jueves, 18 de septiembre de 2014

Ahuyentar la desazón


Creedme: lo mejor para ahuyentar los miedos que nos aquejan a nuestra edad es leer, escribir y limpiar la casa. Lo sé por experiencia. Yo, cuando presiento que me va a entrar la desazón, me enfrasco en una de estas tres actividades y espero que escampe.
A leer me acostumbraron mis padres. Se lo agradezco infinito porque con ello me hicieron libre. Los libros, además, me han dado satisfacciones a tutiplén y me han acompañado siempre.
A escribir aprendí yo sola. Lo hice representándome el vocabulario como un gran mecano con miles de piezas –palabras- por engranar. A partir de esta visualización, pergeñar un escrito pasó a ser relativamente fácil: bastaba con armar determinadas piezas del mecano y añadir una pizca de talento, otra de fantasía y mucha ilusión.

Y sobre la limpieza de la casa os diré que, de cuando en cuando, conviene hacerla; que su ejecución relaja la mente; y que (y esto es para los amantes del lenguaje) en algunos pueblos de Cádiz a las bayetas las llaman aljofifas.

martes, 9 de septiembre de 2014

Un vodka con naranjada


¡Qué horror! Hace unos días que entré en esta Red social y ya me he enganchado. Independientemente de que esté o no delante del ordenador, siempre os llevo conmigo. ¡Me tenéis absorbida la atención! Tengo que analizar el pro y el contra de permanecer aquí dentro. Por un lado, leeros me enriquece y, como no os veo ni me veis, me siento más libre que en una relación convencional; pero por el otro, precisamente porque no os veo ni me veis, temo ser demasiado audaz en mis escritos; amén de que descuido mis quehaceres y no atiendo a mi entorno. Y ahora, después de esta perorata-disquisición que es una broma absoluta, os quiero dar una fórmula para llegar directamente al cielo: un vodka con naranjada, un baile agarrado y música de Duke Ellington y Hoagy Carmichael.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Medio en serio medio en broma, hablemos del sex-appeal


Yo no sé a vosotros, pero a mí, cada día que pasa me cuesta más mantener el sex-appeal. El negro, por ejemplo, que antaño me sentaba de maravilla, ahora me está de pena. Es ponerme una prenda de este color y echarme veinte años encima. Ya sé que antes yo le daba resplandor al atavío y que ahora es el atavío el que tiene que darme lustre a mí, pero ¡j…! Es que no emito ni un triste rayo de luz. Cuando después de acicalarme mucho consigo que me miren por la calle, generalmente es una mujer que admira mi aspecto; los hombres, ni por asomo.

Suelo llevar faldas oscuras combinadas con camisas de colores, y me siento más cómoda con manga francesa porque me cubre los codos y la flacidez de los brazos.

¿Y el pelo? Lo del pelo es preocupante. Cada día lo tengo más ralo y me veo negra para disimular las calvas que aparecen por detrás.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

El movimiento de las hormigas


¡Hola a todos!

Estoy en mi pueblo; de vacaciones. El lugar no es nada del otro mundo, pero es donde está mi memoria. En los contornos abundan las viñas y los trigales, y como estamos a gran altura, el sol no se puede aguantar. Durante el día andamos pegados a las paredes de las casas buscando la sombra, y por la noche refresca tanto que necesitamos una manta para dormir. Los días transcurren más o menos igual, pero yo no me aburro nunca. Me encanta madrugar y salir al patio a contemplar las estrellas; recibir a vecinos más provectos que yo que me hablan de mis padres y de mi niñez; e ir al campo y ver lo esplendorosa que está la uva. Amigas que tienen huerto y gallinas me traen hortalizas y huevos cuando vienen a visitarme; y yo con ellos hago tortillas y ensaladas que suelo acompañar con cuerva y buenos boleros.

El trato con la gente es fácil y sencillo, y aunque la veo tres o cuatro veces al día, no llegaré a cansarme de su presencia porque mi estancia en el pueblo se acabará antes.

Leo mucho y también escribo; y cuando necesito pisar asfalto o meterme un chute de aire contaminado, me voy a la ciudad a pasar la tarde.

¡Hasta pronto!