Al común de las gentes las uñas le crecen muy lentamente y de manera regular, pero a mí no; a mí me crecen de sopetón. Yo las tengo de igual largura durante dïas; y luego, cuando les parece, aprovechando la oscuridad de la noche o que estoy absorta en cualquier asunto, se alborotan y dan un estirón.
Yo en ese momento no me doy cuenta; pero como las tinieblas, en concreto y en abstracto, no duran siempre, acabo por advertirlo y me entra el malhumor. ¡Abomino de las uñas largas!
Provista de unas tijeras romas y con las gafas puestas, enseguida me meto en el cuarto de baño dispuesta a devolverlas a su tamaño habitual. Pero las muy c... se sublevan; y, cuando las corto, los pedazos salen disparados y se esconden en los sitios más recónditos para que no los pueda encontrar.