sábado, 18 de junio de 2022

¡POR CRITICONES!

 Tropezarte con alguien conocido unas veces gusta y otras no. Dependiendo de las circunstancias en las que estés, hay momentos en los que tal coincidencia te parece fantástica y situaciones en las que quisieras que la tierra te tragase.

Hace unas semanas, por ejemplo, me topé con una persona en el instante más inoportuno y quedé desolada. Sentí tanta vergüenza que lo único que apetecí fue que el suelo se abriera y desaparecer por el hoyo.

Ocurrió en un área de servicio de la autopista, muy de mañana; justo cuando mantenía una conversación telefónica con un amigo y tenía activado el altavoz. En dicha plática, mi íntimo y yo analizábamos el look de varios de los convidados a una boda a la que habíamos asistido el día anterior. Examen en el que, por ser ambos muy observadores y creernos lejos de oídos indeseados, nos esparcíamos. ¡Vamos, que prácticamente no dejábamos títere con cabeza!

El caso es que la zona de aparcamiento por la que yo iba hablando y paseando parecía desierta; pero, de pronto, apareció una cabeza por la ventanilla de un coche y me llamó por mi nombre. Una testa que casualmente pertenecía a uno de los invitados objeto de nuestra atención y que además me pidió que saludara de su parte a mi compadre...

Nieves Correas Cantos


SIN DISCREPANCIA

 ¡Mira que en los años sesenta del siglo pasado echaban películas lacrimógenas! Las de Joselito afligían hasta a los más impasibles; y las de Juanito Valderrama también...

En el pueblo íbamos de dramón en dramón, con algún filme del Oeste, cómico o de amor y lujo intercalado. Pero eran pocas las cintas entreveradas; prácticamente nunca podíamos dejar de llorar...

Frente a semejante exposición sensiblera, más de un espectador comenzó a flaquear. Quiero decir que hubo quien, ahíto de tanto sentimentalismo exagerado, empezó a encontrar hilarante lo que antes le había parecido conmovedor...

Sin embargo, cuando proyectaron “Los paraguas de Cherburgo”, la respuesta del público fue unánime. El conjunto de los asistentes nos sentimos arrobados con la historia. Los decorados, música, intérpretes, vestuario, coreografía... Y al final, en el momento en que se reencuentran los amantes, todos a una mostramos nuestra emoción. ¡Fue como una gran catarsis pueblerina! Un llanto general e incontenible que a punto estuvo de inundar la sala... ¡Hasta las parejas de novios, sentadas en la última fila y con las madres de ellas haciendo de carabina, dejaron de sobarse y se unieron al plañido! Y los mandamases, que como siempre estaban pontificando, también. 

Nieves Correas Cantos


AQUELLOS JUNIOS EN VEJER

 I. A cielo descubierto

En mi niñez, junio era el mes de la siega. En mayo, los hombres recogían las habas; y, en el tiempo del solsticio, cortaban la mies y la trillaban. 

También era el periodo en que los días, que venían estirándose como si fueran chicles, alcanzaban su máximo esplendor; y la época en que cesaba la actividad escolar y a algunos críos nos permitían dormir en la era.

Pernoctar teniendo el firmamento por techo me parecía la experiencia más maravillosa que alguien podía tener. Contemplando las estrellas era fácil quedarse embelesado; entrar en éxtasis. 

II. El Cerro de las Maldades 

Asimismo, fue en junio la primera vez que oí a un barbateño denominar a Vejer “El Cerro de las Maldades”. El bocazas era un chisgarabís que cada tarde llegaba con la marea alta mostrando galleo. Un mequetrefe que al preguntarle sobre el porqué de dicho nombre, me respondió que se debía al gran número de vejeriegos que acababan ahorcándose.

A mí, aquella justificación se me antojó una mentira gordísima; una trola destinada a desacreditarnos. Que yo conociera, sólo se habían colgado de un naranjo dos hombres: uno que se casó con una harpía (un ave fabulosa según creía yo entonces) y otro que se arruinó.

No quiero terminar este escrito sin añadir que los maledicentes del pueblo de Vejer llamaban al pueblo de Barbate “El Hoyo de la Peste” por el mal olor que desprendía el guano que creaba.

Nieves Correas Cantos


viernes, 17 de junio de 2022

RESPUESTAS ALCORNOQUEÑAS

 Todos tenemos algo o mucho de burricie. Una parte asnal que nos hace desbarrar en ocasiones. Las personas vehementes, entre las que me incluyo, somos duchas en discurrir fuera de razón; pero también lo son las que albergan prejuicios y/o las que simplemente carecen de finura intelectual.

Cuando se manifiesta nuestro lado pollino, estamos capacitados para responder con pésimas memeces a las mayores sutilezas; y, si nos alargamos, podemos acompañar la sandez de alguna que otra patochada o coz. 

Es conveniente señalar que la aparición de partidarios de nuestras tonterías no nos beneficia. El sentirnos respaldados nos vuelve ufanos; nos impide reflexionar y nos lleva directamente a cometer el siguiente yerro.

Ni que decir tiene que al destinatario de nuestras declaraciones extemporáneas lo dejamos helado. Perplejo y lleno de vergüenza, la mayoría de veces piensa que no merece la pena contestar.  

Nieves Correas Cantos


EL OMBLIGO DOMINADOR Y LA GALERÍA DE CAUTIVOS

 Aunque no lo parezca, soy muy desgraciado. Mi ego me tiene absorbido de tal suerte que todo lo que está fuera de él ha dejado de existir. Se comporta como un monstruo engullidor que nunca se sacia; un engendro morboso y atrayente que jamás ve cumplida su necesidad de atención. Es un martirio porque me ha privado de cualquier interés; he acabado convertido en un esclavo sin apegos ajenos a mi propio yo.

Ahora, una muchacha muy apañada me quiere dibujar. Se trata de una pintora que en el pasillo de su casa tiene láminas de cautivos en lugar de retratos de antepasados. La susodicha se figura que estoy sometido a una fuerza centrípeta de la que no puedo escapar; dice que soy un infeliz sujetado a la presión de un ombligo gigantesco y que así me va a representar...

Mi artista está encantada con su proyecto. Me ha asegurado que en su pinacoteca voy a figurar en sitio preferente; muy por delante de la sierva de los convencionalismos, el prisionero de su incontinencia verbal y todos los demás... ¡Veremos en qué termina todo ya que un emplazamiento secundario no lo voy a aceptar!

Nieves Correas Cantos


EL JUEGO DE MAGIA Y LOS BARCOS DE PAPEL

 De todos los conocimientos que poseo, un truco de magia que aprendí de pequeña es el que considero de más valor. Con dicho ardid he podido entretener a muchos críos; hacerlos felices durante unos instantes y ser dichosa yo.

El juego, consistente en adivinar qué carta ha sido extraída y vuelta a meter en una baraja, me lo enseñó un ilusionista que llegó al pueblo en las fiestas de san Dionisio, nuestro patrón. Recuerdo que el mago instaló su barraca entre la caseta de tiro y el carrusel; y también me acuerdo de que su mujer era médium y su cuñado faquir.

El prestidigitador, que siempre iba vestido con una túnica fosforito y gastaba mucha prosopopeya, no me descubrió el secreto naipesco a cambio de nada. Lo hizo después de que yo le contara cómo había podido pasearse san Dionisio por todo París llevando su cabeza cortada debajo del brazo. Y mis explicaciones debieron de ser tan de su agrado que el buen hombre, además de en el ilusionismo, me introdujo en el arte de la papiroflexia. De un modo concreto aprendí a hacer barcos de papel y cajitas  de madalenas... 

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¡NO ME APETECE DISCUTIR!

 Los años me han quitado las ganas de discutir. Antes, cuando era joven, siempre estaba presta para el debate; mas ahora me da una pereza tremenda todo lo que huela a controversia.

Y no creo que esta vaguería se deba a que me noto con menos agilidad mental para argumentar y contraargumentar, sino a que en la actualidad percibo el mundo de otra manera. No sé. Evidentemente voy perdiendo facultades; pero es que tengo la impresión de que la sociedad se está volviendo inhóspita en exceso. Considero que la ecuanimidad es un atributo demodé y el fanatismo va en alza; que cada día somos más intransigentes y tenemos más prejuicios...

Además es que advierto que en el campo de las ideas hemos avanzado muy poco. Cuando se trata de defender opiniones políticas o religiosas, por ejemplo, la mayoría de nosotros (yo la primera) esgrimimos pensamientos del año catapum; conceptos que hieden de lo caducos que son y/o de la demagogia que contienen. Raramente somos capaces de aportar algo novedoso; juicios que hagan crecer al que nos escucha...

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LUTGARDA Y EL BUSCADOR DE ESTRELLAS

 Aquel hombre me encandiló y, como consecuencia, incurrí en un desvarío. Un dislate de una mujer casada del que me arrepentí nada más cometerlo; cuando ya estaba todo hecho y no cabían remedios...

Mi amante circunstancial era poseedor de numerosas prendas; cualidades espirituales y físicas a las que no me pude resistir. Para empezar, tenía un apelativo con reminiscencias literarias. Un sobrenombre, Ponciano “el Oscuro”, que, cada vez que lo oía, me evocaba la obra “Jude el oscuro” de Thomas Hardy... Es probable que tal epíteto se debiera a su afición a escribir poemas difíciles; versos enrevesados que, a pesar de que casi nadie los leía por su complejidad, se negaba a abaratar... 

También era mi héroe un virtuoso del clarinete; un solista capaz de crear sonidos embelesadores con ese instrumento. Un músico que descolocaba primero y arrebataba después...

Y un astrónomo que buscaba estrellas...

Y un ser flaco y velludo...

Y poseía ese atributo que tan grande hace a los hombres: la delicadeza.

Nieves Correas Cantos


EL PLACER ESTÉTICO DE EPAFRÁS

 Una vez, cuando era joven, asistí a un desfile y quedé deslumbrado con el glamur que desprendían las modelos. Reparé en que todas llevaban mechas en el pelo; guedejas teñidas de diversos colores. También advertí que la compostura de aquellas muchachas era tan exagerada que la falta de naturalidad se hacía visible. Entonces adiviné que lo artificioso podía resultar tan fascinante como lo sencillo; e, incluso, que lo podía superar.

Tiempo después, en París, pude confirmar mis primeras impresiones acerca de lo exquisito. Sucedió cuando un domingo asistí a la misa mayor en la iglesia de la Madeleine. Allí sí que acabé completamente obnubilado; sin rastro de vulgaridad, todo aparecía distinguido...

Para completar mi recorrido por el mundo del hechizo, al terminar la celebración, anduve por el Faubourg Saint-Honoré contemplando sus escaparates...

Luego llegó el verano; y, al volver al pueblo, proseguí mi cultivo observando la belleza sin pervertir.

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