sábado, 10 de septiembre de 2016

¡Hasta pronto!


Esta madrugada abrí el ordenador y me encontré con tres nuevos escritos. Luego me puse a hacer gimnasia, y mientras mis miembros iban de un lado al otro, en mi cabeza se fue escribiendo este post.
El primer relato era de Juan. Debía de ser muy reciente porque estaba calentito y crujiente como el pan acabado de hacer. Su lectura me hizo proferir una exclamación poco académica, pero que reflejaba muy bien el asombro que me producía la capacidad de este hombre para desmenuzar los sentimientos.
El segundo era de Esteban. Se trataba de un tropo; y como tal, admitía varias lecturas. A mí me trajo a la cabeza una famosa parábola; pero siendo el autor un hombre tan sabio, vaya usted a saber lo que había querido decir. Al joven de su relato le gustaría ser barro; a Juan, brisa; y a mí, más inteligente para desentrañar los misterios que tienen que ver con lo que somos.
Y el tercero era de Yaneth. Me pareció muy oportuno dada la vulnerabilidad en que nos encontramos los mayores. ¡Gracias Yaneth!
Y ahora os quiero decir que voy a estar unos días fuera del Post. La razón es que sigo con mis estudios de Arte y me tengo que preparar para la rentrée. En los próximos días, por ejemplo, he de teñirme el pelo, depilarme las cejas, preparar el bolsito...

El Sombrajo de la Eduvigis


Este verano, cuando el sol daba de plano sobre el pueblo, mis amigas y yo nos juntábamos en El Sombrajo de la Eduvigis para tertuliar. Allí hacía fresco; y un día surgía un tema; y al siguiente otro...
Habitualmente tomábamos granizado, pero en una ocasión lo sustituimos por vodka con naranjada, y nos desinhibimos absolutamente.
Nos pusimos a hablar de requerimientos eróticos; y de un modo concreto, de los que habíamos recibido provenientes de otras féminas. Hicimos mención de los mensajes leídos en algunas miradas; de las proposiciones más o menos explícitas; de los planteamientos directos...
Convinimos en que habían sido experiencias halagadoras, aunque un tanto incómodas; y quedó claro que no podíamos habernos mostrado receptivas, porque nuestras ansias y anhelos iban en otra dirección.
Luego pasamos a hablar de hombres, y la sorpresa nos la dio Jacinta. Cuando iba por el tercer cóctel, nos confesó que a ella, quien de verdad la erotizaba, era Joan Crawford en “Johnny Guitar”.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Una anécdota veraniega


Desde tiempo inmemorial siempre me he presentado ante el mundo con los afeites puestos. La raya de Kohl en los ojos y el toque de carmín en los labios forman parte de mi fisonomía: no me encuentro sin ellos; no soy yo. Pero el problema es que los demás tampoco me encuentran, y así pasó lo que pasó.

                                        ¿Y qué pasó?

Pues que un infausto día de este mes de agosto, una vecina me vio con la cara lavada ¡y no me reconoció!
Fue cuando ella llamó a mi puerta, y yo le abrí creyendo que era mi marido que había olvidado las llaves.
Nos encontramos de cara, y su reacción fue de perplejidad al ver a una desconocida. La mía fue de estupor e inseguridad; pero como preguntó por una servidora, me aplomé y le contesté que en ese momento no se encontraba en casa. Y añadí más: le pedí su nombre, y le aseguré que en cuanto mi menda volviera, le devolvería la visita.

Cómo convertir un diccionario en una escarola


El diccionario es uno de mis libros favoritos. Excepto en el momento de escribir (entonces no lo utilizo para no resultar demasiado académica), el resto del tiempo no lo dejo descansar.
Lo consulto cuando veo u oigo una palabra nueva (así supe que cogitabundo significa muy pensativo); para comprobar que dos palabras son sinónimas (cocotología y papiroflexia); para cerciorarme de que determinado vocablo se escribe con hache y sin hache (harmonía y armonía); para escribir correctamente algún extranjerismo (windsurfing)...
Un día que debía tener calentura, le quité las tapas duras a mi diccionario y... ¡menudo golpe di! Fue como despojarlo de su exoesqueleto. Sus hojas empezaron a rizarse y ha quedado transformado en una escarola. No lo puedo utilizar.
Ahora necesito un diccionario en condiciones. Un diccionario con hojas lisas que se puedan separar. Sueño con él noche y día: me lo voy a comprar.