viernes, 14 de enero de 2022

EL HINCHADO CASIMIRO EN LAS HOGUERAS DE SAN ANTÓN

 Ahora lo recuerdo con ternura, pero cuando lo vi, el espectáculo me pareció impresionante. Me refiero al momento en el que Casimiro, emergiendo de las tinieblas, se manifestó en la calle principal del pueblo cantando “El jinete”.

Debió de ocurrir por los años de 1963; la víspera de san Antón; la noche en que los vecinos habían encendido multitud de hogueras en honor del canonizado protector de los animales.

Casimiro llevaba capa y un sombrero charro. Un güito con toquillas relucientes que se semejaban a luciérnagas. Iba rasgueando la guitarra; y, mientras cantaba “Por la lejana montaña, va cabalgando un jinete...”, guiñaba un ojo u otro a cuantas muchachas veía.

Ante semejante representación, ningún lugareño pudo permanecer impasible. Algunos pensaron que se trataba de una fantasmagoría; una ilusión de los sentidos provocada por la pasión de las llamas y los lingotazos de cuerva que habían bebido. Otros creyeron que era una fantochada propia de un tonto del pijo neciamente presumido. Y también hubo quien lo percibió como una exhibición destinada a confundir al personal...

Pero a Luciana, la joven que en los guateques sólo tomaba refrescos, la demostración de Casimiro la cautivó por completo. Enamorada de él desde que una vez la sacó a bailar y le susurró al oído la letra de la canción “Perfidia”, enloqueció de pasión al contemplar esta puesta en escena.

Nieves Correas Cantos

LA SORPRENDENTE HISTORIA DE AMOR DE RAIMUNDO LOBAGANTE

 Una vez me enamoré de los miembros inferiores de una mujer. Quedé prendado de unas larguísimas zancas rematadas por unas preciosas chinelas; las convertí en objeto de deseo y comencé a desvariar... 

Tan singular fijación me debió de suceder por los años de 1969; durante el verano que pasé en Vejer de la Frontera, invitado en la casa de Luis.

Como la cocina estaba situada en un semisótano, cada mañana, mientras desayunaba, lo único que veía eran patas. A través de la ventana que daba a ras del suelo de la calle, en el tiempo en que me tomaba la leche y la rebanada de pan untada con manteca colorá, divisaba extremidades de toda clase y condición.

A esa hora siempre eran los mismos. Unos pies sudorientos embutidos en unos espantosos zapatos de rejilla que debían de pertenecer a algún capitoste. Otros pies calzados con chanclas que asigné al jipi instalado en el pueblo... Metatarsos encajados en zapatillas que se dirigían a limpiar casas ajenas. Un deformado pinrel con un gigantesco juanete que salía por el agujero de un mocasín; las albarcas de los jornaleros...

Y en medio de esa diversidad podal y zapatera aparecían unas piernas y unos pies que quitaban el sentido. Unos apéndices que yo imaginaba separados del cuerpo al que pertenecían. Tronco, cabeza y brazos que nunca quise conocer por miedo a que desvirtuaran aquello que yo amaba con exaltación.

Nieves Correas Cantos

CUANDO EL MAYOR DESEO DE UNO ES QUEDARSE COMO ESTÁ

 A mí, esta etapa de la vida me parece un horror. Para empezar, no sé cómo denominarla. Desconozco qué periodo se corresponde con los años que tengo: ¿Posmadurez?, ¿senectud?, ¿prevejez?...

Lo peor es la mengua del ardor; la disminución de ese entusiasmo necesario para apreciar el esplendor y lustre de las cosas. Una tibieza de la sangre que te mantiene casi constantemente en la gama de los grises. La insipidez que ves reflejada en los ojos de los coetáneos que te rodean y que intuyes que también se ha adueñado de ti...

¿Y qué decir de los achaques que acompañan a esta edad y que suelen presentarse en los momentos más inoportunos? Alifafes que sin ser graves pueden fastidiarnos cualquier plan... 

¡Y eso sin hablar de complicados problemas de salud! Es lógico y también triste que para muchos, en esta fase de la vida, la mayor ventura sea quedarse como está. 

Pero también se adquieren cosas buenas con el tiempo; cualidades de las que podemos disfrutar. La publicidad dirigida a nosotros así lo asegura con mucho bombo y platillo...

Nieves Correas Cantos

EL HELADERO ANDROIDE

 Una vez, de pequeña, le pedí a los Reyes Magos una perinola de colores y me trajeron un heladero androide. No sé a qué se debió la sustitución del trompo por el autómata porque en la carta que les escribí les puse bien claro lo que quería; asimismo, les aseguré que me iba a portar bien y cumplí mi promesa. Pero lo cierto fue que, por una u otra causa, sus majestades de Oriente no satisficieron mis deseos.

Cuando aquella mañana del 6 de enero me encontré con los hechos consumados, la sorpresa y la decepción se apoderaron de mí y me puse a llorar; mas lo que al principio consideré un infortunio, pronto pasó a ser la mayor de las venturas.

Ocurrió en el momento en que el juguete  adquirió vida. Entonces, el heladero de cuerda empezó a empujar su carrito y, con su vistosa gorra y su  mandil, se marchó a vender polos y mantecados por aquí y por allí. Cada día hacía un recorrido diferente; y, al volver, me contaba mil historias en las que sus granizados y sorbetes desempeñaban la parte principal. Yo no me cansaba nunca de escucharle...

Nieves Correas Cantos

A COMIENZOS DE AÑO

 Los flexibles

A comienzos de año muchos mortales hacen propósitos. Se marcan fines que quieren  alcanzar. Los más corrientes tienen que ver con la comida, el ejercicio físico, los cigarrillos... En la intención de estas personas la parquedad sustituye al exceso; el dinamismo a la quietud; las virtudes a los vicios...

Los severos

Enfrente están los austeros; los rígidos; los que tienen tan amansadas las pasiones  que rara vez se pasan de lo regular. Éstos no necesitan señalarse objetivos así en estas fechas porque todos los apetitos los tienen bajo control; y, además, se permiten desdeñar las aspiraciones anuales de los otros...

La reina maga

Y encima de todos habita Melchora, la reina maga que a todo el mundo da felicidad. Un anciana que fue lutier; y cuyos dos proyectos para este tiempo que empieza son atender mejor al prójimo y construir un último violín.

Nieves Correas Cantos

COMO SI ESCRIBIR FUERA HACER LA O CON UN CANUTO

 En la actualidad, es difícil encontrar un famoso que no haya escrito un libro. Actores, cantantes, cocineros, gimnastas, gente mundana e hijos de papá sin oficio ni beneficio... aparecen en televisión anunciando obras que aseguran haber parido. Y muchos lo hacen mostrándose tan campantes; sin sonrojarse y/o sin que se les escape la risa caso de tener sentido del humor. Como si para novelar no se necesitaran conocimientos ni aptitudes especiales. Dando a entender que es una actividad que puede realizar cualquiera; algo similar a hacer una o con un canuto...

Y una, que profesa a la literatura un respeto cuasi religioso, siente una desazón tremenda ante semejante manoseo y su consiguiente abaratamiento.

Nieves Correas Cantos


Nota.- Todas las locuciones que hay en mi texto están puestas adrede. Con el propósito de hacérselo más visible a los escritores que no son.

LA NOCHEVIEJA DE LAS PRIMERAS VECES

 I. El primer baile

La primera vez que bailé “Ne me quitte pas” fue con un muchacho del Opus. Sucedió en la fiesta de Nochevieja de 1973. Me acuerdo perfectamente porque en dicha celebración viví muchas cosas nuevas; tantas, que siempre la he considerado como la velada de los estrenos.

II. El primer traje de noche

Para empezar, antes de esa fecha, yo nunca había lucido traje de noche. Ni me había aplicado, exceptuando kohl en los ojos, potingues de ningún tipo. Ni me había perfumado con otra sustancia que no fuera la simple agua de Colonia...

Tampoco había alternado con gente tan variopinta como la que se hallaba allí congregada. Estudiantes de ciencias y de letras. Becarios y alumnos sin subvención. Mentes teóricas y prácticas. Devotos y descreídos. Seres benévolos y mordaces. Espíritus de corte y espíritus de aldea...

III. El primer contacto con el Guaperas, el Progre y el Amargado

En un momento dado me acerqué a la chimenea y entablé conversación con tres chicos que dijeron apodarse el Guaperas, el Progre y el Amargado. Los susodichos, una vez que me senté con ellos, empezaron a murmurar con mucha malignidad y no menos cacumen por el comportamiento de un recién llegado. Se referían al hermano mayor del anfitrión; un pedante que no paraba de presumir de cultura y que se presentó en el sarao acompañado de una japonesa que calzaba chanclas de dedo y calcetines. Un engreído que se pavoneaba a diestro y siniestro consiguiendo deslumbrar a los más ingenuos de la reunión...

IV. El último baile

Después, cuando sonó “Je reviens te chercher”, el Amargado me alargó una mano y, como yo la cogí, me tomó entre sus brazos. Debo decir que el baile agarrado con él fue mucho más intenso que el que ejecuté con el joven del comienzo de mi historia... 

Nieves Correas Cantos

MIENTRAS DORMÍA

 Ayer, después de comer, me quedé hecha un tronco en el sofá. Tan profundamente dormida estaba que no advertí que J. me quitó el chaquetón con el que me había cubierto y lo sustituyó por una manta. Tampoco noté que el susodicho, con la prenda de abrigo de la que me había privado puesta, desapareció para acudir a su cita con el barbero.

No me percaté de que el patatero pasó por la calle anunciando sus tubérculos; ni que hizo saber que además llevaba caquis y calabazas.

Pero lo más heavy fue que me quedé roque viendo a Terence Hill haciendo de cura con sotana en televisión y, cuando abrí los ojos, lo primero que encontré fue al propio Terence desnudo y metido en la cama con una mujer. A punto de darme un soponcio, me costó unos instantes comprender que mientras dormía, había terminado la serie en la que el actor hace el papel del sacerdote don Matteo; y que en su lugar estaban echando “El corsario negro”, protagonizada por él mismo. 

Nieves Correas Cantos

UNA COSTUMBRE NAVIDEÑA

 I. París

Una Nochebuena, en París, cuando pasaba por encima del cementerio de Montmartre hacia la plaza del Tertre, tuve una extraña sensación; la percepción psíquica de que ese camino lo había andado en un momento anterior. Era incapaz de concretar de qué manera; mas estaba segura de haberlo hecho. Y la idea se agudizó al recordar que, en la otra ocasión, alguien mencionó que en ese lugar estaba enterrado Heine. 

Intenté desentrañar el misterio; pero, por más que discurrí sobre él, no lo pude conseguir...

II. Barcelona

Con el reconcomio de no saber estuve hasta que tiempo después, en una librería de viejo de Barcelona, me topé con “La chatte” de Jacques Rémy.

Aunque no me acordaba de que trataba, al ver este libro me emocioné. Me retrotraje a mi infancia; a los días en que era una leedora empedernida de la biblioteca familiar y sin duda me había adentrado en sus páginas...

Evidentemente lo compré; y al volver a pasar la vista por sus renglones, me encontré con que eran los protagonistas de esta obra los que en la vigilia de Navidad de 1943 habían hecho el mismo recorrido por la capital de Francia. 

Desde entonces acostumbro a releer “La chatte” cada año por estas fechas. Lo que me gustaría realmente es hacerlo en París; sin embargo, siendo imposible cumplir ese deseo, me conformo con hacer el soñado camino solamente a través de la lectura. 

Nieves Correas Cantos

OPINIONES DE UNA PUEBLERINA

 Hay seres que cuando vuelven al pueblo donde nacieron lo hacen dándose unos aires que para qué; alardeando de una sofisticación que no poseen y que además nada tiene que ver con el auténtico refinamiento. Se trata de un comportamiento impostado que provoca burla y desapego en sus antiguos vecinos. Alejamiento en los paisanos que se criaron con ellos... Algunos, incluso, van por la calle hablando en las lenguas propias de las comunidades en las que residen. Idiomas que probablemente no se atreven a usar cuando están en ellas porque no los conocen lo suficiente... ¡Este espectáculo es lamentable! Yo, que me glorío de haber nacido en un pueblo, cuando veo a toda esta gente no sé si reír o llorar. 

Nieves Correas Cantos

JUEGOS DE MADRUGADA

 Desde hace unos días mantengo una relación extraña con un desconocido. Se trata de un ser que recientemente ha pasado a vivir en la casa de enfrente de la mía; un edificio que hasta ahora permanecía vacío.

Sucede que como yo me levanto a las tres de la mañana y mi nuevo vecino se acuesta a las cuatro, en esa hora en que las dos vigilias coinciden nos comunicamos a través de nuestras alumbradas ventanas.

Mientras yo hago gimnasia y él parece trabajar detrás de una mesa, nos enviamos señales que más que contener algún mensaje lo que pretenden es entretenernos a ambos.

Si el habitante de la casa deshabitada se pone el pulgar en la nariz y hace bailar los otros dedos, por ejemplo, yo me coloco una mano en cada oreja y le devuelvo el gesto duplicado. 

Cuando apoyando el índice en la sien y girándolo le indico que le falta un tornillo, él me responde que a mí los dos...

A su sacadura de lengua, se la saco yo; y así...

A mí, estos juegos de madrugada con el hombre del otro lado de la calle a ratos me inquietan; pero al día siguiente de sufrir la desazón, en cuanto pongo los pies en el suelo, lo primero que hago es mirar otra vez por la ventana... ¡No lo puedo evitar!

Nieves Correas Cantos

EL PUEBLO DONDE VIVÍAS

 Dedicado a  M.J.

El pueblo en el que habitabas ya no es el mismo. Continúa teniendo su castillo, sus calles, su parque, su arrabal... Pero al faltar tú es como si hubiera perdido la sustancia; como si ya no tuviera valor. Las pocas veces que he regresado a él lo he hecho sin interés; por alguna razón inevitable...

Está claro que cuando te marchaste, se fue contigo ese delicado influjo que ejercías a tu paso; la sutil inspiración que tanto me motivaba... 

En una de las ocasiones en que volví a pisar la villa, recorrí “Los santos lugares” intentando por todos los medios encontrar tu espíritu. Desplegué mucho tino buscando en el restorán donde íbamos a comer gazpachos manchegos. En la biblioteca a la que acudíamos para consultar documentos que facilitaran tu labor de historiadora; en el cine que tantas veces nos acogió... ¡Mas nada! Parecía que un fuerte vendaval hubiese azotado aquellos sitios borrando todo vestigio de nuestra estancia en ellos...

Al final me refugié en la memoria. En ella los recuerdos permanecen vivos. Aún tiene que transcurrir mucho tiempo antes de que empiecen a desvanecerse...

Nieves Correas Cantos

DE HARMONÍAS Y CONJUNCIONES ASTRALES

 El encuentro de mi marido y mío con Blanca y Rosa diría que fue una especie de conjunción astral. Pero no tanto por el relumbre que cada uno de los concurrentes pudiéramos desprender, sino por la harmonía que desde el primer momento existió entre nosotros. Hubo tan buena correspondencia y amistad que a cualquier observador que nos mirara mientras paseábamos alineados por la playa le debíamos de parecer cuatro cuerpos celestes forjando afectos.

Las dos mujeres que tuvimos el gusto de conocer José y yo son cultas, educadas y medidas. Libres por completo de cualquier estridencia, no resultan molestas a pesar de su brillantez. Pasamos con ellas un día delicioso a la orilla del mar. Y cuando nos despedimos, mi lacónico cónyuge comentó: ¡Me gustan mucho! ¡Son personas con las que se puede hablar! 

Nieves Correas Cantos

PONGAMOS QUE HABLO DE...

 Cuando la conocí, la mujer de mi escrito me pareció una antigua estrella de la pantalla. Una actriz que vivía su retiro a la orilla del mar. Observándola andar por la playa, con su chaleco acolchado, su camisola y su largo fular, se me antojó la intérprete perfecta para encarnar a Norma Desmond en una nueva versión de “El crepúsculo de los dioses” . 

Una Norma Desmond de preciosos ojos verdes que, en la vida real, creo que acepta con inteligencia y humor todo lo que atañe al ocaso... 

Sólo la he visto una vez, mas pienso que ya la conozco un poco. Diría que la fémina a la que me refiero tiene una gran personalidad; es reivindicativa; tremendamente ingeniosa y aspira a ser la dueña de su vida hasta el final.  

Nieves Correas Cantos

TOMAR EL PENDINGUE

 A mí, lo que verdaderamente me abruma es la monotonía. El machaqueo constante sobre esos asuntos que, de tan manidos, parecen a punto de pudrirse. Sobre todo, si la exposición de dichos asuntos viene cargada de argumentos archisabidos y/o de banalidades...

En los momentos en los que me enfrento a situaciones como la que describo, lo que hago es huir. Tomar el pendingue y marcharme a realidades que me resulten más atractivas. Desembotar la mente y los sentidos para así poder captar la belleza oculta de las cosas. Probar a verlo todo con una nueva mirada...

Y contemplando la luna estaba la otra noche cuando un lugareño que volvía de recoger la oliva se me puso al lado y comenzó a cantar a lo Pepe Marchena: 

                                 “Tiene cerco la luna

                                    la luna tiene cerco  

                                    tiene cerco la luna 

                                    mamita mía mi amante muerto...”

En medio de aquella magia campera, me emocioné. Reconocí la canción tradicional “Los cuatro muleros” y me acordé del sencillo de los Pekenikes que compré en mis años mozos. Del poema de García Lorca y de aquel tiempo maravilloso...

Nieves Correas Cantos

PERDER LA FORMALIDAD

 Tengo una amiga a la que le gustan los cachas. Los hombres con un gran desarrollo muscular ejercen sobre ella una atracción irresistible. Una vez, se tragó entero un culebrón de no sé cuantísimos capítulos sólo por poder contemplar al protagonista. Mi allegada es una mujer muy seria; pero, según me confesó un día después de tomarse un güisqui, estaría dispuesta a perder la formalidad con ese galán fornido y con los ojos garzos de la telenovela en cuestión.

A mí, de un modo opuesto, el varón que me parece más seductor es el que representa el bolerista. El típico cantante de no mucha estatura, moreno y permanentemente afligido. El ser que con su decir cadencioso me envuelve con su voz... ¡Y lo mismo me da que el bolero sea susurrado o escupido! Tan morbosa me resulta una actuación como la otra. Me encandila zalamero y también castigador...

Nieves Correas Cantos

CECILIO PÉREZ Y LOS CARCUNDAS

 Siento una gran debilidad por Cecilio Pérez. Sí, ese ser extravagante al que los carcundas del pueblo fingen desdeñar llamándolo fantoche. El hijo de la Maribel. El dandi que va por las calles luciendo fulares...

Es un pintor extraordinario. Un artista que obvia reglas y preceptos. Un genio que perturba con sus lienzos...

El asunto acerca del que incide en sus obras es el de la libertad; o, más bien, el de la falta de ella. Dibuja grillos y cadenas que representan deberes morales que nos impiden volar. Rejas hechas con barrotes de miedo que reprimen cualquier anhelo. El terror a perder la seguridad y comodidad que proporciona el estatus...

Cecilio Pérez y yo nos visitamos con frecuencia; y, como sabe que me subyuga con su estilo, en mi presencia prodiga gestos y actitudes decadentes mientras nos tomamos una absenta. 

Mi amigo es un admirador incondicional de mis escritos. Me resulta emocionante que además de disfrutarlos, se valga de ellos para aprender él y enseñar buen español a sus sobrinos.

Nieves Correas Cantos

EL TIEMPO DETENIDO

 Eres muy afortunada, Nieves; tú y todos los que llegados a la madurez disfrutáis de una pasión. No te puedes imaginar lo que supone entrar en esta edad sin tener ninguna. Al comienzo de la jubilación, disponer de las veinticuatro horas del día te parece fantástico; pero, a medida que pasan las jornadas, si no encuentras en qué emplearlas, esa satisfacción inicial se va transformando en desagrado.

Sin algo que te absorba, el tiempo se te acaba antojando un inmenso agujero negro imposible de llenar. Un monstruo al que intentas entretener para que pase rápido, sabiendo que es muy difícil de engañar. Las agujas del reloj apenas avanzan mientras tú, aburrido y desesperado, te entregas por entero a la telebasura y/o a recorrer aceras...

Nieves Correas Cantos

EL PENÚLTIMO VERANO

 Las vacaciones

En una época veraneé muchas veces en Vejer. El lugar me parecía de una belleza arrobadora; y sus costumbres, clima, habla y demás eran tan distintos a los de Barcelona que pasar allí unas semanas me permitía experimentar una cumplida renovación.

La nube negra

Pero un año, y no sé en qué momento de la holganza lo hizo, apareció una sombra que vino a empañar mi ánimo. Un mal presentimiento que no me abandonaba ni de noche ni de día. La sensación de que algo horrible iba a suceder en mi vida en los meses posteriores...

Recuerdo que una mañana, cuando estaba bañándome en la Playa del Palmar, esta impresión se hizo más patente. Me vi en el siguiente estío sumergida en las mismas aguas, pero siendo ya otra persona a causa del dolor. Lo que no podía adivinar era qué iba a provocar ese dolor, aunque sí sabía que tal cosa ocurriría indefectiblemente.

Toreros, folclóricas y rocanrol 

Buscando hacer más llevadera esa desazón que me atenazaba, me refugié en el rocanrol. Ocupaba las horas muertas bailando a su ritmo; mas como no obtenía resultado, probé con el esperpento. Fui a visitar lugares donde vivían toreros y folclóricas; y, sin ser en absoluto mitómana, jugué a comportarme como la más acérrima fan. Me fotografié en la puerta de Cantora, en Ambiciones, en el coso rondeño... Indudablemente aproveché las ocasiones para comprar alfajores en Medina Sidonia; comer en Ubrique; pasear por las calles de Ronda...

La vuelta a la ciudad

Después, a finales de agosto, volví a la ciudad. Y aquel otoño, unas jornadas antes de que entrara el invierno, el presagio anunciador se hizo realidad. 

El último estío

En la canícula siguiente volví a Vejer sabiendo que tardaría mucho tiempo en regresar. Un amanecer, mientras nadaba en las frías aguas del Palmar, recordé el verano anterior y me sentí invadida por la nostalgia...

Nieves Correas Cantos

ME SIENTO PERDIDA

 En esta etapa de mi existencia me encuentro perdida, desorientada. No me siento joven ni tampoco vieja. Estoy inmersa en una situación desdibujada en la que desconozco qué posición ocupo respecto de los demás; y ni siquiera estoy segura de tener posición... ¡No sé qué soy!

Esta actitud se traduce en que cada día que pasa tengo más apatía y menos ganas de escribir. Las ideas continúan brotando de mi cabeza con la misma facilidad; mas ahora no se materializan en nada porque la pereza me impide desarrollarlas. Siempre estoy buscando excusas para eludir la creación. Pese a lo insatisfactorio que resulta, me sumerjo en el magma de la pasividad... 

Lo que sí me gustaría hacer es un largo viaje. Antes de que llegue ese invierno definidor que fijará claramente mi estado, me encantaría peregrinar por el mundo. Durante dos años, andar de la ceca a la meca sin más propósito que descubrir. Intentar penetrar en la esencia de muchas cosas para ir concluyendo la función...

Nieves Correas Cantos 

DE PASEO CON MI NIETA

 I

Cuando José y yo damos un garbeo con Aurora, no pasamos desapercibidos. Vamos hablando con ella haciendo inflexiones con la voz; y, si se pone terca pretendiendo salir del carrito, para disuadirla nos ponemos a cantar: 

                                              “La muchachita, la guapetona

                                                la precioseta, la cucufita

                                                pum pum pum...”


Esta última palabra, “cucufita”, no existe; pero es una manera de llamarla que me sale del corazón. 

Ante semejante espectáculo, algunos transeúntes que se cruzan con nosotros disimulan; otros sonríen; y también hay quien, enternecido, nos hace un comentario afectuoso.

II

A mi nieta le encanta la calle. Todo lo que ve en la misma despierta su interés: las copas de los árboles; las hojas que caen; los grafitis; los autobuses; unos carteles con una figura muy característica que aparecen repetidos en muchas paredes...

III

En nuestro camino nos detenemos delante de un escaparate donde se expone un indio de cartón piedra gigante. Lleva la cabeza adornada con plumas y su semblante es serio; mas la pequeña, lejos de atemorizarse, lo mira, nos mira y se ríe... 

Después nos dirigimos adonde están las palomas y la excursión se convierte en una fiesta. Con la renacuaja en los brazos por riguroso turno y sin pensar en que nos podemos baldar, nos dedicamos a seguirlas con gran entusiasmo y muchos aspavientos... 


Nieves Correas Cantos

LOS CAÑOS DE PAÑO

 Normalmente puedo ponerme el chaquetón sin dificultad. Pero algunas veces, cuando ya tengo metido un brazo en una manga, la mencionada prenda parece revolverse y me es imposible completar la operación.

Es lo que me sucedió la otra mañana estando en la calle. Intenté embutirme en el gabán que hasta ese momento había llevado sobre los hombros y me quedé a medias. Con la extremidad superior izquierda introducida en su correspondiente caño de paño, no logré encontrar la abertura del conducto parejo de ningún modo. Al final, y coincidiendo con el afloramiento de una lágrima (no sé si de frío, impotencia o ambas cosas), un alma caritativa vino a salvarme. Acercándose por detrás, cogió la parte colgante de mi abrigo y me ayudó a terminar de ponérmelo. 

Nieves Correas Cantos  

DE RIBAZOS Y MAMPORROS

 De todas las irregularidades del terreno, a las que les tengo un especial cariño es a los ribazos. En alguno de estos taludes que tanto abundaban en mi pueblo están puestos mis recuerdos; experiencias que marcaron mi niñez.

En uno de estos declives la alfarera ponía sus vasijas a secar. Botijos, alcancías, bacines, cántaros, lebrillos... aparecían colocados en el suelo; y los castizos llamaban a este lugar la cuesta del Piporro, de la Hucha o de los Orinales, según estuvieran haciendo honor a los primeros recipientes mencionados, a los segundos o a los terceros.

En otra de estas pendientes me fijaba yo cuando llegaba la primavera. Su superficie cubierta de yerba, amapolas y margaritas permanece en mi cabeza como símbolo de esta estación. Y por otra ladera nos dejábamos caer rulando mis amigas y yo una y otra vez.

También, en el que de resultas se llamó el escarpe del Mamporro, una muchacha muy pudorosa le arreó un golpe a un mozo que intentó besarla en el momento en el que estaba desprevenida...

Y había más costanas en mi pueblo. Ribas y faldas por la que transité y que guardo en la memoria.

Nieves Correas Cantos