la leyenda se desmoronó. Se trataba de unos pasajes sensibleros en los que las emociones aparecían descritas con exageración y superficialidad. Unos renglones donde menudeaban las perogrulladas en detrimento de la exquisitez; líneas vulgares y sin ningún genio; palabras que dejaban traslucir un espíritu mezquino y ramplón...

III. El hundimiento

Cuando mi ídolo cayó del pedestal, lo hizo con gran aparato. Era tan grande que en su descenso se materializó; pude verlo rodar por el suelo y oír el estruendo que hizo al romperse...

Después me quedé con cierto sentimiento de orfandad. Falta de una quimera que me hubiera gustado alcanzar...

Nieves Correas Cantos


LA HABITACIÓN DE MI PRIMA

 Cuando era adolescente, la habitación de mi prima era el único lugar en donde me sentía feliz. Dentro de aquella enorme buhardilla podía obviar la envoltura que conformaba mi apariencia y dejar que surgiera mi verdadero yo; mostrarme sin sujeción y con entera libertad...

A salvo del inhóspito mundo exterior y mientras mi prima y mis hermanas se contaban sus escarceos amorosos echadas sobre un diván, me gustaba comportarme como un diletante. Contemplar la serie de láminas francesas que adornaban las paredes; hojear las diversas antologías que descansaban en los anaqueles; escuchar “El Mesías” de Händel... 

Mas lo que me atraía irresistiblemente de aquella buharda era el tocador. Con su gran espejo y la mesa llena de potingues, para mí representaba una fuente inagotable de creación artística y disfrute...

Necesitaba experimentar; maquillarme de mil maneras; probarme todos los vestidos de mi pariente; enjoyarme con los collares y pulseras que guardaba en un cofre labrado; calzar sus tacones...

Yo a mi prima la quería y la odiaba por igual. La consideraba mi alter ego, pero sin mis trabas. Un ser privilegiado con respecto a mí...

Nieves Correas Cantos


EL ESQUILADOR DE BURROS QUE DEVINO EN FOTÓGRAFO

 I. Primeros quehaceres

Mi trayectoria profesional fue muy rocambolesca. Empecé trabajando como esquilador de burros; acabé ejerciendo de fotógrafo; y, entremedias, desempeñé los oficios de botijero, palmero de un cantaor, mozo de estoques...

Debo decir que ninguna de las labores que desarrollé me pareció deshonrosa ni tampoco embrutecedora. Con ellas pude sacar adelante a mi familia; y, como todas admitían la creatividad, siempre me sentí realizado.

Cuando le cortaba el pelo a un pollino, por ejemplo, yo no me limitaba a meter la esquiladora y zaszaszás; sino que, según la fisonomía que tuviera el rucio y valiéndome de unas tijeras, le hacía la esquila que más le podía favorecer...

Mis botijos, aunque estaban hechos al uso tradicional, invariablemente  presentaban algo que los hacía diferentes; cualquier singularidad en el asa, el pitorro, la boca... 

Asimismo, mi manera de tocar las palmas era distinta a todo lo visto y oído...

II. Mi postrero trabajo

A la fotografía llegué por casualidad; por motivo de que heredé una máquina de retratar y una buena clientela de un compadre. Gracias a mi disposición no me fue difícil practicar este arte. Con mi cámara me harté de captar imágenes de bodas, comuniones, bautizos y procesiones; y, como mi talento me pedía más y más, también bregué de fotógrafo erótico y de la jet que entonces empezaba a llegar a Marbella.

III. Joviniano “el Acáis”

Durante toda mi vida he cantado por Miguel de Molina; soy su más incondicional fan. La copla que más me gusta es “Te lo juro yo”. Precisamente por haber repetido infinidad de veces su letra, la gente me apoda con una palabra que aparece en ella: me refiero a “acáis”... ¡Para todos los que me conocen soy Joviniano "el Acáis”!

Nieves Correas Cantos


LA NECESIDAD DE COMPAÑÍA

 Durante un tiempo estuve tan sola que, para no enloquecer, llegué a paliquear con las coliflores y los gatos.

LA NECESIDAD DE COMPAÑÍA

Aquella mañana, mientras afilaba un lapicero, miré por la ventana de la buhardilla y lo vi. Me refiero a un gato grande y grisáceo que garbeaba por el patio. El hecho me sorprendió por lo inusual; y casi diría que me pareció extraordinario... Porque michos sí que estaba acostumbrada a ver por encima de las tapias, mas dentro del cercado no.

De cualquier manera, y como el morrongo se me antojó receptivo, intenté entablar conversación con él. Le pedí que se encaramara a un tejadillo próximo adonde yo me encontraba para así poder departir con tranquilidad. De repente pensé que como ya estaba harta de la silente coliflor que tenía por amiga, bien podía sustituirla por el propenso minino...

Pero me equivoqué del principio al fin puesto que el animal no demostró ninguna inclinación a convertirse en mi interlocutor. Es más, a mis palabras seductoras respondió con una mirada displicente y cierta arrogancia en el maullido. Era como si hubiera captado mi necesidad apremiante de atención y se negara a contraer cualquier  compromiso... 

Nieves Correas Cantos


ODA A LA CARNE DE MEMBRILLO-Desconveniencias que acarrea la sinceridad absoluta

 ¡Qué tonta fui! Me pediste mi opinión y te la di; y, como además me rogaste que fuera rigurosa, lo hice de una manera clara y concisa.

Sin valerme de ambigüedades, circunloquios y otros enunciados que sólo sirven para desvirtuar la verdad, te dije que la oda a la carne de membrillo que habías compuesto me parecía infumable; y tú, al oírlo, sufriste una fuerte impresión y dejaste de ser mi amiga.

Considerando tu reacción me percaté de que no buscabas mi parecer, sino mi halago. Y, siendo así, ¿a qué vino tanta hipocresía? 

Nieves Correas Cantos


sábado, 5 de marzo de 2022

CUANDO DON BARONCIO SE ESTANCÓ

 La época más deslumbrante de mi vida fue la de la juventud. El tiempo transcurrido entre los diecisiete y los veintidós años resultó mágico. Pero la circunstancia de que considere esta etapa de mi existencia como la mejor y que la recuerde con nostalgia no significa que permanezca anclada en ella; al contrario, siempre he procurado ir con los días.

Una vez conocí a un hombre que varó en unos sucesos de su biografía y en ellos quedó detenido de manera perpetua. Incapaz de seguir experimentando, desde entonces se dedicó a vegetar y a contar sus batallas. Era muy triste verlo narrar de manera reiterada los mismos hechos...

Y en estas cosas pienso mientras escucho a C. Tangana y a Omara Portuondo cantar “Te venero”.

Nieves Correas Cantos


DON HERIBERTO Y LA COMA DEL JAMACUCO

 Este escrito se lo dedico a mi amiga Blanca; sus estupendos comentarios me han inspirado.

DON HERIBERTO Y LA COMA DEL JAMACUCO

El maestro que yo tenía de pequeña era muy exigente con la gramática. Cada día nos hacía un dictado; y, de tiempo en tiempo, salía con alguna frase mnemotécnica como “Hierva la hierba para hacer una infusión”.

Semanalmente nos encargaba una redacción. Renglones que teníamos que puntuar  con sumo esmero porque una coma en mal lugar podía provocarle un jamacuco. Sobre todo, si el signo ortográfico estaba colocado entre el sujeto y el verbo. Este error lo consideraba el acabose; el último extremo de la degradación lingüística.

También era muy maniático don Heriberto, que así se llamaba el pedagogo, de los verbos regulares e irregulares. De un modo concreto mostraba una inclinación exagerada por la voz “asolar” ya que decía que se conjugaba de una manera u otra según su acepción; que la sequía “asola” y la guerra “asuela”...

Huelga decir que los chiquillos estábamos en nuestros juegos y mucho caso a don Heriberto tampoco le hacíamos... 


Nota.- La protagonista de mi relato llama “coma del jamacuco” a la que el lingüista Alfredo Valle Degregori denominó “coma criminal”; a la que se sitúa entre el sujeto y el verbo.

Nieves Correas Cantos


ABURRIR A LAS OVEJAS

 Cuando hablo, aburro. Sí, así de claro: A-BU-RRO. Debido a mi escasa elocuencia, mi discurso siempre resulta pesado; una auténtica monserga. Mas lo que no me podía imaginar era que llegara a fastidiar hasta a las ovejas...

Sucedió durante mi última estancia en el pueblo; un atardecer en el que, a pesar del helor, quise ir a caminar por el campo. No me privé de nada; me pateé los cardizales, la olmeda, el charcal... Y, en el tiempo que volvía, me topé con el pastor y su rebaño. 

Fue en el arrabal, cerca de la almazara; y, como hacemos siempre que nos vemos, comenzamos a platicar. Primero hablamos de las rastrojeras; después, yo me enrollé con el asunto de la puntuación y acabé entregada totalmente a mi monotema...

Tan encendida me puse defendiendo los signos ortográficos que no advertí la ausencia de las ovejas: el hecho de que, hartas de mi perorata, en algún momento de la misma se fueran solas hacia el redil.

Tengo que decir que el ovejero, un hombre extraordinario, permaneció a mi lado aparentemente interesado...

Nieves Correas Cantos


EL AFÁN DE DOMITILA

 Una vez, un ser muy leído y escribido me dijo que lo que yo tenía era una codicia infinita de ilusión. Ante semejante cursilada, enmudecí; pero después, cuando se me quitó el pasmo, comprendí que la criatura redicha estaba en lo cierto. Que aunque era un modo muy afectado de referirse a mis anhelos, la frase empleada los podía definir. 

 Y es que mi menda siempre ha guardado diversos y fuertes deseos: cinéfilos, lectores, escriturales, pictóricos, musicales... Continuamente he necesitado penetrar en el arte, como creadora o espectadora, para empaparme de la magia que respira. Ha sido mi manera de contrarrestar la insulsez de la vida; su prosaísmo aterrador...

Nieves Correas Cantos

EL VERANO DE ONÉSIMO EN VEJER

 El verano de 1965 lo pasé en una pedanía de Vejer; en la casa de mis tíos. Ha transcurrido tanto tiempo desde entonces que lo que queda en mi memoria son pequeños fragmentos de un todo; retazos de vivencias que se resisten a desaparecer...

I.- La mocita y el andarín que quería ser espada  

Si me esfuerzo en evocar, una de las imágenes que me viene con más claridad es la de una mujer dándole escobazos y gritándole a su hija en la puerta de una choza. La razón de tal tunda era que la mocita se había enamorado de un andariego con aspiraciones toreras y quería irse a la feria con él. Recuerdo que la madre, de un modo impetuoso, llamaba “andarríos” al pretendiente “andariego”.

II.- La laguna de La Janda

En aquella época, la laguna de La Janda inundaba las tierras de alrededor. Los manantiales formaban balsas que servían para regar y donde los niños chapoteaban. A esas charcas delimitadas entre los canteros, mis parientes les decían “mares”...

III.- Más malos que la Inquisición 

Los chiquillos más malos del lugar eran mi primo Germán y su amigo Manolín. Ambos eran tan traviesos que tenían a sus progenitores en un permanente ay. A mí, que nunca había salido de Cádiz capital y desconocía el aspecto de las cagarrutas de cabra, los dos elementos me las dieron de comer, asegurándome que eran aceitunas.

En una ocasión, mientras el cura celebraba la misa dominical en el recinto de la escuela, el par de ejemplares se subió en el coche clerical, que tenía las llaves puestas; y, arrancándolo, se fueron por la hijuela motorizados.

Y hubo vez en la que, encaramados a un níspero, comenzaron a defecar en el momento en que un capitoste pasaba por debajo.

IV.- Raro, feo y renegrido

El mayor de mis primos, Servando, era muy raro. Siendo ya un muchacho, no fumaba ni bebía; y, encima de leer el periódico Granma de la revolución cubana que los pescadores traían de Tánger, ¡quería estudiar! Por ser muy feo, renegrido y tener un comportamiento tan extraordinario, algunas mujeres se santiguaban cuando se cruzaban con él.

V.- El río Barbate

También me acuerdo de los baños que nos dábamos en el río Barbate. Acudíamos en las horas en que subía la marea...

Nieves Correas Cantos

EL MISTERIO DEL PEPÓN (Un episodio de la vida de Evaristo Obsesivo-Compulsivo)

 En estos momentos estoy metido en un conflicto del que no puedo salir. El apuro lo he provocado yo y, teóricamente, en mi mano está acabarlo; pero me es imposible hacerlo mientras no averigüe lo que tengo que averiguar.

El hecho es que estoy almorzando en casa de mi novia y he advertido un desajuste de esos que me ponen tan nervioso. Una discordancia entre el número de rajas de sandía que quedan en la fuente en la que se han servido y la cantidad que cada comensal asegura haber tomado. 

Ya sé que puede resultar chocante lo que estoy diciendo; que habrá quién piense que es absurdo obcecarse en semejante cuestión... ¡Mas no lo puedo evitar! Soy muy maniático y necesito que todo cuadre a mi alrededor.

Para desentrañar este enigma y, como interrogar a los concurrentes no me ha dado resultado, voy a irme a la cocina con la finalidad de contar cuántas cortezas de la cucurbitácea hay en la basura... Mi prometida me ruega en voz baja que desista y mi suegro me lanza miradas asesinas; sin embargo, tengo que seguir adelante con mi empeño porque el desasosiego que me produce esta desconveniencia no me deja vivir.

Nieves Correas Cantos 

TU YO Y MI YO

 Aquel momento tan íntimo duró exactamente dos minutos y medio; el tiempo que tardó Frank Sinatra en cantar “La sombra de tu sonrisa”. Consistió en fundir nuestras esencias mientras bailábamos estrechamente abrazados en un antro al que una tarde nos pudimos escapar; en reducir tu yo y mi yo a un nosotros envolvente y cautivador...

Sabíamos que nuestro amor era imposible, pero no lo pudimos evitar. Surgió de modo espontáneo; y, cuando lo advertimos, ya nos había inundado por entero. Fue un sentimiento que nunca pudimos mostrar para que otros lo vieran. Algo que sólo nos perteneció a ti y a mí y que los años no han podido más que engrandecer en la memoria...

Nieves Correas Cantos

LA PANDEMIA COMO PRETEXTO

 ¡Anda que no hemos utilizado la pandemia como pretexto! Antes de la misma, todos teníamos que discurrir excusas para eludir aquellos compromisos que no nos apetecía cumplir. Me refiero a justificaciones creíbles; evasivas que nos permitieran salir de un apuro quedando bien. Pero desde que llegó el bicharraco, no hemos necesitado darnos a imaginar. Hemos podido zafarnos de cualquier aprieto molestoso invocando los motivos más plausibles: que si las nuevas variantes; que si la tasa de incidencia; que si esto; que si lo otro...

Ciertamente que este juego de coartadas y subterfugios no nos ha servido para sortear los deberes morales, ya que a la conciencia no la podemos engañar.

Nieves Correas Cantos

DE POMPIS Y CREMALLERAS ESTROPEADAS

 I. La estética y la raja cular

Pocas cosas hay más antiestéticas que una raja cular asomando por encima de un pantalón. Una visión de este tipo puede resultar tan horripilante que hasta es posible que llegue a producir en el veedor un desbarajuste sensorial irreversible. En cualquier caso, y aunque las consecuencias no sean tan tremendas, el panorama observado siempre es desolador.

Al dueño de la hendidura, generalmente en posición agachada, portando vaqueros y metido en carnes, yo lo supongo ignorante de lo que está mostrando por la parte posterior; o, a lo sumo, sospechándolo y siéndole indiferente. Porque otra cosa no me puedo imaginar... 

II. La cremallera rota de una falda

En una ocasión fui espectadora excepcional de una de estas exhibiciones nalgares. Sucedió cuando una mujer que caminaba delante de mí por una calle de Barcelona se quitó una especie de camisola que llevaba y quedó al descubierto su trasero. Un pompis que todos los viandantes pudimos ver a través de la cremallera rota de su falda. Glúteos que, por no llevar la fémina otra prenda más interior, aparecieron sin recato ni artificio; asientos carnosos, blancuzcos... En unos instantes pasé de la sorpresa a la pena; y, acercándome a la señora, la advertí del contratiempo que tenía que afrontar. 

Nieves Correas Cantos

EL AMANTE EFICAZ

 Normalmente, el sueño llega cuando lo necesito. Viene presto, eficaz... Se queda conmigo pocas horas; el tiempo justo para que me pueda restablecer. 

Pero, en una ocasión, durante un viaje a Oporto, el sueño se despistó y nos perdimos el rastro. Estuvimos varios días sin poder ajustarnos ni confundirnos. Un período de vigilia tan prolongado que creí enloquecer...

Al cabo el sueño regresó. Cual amante capaz se apoderó de mí y me dejó narcotizada. Sucedió una tarde mientras escuchaba a Dinah Washington cantar “What a difference a day makes”; precisamente en el momento en que logré desterrar la ansiedad que me había provocado el permanente desvelo.

Nieves Correas Cantos

UNA PAREJA ARREJUNTADA Y SUS DOS GRANADOS

 Con frecuencia recuerdo a Serapio y Castora; una pareja arrejuntada que tenía dos granados en el jardín. Cuando en los atardeceres de mayo voy caminando hasta la ermita y paso por delante de la casa donde ellos vivían, siempre me fijo en el florecimiento de los que antaño fueron sus árboles. Contemplo el anaranjado intenso de los brotes y no puedo evitar sumergirme  en la nostalgia...

Porque debajo de las milgranas de esas plantas pasé ratos inolvidables con el dúo al que me refiero: dos viudos enfermos de soledad que se habían encontrado y eran felices. Un ateo recalcitrante y una fervorosa creyente que estaban ciegamente enamorados.

En las noches de verano en las que la conversación se hacía más íntima, Castora me confesaba que su anhelo era casarse; no obstante, añadía que ese era un lujo que no se podía permitir, ya que el matrimonio implicaba perder una de las dos paupérrimas pensiones que percibían.

Y en el tiempo en que Serapio contrajo una grave enfermedad se unieron más. Él pensó que, por estar su casa en un lugar poco transitado, la muerte nunca lo encontraría si no se alejaba de ella y de sus arbustos. Pero ¡quia! Una madrugada de julio la parca vio brillar las hojas de los dos árboles y lo halló. Y, poco tiempo después, Castora se fue también.

Nieves Correas Cantos

GENTE PESADA

 Desde hace dos horas, una visita me está contando el argumento de una obra literaria. Una narración que abarca las vicisitudes de la vida de un antepasado suyo y que el autor plasmó en siete libros.

Verdaderamente, esto es lo único que puedo decir sobre el particular ya que no me estoy enterando de nada. Poco después de que mi colocutor comenzara a referir la trama novelesca, desconecté y permanezco abstraída en mis pensamientos. De vez en cuando lo miro y, con un gesto indeterminado, emito un ¡ajá! o cualquier otra interjección para que parezca que continúo escuchándole; pero me mantengo ensimismada en lo mío.

Mi invitado plomo y yo estamos sentados en la cocina. Ahora me acaba de comunicar que, antes de empezar el cuarto volumen, quiere hacer un receso y le gustaría tomarse un vermú. Mientras se lo preparo y me arreglo yo un cóctel de champán, veo un gato que se pasea tan tranquilo por el patio y siento pena por la dicha perdida; por este tiempo desperdiciado en el que podía haber estado escribiendo y/o escuchando a Glenn Miller...

Nieves Correas Cantos

LA PAPELERÍA-1965

 I. Tres lugares mágicos

De pequeña, había tres lugares en el pueblo que me parecían mágicos: el cementerio, el cine y la papelería. Frecuentaba los tres; y los tres excitaban mi imaginación. El primero me hacía concebir imágenes tenebrosas; y los otros dos, representaciones de gran colorido y refulgencia.

II. Los cuadernos de doble renglón  

La papelería era como el paraíso para mí; nunca me cansaba de estar en ella. Las postales en las que aparecían imprimidas ciudades de todo el mundo me encandilaban; las tarjetas de felicitación también; lo mismo que las cartulinas que expresaban afectos con una estética exagerada... En mi memoria permanecen los lápices Alpino, los sacapuntas, la tinta china, las estilográficas, las libretas de doble renglón...

III. La casa de María

Como el establecimiento no tenía título, yo lo llamaba “la casa de María” por ser éste el nombre de la dueña. Una mujer bonísima que siempre lograba sorprenderme con las cosas maravillosas que sacaba de los cajones o de la trastienda. Una fémina que a veces se me antojaba un genio que habitaba dentro de un plumier...

IV. Ardor puberal

En una ocasión, fui al cine a ver una película de Robert Taylor y quedé prendada de sus ojos. Era tal mi ardor puberal que, en cuanto pude, acudí a la casa de María a comprarme un banderín con su cara. Y pensaba aprovechar la ocasión para adquirir otro con la faz de Gregory Peck ya que me parecía el hombre más guapo del mundo. Pero cuál no sería mi decepción cuando llegué a la tienda y el ama me dijo que no poseía ninguno de los dos. Intentando aliviar mi aflicción, le pedí que me mostrara los que tuviera de otros artistas; y, al final, me decidí por los que llevaban estampados los rostros de Robert Wagner y Bobby Darin. Mas María y yo convinimos en que no podían compararse los primeros con los segundos; y, además, las dos estuvimos de acuerdo en que el cantante Bobby Darin tenía cara de bobalicón.

Nieves Correas Cantos

A LAS DOS DE LA MAÑANA

 Del sueño me aterran las pesadillas. Quedar atrapada en una y no poder escapar. Experimentar los peligros que la pueblan. Sentir como la angustia se va apoderando de mí en un crescendo infinito...

Hace un momento, José, cual liberador de zozobras, me ha rescatado de una de estas alucinaciones. Me ha despertado cuando la opresión que sufría me estaba asfixiando y he comenzado a gritar...

Ahora estoy en un estado de completo aturdimiento. No consigo desvelarme; y sé, que si torno a dormirme, los monstruos que acechan al otro lado me volverán a agarrar. Con gran ansiedad le pido a mi salvador que bajo ninguna circunstancia permita que cierre los ojos; y él me aconseja que me levante y me ponga a escribir...

Nieves Correas Cantos

LA GUERRA DE LOS BOTONES

 Aurora tiene tres cuentos maravillosos. De dos, obsequios de sus autoras, todavía no ha podido disfrutar porque es pequeña; pero de un tercero sí, y es del que quiero hablar. 

Se trata de un libro con música que le compró su madre a poco de nacer. Una obra en la que aparecen dibujados seis lugares emblemáticos de París, acompañado cada uno de sonidos filarmónicos y un breve texto alusivo al emplazamiento. Así, por ejemplo, la imagen que representa el Museo de Historia Natural aparece unida a “El carnaval de los animales” de Saint-Saëns; la Torre Eiffel a “La Marsellesa”; etc.

Y ocurre que, a mi nieta, su juguete parisiense le encanta y al resto de la familia también. Como de todas las composiciones que contiene el entretenimiento la que más le gusta a ella es “Te Deum” de Charpentier, busca una y otra vez la página en la que se encuentra Notre-Dame y aprieta el botón para que suene esta música. 

Yo, en cambio, me sitúo siempre en Saint-Germain-des-Prés  ya que el swing “Saint-Germain sous la pluie” me parece irresistible...

Cuando se junta toda la familia, un abuelo se va a la Ópera a escuchar “Carmen” de Bizet; y otro busca Montmartre por la razón de que “La vida parisina” de Offenbach le parece la mejor pieza. La abuela P., sin embargo, coincide en gustos con Aurora... 

Y pugnando por darle al botón correspondiente estamos todos, hasta que Aurora se harta y cierra el libro de golpe.

Nieves Correas Cantos

SOLILOQUIOS MATUTINOS Y VESPERTINOS

 Después de tantos meses de pandemia, mi vocabulario se ha reducido. Antes, las palabras que me servían para expresar el pensamiento acudían raudas a  mi magín; pero ahora, cuando las necesito, estas mismas palabras se muestran remolonas o ni siquiera aparecen.

Sé que esta mengua de mi fluidez verbal se debe a que cada día hablo menos; mas es que, desde que el bicharraco se presentó y nos obligó a vivir con limitaciones, mis oportunidades para conversar se han reducido considerablemente. A las amigas apenas las veo; y el palique telefónico no me va, ni el internáutico tampoco.

Sin embargo, como quiero que los vocablos vuelvan a inundar mi mente, me he hecho el propósito de platicar, platicar y platicar. Hacerlo con el gato que se cuela en el patio a eso del mediodía; con las vecinas que pasan por delante de mi ventana... Ejecutar soliloquios, uno por la mañana y otro por la tarde. Volver a practicar el visiteo convenientemente enmascarada... 

Nieves Correas Cantos

EL PUERTO DE ALMANSA

 Los que alternamos la vida en el pueblo con la vida en la ciudad estamos cambiando continuamente de talante. Quiero decir que, sin dejar de ser nosotros mismos, modificamos nuestras actitudes para poder adaptarnos a uno u otro lugar.

EL PUERTO DE ALMANSA

Mi metamorfosis de mujer urbanita y de litoral a lugareña de meseta siempre ocurre en el Puerto de Almansa. Mientras transito por la empinada cuesta, dejo de tener una condición y adquiero otra. De la misma manera que la vegetación cambia de las bajuras a las alturas y el clima también, mi disposición no es la misma en la Font de la Figuera que en la villa que corona el paso.

La elaborada actitud que porto de la ciudad y que se adecua a sus usos y costumbres se transforma en la llaneza propia del altiplano; y, según voy haciendo camino, esta propensión del ánimo se acentúa más.

Y cuando pasado Montealegre el viento fuentealamero me alcanza, me infunde tal sentimiento de naturalidad y cortesía que entro en el pueblo siendo una vecina más.

Nieves Correas Cantos

viernes, 14 de enero de 2022

EL HINCHADO CASIMIRO EN LAS HOGUERAS DE SAN ANTÓN

 Ahora lo recuerdo con ternura, pero cuando lo vi, el espectáculo me pareció impresionante. Me refiero al momento en el que Casimiro, emergiendo de las tinieblas, se manifestó en la calle principal del pueblo cantando “El jinete”.

Debió de ocurrir por los años de 1963; la víspera de san Antón; la noche en que los vecinos habían encendido multitud de hogueras en honor del canonizado protector de los animales.

Casimiro llevaba capa y un sombrero charro. Un güito con toquillas relucientes que se semejaban a luciérnagas. Iba rasgueando la guitarra; y, mientras cantaba “Por la lejana montaña, va cabalgando un jinete...”, guiñaba un ojo u otro a cuantas muchachas veía.

Ante semejante representación, ningún lugareño pudo permanecer impasible. Algunos pensaron que se trataba de una fantasmagoría; una ilusión de los sentidos provocada por la pasión de las llamas y los lingotazos de cuerva que habían bebido. Otros creyeron que era una fantochada propia de un tonto del pijo neciamente presumido. Y también hubo quien lo percibió como una exhibición destinada a confundir al personal...

Pero a Luciana, la joven que en los guateques sólo tomaba refrescos, la demostración de Casimiro la cautivó por completo. Enamorada de él desde que una vez la sacó a bailar y le susurró al oído la letra de la canción “Perfidia”, enloqueció de pasión al contemplar esta puesta en escena.

Nieves Correas Cantos

LA SORPRENDENTE HISTORIA DE AMOR DE RAIMUNDO LOBAGANTE

 Una vez me enamoré de los miembros inferiores de una mujer. Quedé prendado de unas larguísimas zancas rematadas por unas preciosas chinelas; las convertí en objeto de deseo y comencé a desvariar... 

Tan singular fijación me debió de suceder por los años de 1969; durante el verano que pasé en Vejer de la Frontera, invitado en la casa de Luis.

Como la cocina estaba situada en un semisótano, cada mañana, mientras desayunaba, lo único que veía eran patas. A través de la ventana que daba a ras del suelo de la calle, en el tiempo en que me tomaba la leche y la rebanada de pan untada con manteca colorá, divisaba extremidades de toda clase y condición.

A esa hora siempre eran los mismos. Unos pies sudorientos embutidos en unos espantosos zapatos de rejilla que debían de pertenecer a algún capitoste. Otros pies calzados con chanclas que asigné al jipi instalado en el pueblo... Metatarsos encajados en zapatillas que se dirigían a limpiar casas ajenas. Un deformado pinrel con un gigantesco juanete que salía por el agujero de un mocasín; las albarcas de los jornaleros...

Y en medio de esa diversidad podal y zapatera aparecían unas piernas y unos pies que quitaban el sentido. Unos apéndices que yo imaginaba separados del cuerpo al que pertenecían. Tronco, cabeza y brazos que nunca quise conocer por miedo a que desvirtuaran aquello que yo amaba con exaltación.

Nieves Correas Cantos

CUANDO EL MAYOR DESEO DE UNO ES QUEDARSE COMO ESTÁ

 A mí, esta etapa de la vida me parece un horror. Para empezar, no sé cómo denominarla. Desconozco qué periodo se corresponde con los años que tengo: ¿Posmadurez?, ¿senectud?, ¿prevejez?...

Lo peor es la mengua del ardor; la disminución de ese entusiasmo necesario para apreciar el esplendor y lustre de las cosas. Una tibieza de la sangre que te mantiene casi constantemente en la gama de los grises. La insipidez que ves reflejada en los ojos de los coetáneos que te rodean y que intuyes que también se ha adueñado de ti...

¿Y qué decir de los achaques que acompañan a esta edad y que suelen presentarse en los momentos más inoportunos? Alifafes que sin ser graves pueden fastidiarnos cualquier plan... 

¡Y eso sin hablar de complicados problemas de salud! Es lógico y también triste que para muchos, en esta fase de la vida, la mayor ventura sea quedarse como está. 

Pero también se adquieren cosas buenas con el tiempo; cualidades de las que podemos disfrutar. La publicidad dirigida a nosotros así lo asegura con mucho bombo y platillo...

Nieves Correas Cantos