En mi casa estoy yo, pero es como si no estuviera. Me he convertido en un mueble y he entrado a formar parte del menaje del hogar. Vivo en perfecta simbiosis con el sofá, la mesa, el televisor... Yo los limpio y los cuido con esmero, y ellos me acompañan y me dan seguridad.
Las cuatro paredes de mi casa me protegen del exterior; y cuando tengo que salir (cosa que sucede cada vez menos), me siento desnuda, vulnerable y con mucho frío.
Me paso los días apoltronada en el sofá viendo programas de cotilleo; y es tan grande mi achicamiento y tan enorme el poder perturbador de estos programas, que una vez me dieron hasta convulsiones.
Muchas noches tengo pesadillas. Pienso que vendrán unos hombres vestidos con monos azules, fuerte pelambre y collares de oro, y nos tirarán a todos los muebles al contenedor de la esquina.