sábado, 22 de abril de 2017

La vuelta de El Encuentro a la calle Mayor


Un día, yendo por Barcelona, oí a mi paso la siguiente exclamación: ¡Odo, pero si es la Many! Me dio un vuelco el corazón; y supe, antes de mirar a la cara a la persona que la había proferido, que estaba ante un fuentealamero. Y es que hay vocablos, como odo y pijo, que nos caracterizan como gente de aquí; y usos y costumbres que conforman nuestra identidad y nos dan el sentido de pertenencia.
Yo nací y me crié en Fuente Álamo; y, apenas iniciada la adolescencia, me fui a vivir a Barcelona. Por diversas circunstancias, estuve muchos años sin volver; y cuando lo hice, pude reconocer el pueblo por su folclore y su cultura.
Guardo fotografías de mis abuelos presenciando El Encuentro en un balcón de la calle Mayor; y recuerdo cuando, siendo mi hermano Marcelo y Sabina la de Ricardo dos tiernos infantes, los vistieron de pastorcillos y los auparon para que dieran sendos besos a La Dolorosa y a San Juan.  Y todo esto ocurrió en la calle Mayor.
Este año, por motivos que nadie conoce, se ha acabado con una tradición centenaria y se ha llevado El Encuentro a un lugar distinto de su ubicación original. Puede haber resultado bien, pero la procesión de Viernes Santo se ha desvirtuado; ya es otra cosa.
Las tradiciones y prácticas de Fuente Álamo nos hacen ser quienes somos; y la condición de fuentealamero, sin ser exclusiva ni excluyente, es una bendición de Dios que debemos preservar. 

Un lobo, una cabra y una col


Este escrito lo hice en un tiempo en el que el dolor no me dejaba respirar. 

Un lobo, una cabra y una col

Mi padre, a veces, para probar nuestro ingenio, nos proponía enigmas y acertijos. Recuerdo que muchos los acertábamos enseguida, pero alguno se nos resistía, y nos costaba dar con su solución. Hubo uno en concreto que nos tuvo pensando y repensando bastante rato: fue aquél del barquero que tenía que transportar, de uno en uno, una col, una cabra y un lobo de una orilla de un río a otra. Se trataba de averiguar en qué orden los tenía que pasar, sabiendo que, caso de estar juntos en algún momento, el lobo se comería la cabra y la cabra la col. Por supuesto, al fin lo resolvimos.
Tengo una fotografía en la que estamos las tres hermanas mayores con cara de meditadoras. Aunque es cierto que es nuestra cara habitual (buena prueba de ello son las arrugas que tenemos en el entrecejo), ¿por qué no creer que esta foto se hizo cuando estábamos intentando resolver el problema anterior?

domingo, 2 de abril de 2017

El libro rojo


Las tapas del libro eran rojas como la sangre y el arrebol; y como también eran suaves, invitaban a acariciarlas. La autora lo había colocado encima de una mesa, y cada vez que lo veía, experimentaba el deseo de cogerlo entre sus manos y mirar en su interior.
El libro y la autora habían sido la misma cosa durante el proceso de creación. Pero ahora que el libro iba a salir al mundo, la autora sentía que iba a dejar de pertenecerle; que a partir de ese día, el libro sería de todo aquel que lo quisiera leer.

Tristeza y estrés


Cuando emito una opinión sobre alguien o algo, lo hago siempre resaltando lo bueno y obviando lo malo; excepto que el interesado desee conocer la verdad entera...

Tristeza y estrés

A veces, tengo la sensación de ser un robot. Ocurre cuando tengo muchos quehaceres y todo me apremia. Querer abarcarlo todo va con mi carácter, pero en algunas ocasiones el estrés es tan grande que tengo que decir ¡basta!
Ahora, además, estoy triste porque una amiga no me telefonea. Antes estábamos en continua comunicación; pero en la actualidad, si yo no la llamo, ella no da señales de vida.
Todo viene de cuando me pidió que le diera parecer sobre una creación artística de la que era autora.
-Tengo la máxima fe en tu criterio, me dijo. Dime toda la verdad porque necesito saberla; y yo fui tan tonta que se la dije...
¿Y qué hubiera pasado si la verdad me la hubiera dicho ella  a mí? No lo quiero ni pensar...

Usos y costumbres


Donde voy, procuro hacer lo que veo; pero hay cosas a las que no me puedo someter.

Usos y costumbres

A mí, lo que me sale de dentro es saludar a todo el mundo con un apretón de manos; pero como a muchos los dejo desconcertados con este proceder, a veces sucumbo y doy el acostumbrado par de besos.
En otras ocasiones (poquísimas), doy besos que parecen fuera de razón. Son besos extemporáneos, que cogen desprevenidos a los destinatarios y los dejan sorprendidos y emocionados. Se los doy a aquéllos que logran enternecerme por su dignidad, entereza, fragilidad...
No me sale, cuando me despido de alguien, enviar con él recuerdos a fulano y a mengano; ni, a la hora de comer, desear buen provecho a los demás comensales. En el primer caso, a lo máximo que podría llegar es a enviar saludos en vez de recuerdos;  y en el segundo, mejor me callo.