¡Oye, marido! ¿Por qué no desertamos de nuestras obligaciones y nos perdemos por ahí? Mira que yo estoy muy harta de esta vida tan igual. Solo tendríamos que hacer la maleta...
¿Te acuerdas de aquel viaje que hicimos por el sur de Francia? Estábamos recién casados, y, como ahora, era Navidad. Visitamos Narbonne, Carcassonne y Toulouse. En la primera ciudad nos hospedamos en un hotel muy acogedor y pintoresco. Nos llamó la atención la cantidad de cojines que había en el suelo de la habitación y las tulipas que giraban y fosforescían en la oscuridad. A la mañana siguiente nos enteramos de que la mujer que lo regentaba había sido madama.
En Toulouse, paseando por la orilla del Garonne, conocimos a un exiliado español. Nos invitó a su casa y compartió con nosotros su comida y sus recuerdos. Había perdido dos dedos del pie por congelación en un campo de concentración en Francia; y la mayor parte de la conversación giró en torno a la Guerra Civil española. ¡Qué vida más terrible la de aquel hombre! ¡Cómo nos impresionó su odisea!