domingo, 30 de junio de 2013

La Verbena de San Juan


Desde hace tiempo tengo una fantasía recurrente. En ella me siento transportada a un entoldado donde se está celebrando la verbena de San Juan. Es por los años de 1960; yo soy joven y estoy eufórica. El confeti y las serpentinas caen sobre mí mientras giro y giro sin parar. Mi partenaire no tiene cara, pero sé que es una de las razones de mi perfecto estado de bienestar. Me he vuelto invulnerable, y siento que nada ni nadie me puede herir.

En cierto modo mi ensueño se parece a aquella escena de la adaptación cinematográfica de “Últimas tardes con Teresa” en la que los protagonistas están bailando en una fiesta en el Carmelo; la diferencia es que en sus oídos suena el bolero “Niña” y en los míos el bolero “Cabaretera”.

sábado, 8 de junio de 2013

El cantor


Cuando la superferolítica Carmina se acostó, aunque hacía mucho calor, se subió la sábana hasta la barbilla para evitar que le picaran los mosquitos. Sin poder dormir y oyendo continuamente el zumbido de tan molestos insectos, estaba al borde de la histeria cuando oyó rasguear unas guitarras debajo de su balcón. En un primer momento no supo a qué se debía este hecho, pero cuando después de los primeros acordes Francisco José empezó a cantar “Cielito lindo”, se percató de que le estaban dando una serenata. Los efectos de los gorgoritos del cantor en su espíritu fueron mágicos, porque el desengaño y la mala leche acumulada por no haber sabido de él en toda la semana desaparecieron enseguida, y su corazón fue ocupado por una emoción muy intensa que la hizo suspirar.
Lo que procedía a continuación era salir al balcón y Carmina así lo hizo; pero necesitó Dios y ayuda, porque era de natural tímido y vergonzoso. Su madre, su abuela y su tía, que para entonces estaban con ella en la habitación, le ayudaron infundiéndole ánimo. Cuando la serenata finalizó, la familia invitó a los jóvenes a un refrigerio.