miércoles, 9 de noviembre de 2022

LA SIMPLICIDAD Y LA SIMPLEZA--Una lección de estilo

                                                                                                                            Dedicado a J.

Mi amiga Bibiana es un encanto. Combina la sencillez con la ilustración; así que su discurso rezuma simplicidad y carece de simpleza.

Hable de lo que hable, siempre resulta amena. Es indiferente que trate temas trascendentales o el asunto más trivial; en todo momento logra captar la atención de sus oyentes.

Una tarde en la que yo andaba con el ánimo alicaído, me contó cómo iba a ser el vestido que le estaban confeccionando para una boda y consiguió cautivarme.

Con su sonora voz y su desparpajo, me fue enumerando los detalles de un modelo que ella misma había diseñado teniendo en cuenta las características del cuerpo a nuestra edad: que si drapeados para disimular el ensanchamiento de la cintura; que si manga francesa con objeto de ocultar la flacidez de los brazos... ¿El género?  Por supuesto de seda... ¿Los zapatos? Sin duda de tacón. Nos reímos muchísimo. Recuerdo su disertación al modo de una lección de estilo.

Nieves Correas Cantos


LAS SOMBRAS DEL CEMENTERIO Y LOS CERRILLOS DE RASPAS

 Las sombras del cementerio nunca nos atraparon. Pero la adolescencia sí que nos alcanzó; y, cuando lo hizo, nos despojó del candor infantil...


LAS SOMBRAS DEL CEMENTERIO Y LOS CERRILLOS DE RASPAS

I. En mi niñez, los chiquillos y las chiquillas de la calle jugábamos a las mismas cosas. Quizá ellos se abstenían de saltar a la comba y nosotras de empujar las canicas con el dedo; mas las otras diversiones nos entretenían  de manera igual. Además, ningún crío se quedaba fuera del esparcimiento. Todos juntos, en pelotón, cual manada de traviesos canijos, nos dejábamos caer por los montículos de escobajo; explorábamos las cuevas en las que se cultivaba champiñón; e, interceptando la luz, proyectábamos nuestras figuras sobre las paredes de los zaguanes...

II. Sin embargo, la aventura más apasionante de todas las que emprendíamos era la excursión al cementerio la antevíspera de Todos los Santos. Entonces sí que experimentábamos miedo de verdad... Íbamos al anochecer; con la intención de desafiar a las sombras de los muertos que en ese momento deambulaban por allí. Después, una vez hecha la provocación, volvíamos corriendo a la villa con ellas persiguiéndonos de cerca. Aunque las imágenes espectrales, acaso por ser etéreas, jamás lograron cogernos...

III. La que sí consiguió atraparnos fue la adolescencia. En el tiempo en que llegó,  abandonamos la costumbre de entrar en las grutas de hongos; también de tirarnos por los cerrillos de raspas... Y los fantasmas del camposanto dejaron de interesarnos... 

En esos instantes, los que volaban detrás de nosotras eran nuestros compañeros de juegos; empero no con el ánimo de darnos empujones, sino de agarrarnos con los brazos. La actitud de unos y otros cambió; nos empezamos a ver de modo diferente...

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LA CORPOREIZACIÓN DE LAS PALABRAS

 Sé que lo que voy a contar es difícil de creer, mas afirmo que es verdad. Una vez, vi salir una palabra de la boca de un hombre. Y cuando digo que vi salir una palabra, me refiero a que la percibí con los ojos; no con los oídos ni con la imaginación. 

El vocablo divisado fue “viripotencia”; una voz hasta ese momento ignorada por mí.

Recuerdo que el término corporeizado presentaba una forma fálica; y, también, que la hendidura oral por donde apareció tenía arriba un pomposo mostacho y dentro varios dientes de oro. Piños áuricos que con certeza añadieron fulgor al insólito espectáculo...

El episodio que acabo de narrar lo viví durante el tiempo que estuve escuchando una plática entre dos varones. En dicha conversación, el dueño de la dentadura resplandeciente le manifestó a su interlocutor que a Benito, el huevero, le faltaba viripotencia. Como yo entonces desconocía el significado de tal palabro y no tenía ni idea de quién era Benito, no pude saber si el de las muelas amarillas llevaba razón. Aunque lo que sí pensé fue que la expresión “viripotencia” tenía muchas connotaciones... y así sucedió que se hizo imagen.

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DE HORIZONTES Y CÉFIROS

 I

Cuando arribé por primera vez al pueblo donde habito, me pareció tan hermoso y con un cielo tan azul que en el magín se me representó como un zafiro. Deambulando por sus calles me percaté de que soplaba una brisa que acariciaba el cuerpo  y espoleaba el espíritu; y fueron estas dos cosas, horizonte y viento, las que me cautivaron y me han mantenido atada durante años a semejante lugar.

II

Pero ahora tengo ganas de cambiar de residencia. Dejar el municipio zafirino y lanzarme a descubrir otros espacios que me puedan seducir. Experimentar las virtudes de lo nuevo...

III

Verdaderamente tendría que haberme ido hace tiempo; cuando el grueso del paisanaje abandonó el sitio por unas causas o por otras y comenzó el declive. Entonces me figuraba que cada vecino que se alejaba se llevaba con él un trozo de corindón; y la impresión llegó a ser tan fuerte que hasta podía percibir la mengua del tamaño de la piedra y el apagamiento de su maravilloso color...

IV

Aun así no perdí la ilusión, ya que el retorno ocasional de algún ausente me permitió seguir sintiendo su influjo; y también, porque los que se quedaron conmigo y los que fueron incorporándose de manera sucesiva nunca me defraudaron.

V

Mas en la actualidad tengo la sensación de que algo ha sacudido el guindo en el que me encontraba y he aterrizado en la funesta realidad. He advertido que la esencia que me enamoró ya no existe en este entorno. Que aquello que lo caracterizaba y lo hacía tan admirable desapareció; que mi esperanza estaba basada en un espejismo...

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ENTRE EL ESPERPENTO Y LA IDIOTEZ

 Desconozco si estos ataques de risa que me dan algunas veces se deben a mi tendencia a esperpentizar o a que soy idiota; pero, en cualquier caso, siempre que me entran me ponen en un apuro.

Ahora, por ejemplo, me está viniendo uno de dichos accesos y no sé qué hacer. Temo que voy a dar el espectáculo porque no me puedo controlar. Me hallo en una ceremonia de gran solemnidad y justo en este momento las carcajadas pugnan por salir de mi garganta. Mas como cierro los labios y no las dejo aparecer, impetuosas se escapan por los orificios de la nariz provocando unos sonidos muy extraños. Los presentes, personas empingorotadas al máximo, me observan con cara de perplejidad, si no de recriminación; y a mí, al borde del despendole, no cesan de presentárseme tics... ¡Parezco un androide haciendo cosas rarísimas!

Aunque no todo lo que ocurre es malo cuando uno lleva puestas las gafas de ver esperpentos. Advertir los aspectos grotescos de ciertas realidades puede equipararse a tener experiencias psicodélicas de primera magnitud. 

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LOS ESQUIMALES, LOS CHINOS Y LA PRINCESA RESPLANDECIENTE

 En la sesera siempre he llevado dos bolas: la del mundo y la del circo. La primera me ha permitido conservar el interés en la realidad; y la segunda, entregarme al fantaseo. Una y otra me resultan fascinantes; y a ambas hallé cuando era pequeña.

Mirando el globo terráqueo me olvidaba del tiempo. Me ubicaba yo y situaba a los demás. Con la punta del dedo recorría mares y montañas hasta llegar a los lugares donde vivían los seres que figuraban en los libros y en los filmes. Buscaba en qué parte estaban Cuba, Estados Unidos y Rusia porque salían mucho en el periódico debido a un conflicto que llamaban la Crisis de los Misiles. Conocía el emplazamiento del Papa, de los esquimales, de los chinos... Y también descubrí que las islas Canarias no estaban en el lado en el que aparecían en los mapas.

Con la segunda esfera me topé una mañana al volver de la escuela y quedé deslumbrada. Sucedió en el momento en que entré en el circo que había llegado al pueblo por motivo de las fiestas patronales y la vi en medio de la pista. Encima de ella había una mujer en pie y con los brazos extendidos. Vestía un bañador de lentejuelas e intentaba mantener el equilibrio. Me pareció una princesa resplandeciente cabalgando el planeta Tierra...  

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ASÍ SOMOS NOSOTROS... ¡CREO!

 Sobre qué escriben los viejos, pregunta Pucho. Y yo le respondo que los narradores viejos siempre escriben sobre lo mismo; de temas que hieden de tan gastados como están. Batallas sobadas y requetesobadas que a nadie interesan, aunque algunos lectores finjan que sí... Lo propio de plumíferos caducos que no se aventuran a transitar por andurriales ajenos a lo manido; de gente de todas las edades que ha renunciado a estrujarse el magín...

Y luego estamos nosotros: literatos mayores, pero no rancios; Pucho y todos los que pululamos por aquí... Autores honrados y con un gran bagaje experiencial que puede servirnos de fuente de inspiración. Frikis con un deseo irresistible de contar cuentos y patrañas. Idos y venidos que no desistimos de inventar ¡y de estar en vanguardia!

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EL PAÑOLÓN HALLADO

 Hace un rato, buscando una falda negra en el armario, he encontrado un precioso pañolón que no recordaba que tenía. Conserva un color amarillo; y, aunque es más largo que ancho, no cabe denominarlo echarpe.

El toparme con la tela limonada me ha provocado un gran contento por la utilidad que le puedo sacar. En este tiempo otoñizo en el que al amanecer hace frío y durante el día calor, dicho paño se me antoja el complemento ideal para solventar aquesta contrariedad. A primera hora lo puedo lucir alrededor del cuello y, en el mediodía, llevarlo guardado en el bolso. Voy a proceder de semejante manera quizá hasta que pase el veranillo de San Martín.

Mi pañuelo hallado se lo compré en un antaño lejano a un comerciante al que llamaban el de los machos bien apretaos. Recuerdo que el susodicho era admirado por su fortaleza y templanza. Decía que lo primero que había que hacer por las mañanas era atarse bien los machos previendo lo que pudiera suceder...

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EL VARÓN CUITADO - 1965

 En el pueblo en el que vivo me llaman el Varón Cuitado. El remoquete me lo puso un pedante resentido y enseguida hizo fortuna. A mí me disgusta; aunque tengo que reconocer que el apodo se ajusta muy bien a mi apariencia de hombre permanentemente afligido.

La tristeza que causa mi aspecto lastimero viene de no haber sabido encontrar a tiempo mi camino. De haber desperdiciado los mejores años ejerciendo el oficio de barrenero, cuando ésa no era mi vocación. De no dar en el momento oportuno con el escondrijo donde radicaba la felicidad...

Mas en la actualidad, si no radiante, algo ufano sí que estoy. Hace poco, descubrí de manera casual la profesión de manicuro y enseguida advertí que eso era lo que me hubiera gustado ser a mí. Entre tijeras, limas, esmaltes y acetonas noté que me hallaba en mi elemento... Con estos enseres en la mano ahora puedo desarrollar mi creatividad;  convertirme en el máximo hacedor de virguerías ungulares; sentirme realizado. De forma desinteresada corto los padrastros a mis vecinas; les pulo las uñas; se las laco. ¡Y un viajante de pintaúñas me tiene enterado de las últimas novedades!

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DE PAN, ARENQUES Y EMBUTIDOS

 Ayer fue la primera vez que comí bocadillo de ensalada. La acababa de aliñar y se me antojó tomarla de esa manera. Mientras la ingería, me di a pensar en los diferentes tipos de emparedados que había probado durante mi vida y pronto perdí la cuenta. Infinidad de chuscos rellenos de diversos alimentos inundaron mi magín como si fueran globos aerostáticos ocupando el cielo...

En medio de todos ellos sobresalían los bocatas de tomate, aceite y un diente de ajo picado, ¡mis favoritos! También descollaban las rebanadas de pan acompañadas de un arenque; pedazos de hogaza y sardinas prensadas que guardo en la memoria más íntima...

Incluso aparecieron los clásicos sándwiches de jamón y queso que nunca me gustaron demasiado. Y panecillos con una morcilla o un chorizo dentro... ¡ay las morcillas y los chorizos! Sólo con verlos me entraba la basca. No podía con esos embutidos. Los amantes de semejante yantar me consideraban una descastada...

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GUADALUPE SE SINCERA EN LO QUE SE REFIERE A SU MATRIMONIO

 Lo peor ha sido su falta de apoyo; el haberse negado sistemáticamente a erigirse en mi puntal. En la vida cotidiana, cuando he necesitado su aliento, nunca lo he encontrado. El sitio que tenía que ocupar sosteniéndome siempre ha estado vacío. Y es más: en los momentos en los que ha habido que posicionarse, de modo invariable lo ha hecho a favor de fulano, de mengano, o de Perico el de los palotes... de cualquiera, menos de mí.

Al principio, yo esta actitud la veía como una suerte de reafirmación personal. Pensaba que su comportamiento no era más que una forma de hacerse el duro; un intento de reforzar su identidad frente a la mía que debía de resultarle apabullante. Pero después, esa desasistencia que creía temporal trocó en permanente y tuve el convencimiento de que jamás podría contar con él.

Tampoco me cupieron dudas sobre los motivos de su desabrigo; pura y simplemente era porque no me amaba, e incluso diría que aborrecía mi brillantez...

Me he acostumbrado a defender mis causas careciendo del refuerzo conyugal; antes lo aguardaba impaciente, mas ahora ya no lo espero. Sé que es imposible que venga; empero lo echo de menos...

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LAS INFAMES COPLILLAS DE UN AMANTE DESPECHADO

 ¡Será cretino! ¡Pues no ha escrito un poema donde satiriza mi falta de naturalidad! Un coplón destinado a ridiculizarme. Lo ha titulado “El artificio de doña Catalina”; aunque su naturaleza es tal que el epígrafe que mejor lo definiría sería el de “La regurgitación de don Borondón”. Se trata de un bodrio infumable; una pésima composición no apta para mentes cultivadas.

En sus ripiosos versos, el poetastro critica mi sofisticación y la califica de estomagante pose. Dice que la sencillez ha desaparecido de mi vida y que el rebuscamiento desfigura todos mis actos. Se burla de mi afectación y me tilda de esperpéntica...

¡Y pensar que si yo a este sujeto no lo hubiera rechazado cuando me cortejó, ahora lo tendría ensalzando mi elegancia! Pero eso sí, sus textos laudatorios serían tan malos como los denigrativos; los propios de un hombre de corto talento y larga vanidad.

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EL GUARDIÁN DE LOS RECUERDOS-Mi querido memorión

 Este verano, mi amigo Benito, el antiguo alfarero, ha adquirido la condición de guardián de los recuerdos. Y no es que los mandamases pueblerinos lo hayan nombrado para tal cargo al tuntún, ¡qué va! Lo han hecho observando determinadas circunstancias y después de una profunda reflexión.

La realidad es que mi barrero favorito tiene una memoria prodigiosa; una aptitud para retener y cuidar el pasado extraordinaria. Cualquier paisano que se sienta acosado por el olvido puede acudir a él con la certeza de que le ayudará a rememorar.

Independientemente de cómo sublime cada uno lo vivido, Benito siempre fijará la historia con precisión.

Mi querido memorión es versado en remembranzas de los años sesenta del siglo anterior. Es la década que más le gusta. Las cosas que sucedieron entonces se le quedaron grabadas de un modo especial.

En un reciente anochecer estival, mientras degustábamos una copita de absenta en su patio, estuvimos evocando el golpe emocional que nos provocó bailar juntos “Ma Vie” en esa época... ¡Nos hartamos de reír!

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ESPAÑA CAÑÍ

 Tengo muchas cualidades, mas como carezco de gracia, ninguna me permite resplandecer. Mi insulsez es aplastante; no sé a nada. Me asemejo a esos arroces hervidos que sólo con aparecer en el plato causan depresión.

Cuando me siento insegura, que es siempre, sueño con una escuela de donaire a la que acudir y con un gentil profesor que me elegantice. En mi psicodélica fantasía, me imagino entrando en dicha academia como pavisosa y plúmbea y saliendo hecha un encanto; con todas mis prendas al descubierto...

Tendrían que enseñarme a caminar con garbo. Yo he intentado aprender andando por el pasillo de mi casa al son de “España Cañí”, pero no lo he conseguido... También creo que me favorecería un corte de pelo parecido al que lleva Lucía Bosé en la película “Muerte de un ciclista”... 

Necesitaría que me insuflaran desparpajo, ¡grandes dosis de desparpajo! Desenvoltura escritural, oral, gestual y de todo tipo. Sal, sal, sal...

A veces pienso que lo mejor sería convertir mi sosería en atractivo; mi insipidez en sugestión... aunque desconozco el modo de hacer eso.

Nieves Correas Cantos 


CEDER EL PASO

 El otro día, harta de tener que ceder siempre el paso a los demás, me planté y dije ¡basta! Sucedió en una calle de la ciudad, cuando caminaba por mi derecha y me crucé con una fémina que venía en dirección contraria. Como ni ella ni yo hicimos ademán de apartarnos, quedamos detenidas frente a frente; sin hablarnos y lanzándonos miradas desafiantes. Y en tan grotesca situación permanecimos hasta que un transeúnte convenció a mi antagonista de que depusiera su actitud porque el derecho estaba de mi parte.

La mujer al fin se desvió, mas lo hizo profiriendo insultos; llamándome gilipollas y otras lindezas por el estilo. Y yo quiero decirle a esta persona que ninguno de los epítetos que me dedicó me son aplicables. Que mi acto de rebelión ante la mala educación no fue frente a la suya particularmente, sino también contra la de tantos y tantos con los que me encuentro cada día...

Mi hastío es infinito. Yendo siempre por mi lado, estoy cansada de tener que retirarme de mi camino para dejar que pasen quinceañeros que invaden la acera y parece que no me ven; u hombres fornidos y más jóvenes que yo; frescales en general; canes con dueños inciviles... Y lo mismo da que me vean cojeando; empujando el carrito de mi nieta o cargada como una bestia.

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LA NOSTALGIA CITADINA

 En este final del estío me acuerdo mucho de Alonso, un buen amigo que ha decidido quedarse a vivir permanentemente en el pueblo. Tan resolutivo ha sido su proceder que se ha desprendido de su morada en la urbe y ya figura en el padrón municipal. Y todo ha ocurrido por efecto de una experiencia que tuvo a primeros de agosto. Algo de tipo místico que le sobrevino en las postreras horas de un día, mientras tocaba el clarinete en el patio de su casa.

A mí, el comportamiento de mi allegado me parece una temeridad, por no decir un disparate. Creo que, antes de ejecutar su intención, tendría que haber sopesado los pros y los contras de abandonar la ciudad y establecerse en la villa... aunque ¡quién soy yo, con mi natural osado, para aconsejar prudencia!

En cualquier caso, a mi compadre le deseo lo mejor. Que, cuando todos los veraneantes se hayan ido y el amanecer y el anochecer parezcan tocarse, no se sienta invadido de soledad y nostalgia citadina. Espero que la mucha quietud que se respira en el campo sea siempre para él viento que lo acaricie y no losa que lo aplaste. Que en las noches mágicas en las que interprete “Pequeña flor” se pueda percibir su dicha y no su disgusto...

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DE VACAS Y FLORES

 Cuando Aurora se despertaba, lo primero que hacía yo era hablarle de la vaca Nicolasa. Sí, de esa bóvida pintada por Andy Warhol que colgaba de una pared de su habitación y que tanto la atraía. Se me ocurrió llamarla Nicolasa no sé muy bien por qué; pero a la pequeña pareció gustarle el nombre y las historias que inventaba sobre ella...

Le contaba que la res había invitado a sus amigos rumiantes a merendar en el prado; una tierra en la que además de yerba, crecían flores como las que figuraban en otra reproducción de Warhol colocada al lado de la del animal bovino... 

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ÉRASE UNA MUJER A UN PERICÓN PEGADA

 En este verano tan tórrido, no he podido prescindir del abanico. El instrumento en cuestión se ha convertido en la prolongación de mi mano; y, como es muy grande y llamativo, el aspecto que ofrezco es el de una mujer a un pericón pegada.

Mi ingenio refrescador tiene el color rojo de las brasas; el emblema de la pasión y de mi carácter. Sus recias varillas son de lo más adecuadas para ejecutar un perfecto abaniqueo; con un efecto vendaval que resulta extraordinario. También me sirve el ventalle para arrearle buenos abanicazos al sofá cuando quiero quitarle el polvo... e  incluso lo utilizo como protector solar, ahuyentador de insectos y rascador de piel.

En las pocas ocasiones en las que no guardo el abano al final de mi extremidad, noto que me falta una parte necesaria; tengo la sensación de estar manca...

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LA MUTANTE VISAJERA

 Durante el tiempo que mi nieta permaneció con nosotros en el pueblo, estuve haciendo tonterías sin parar; lo que se dice niñeando ininterrumpidamente. Obviando mi adultez, me di a ejecutar monerías y aspavientos de una manera desaforada; toda yo fui puro ademán... En algunos momentos creí que nunca podría recuperar mi condición de desarrollo; que, con tanto hacer cosas impropias de una persona formal, acabaría convertida en una especie de mutante visajera. Y es que a la pequeña le chifla verme gestear; y, para mí, su disfrute es el mayor impulso.

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