miércoles, 31 de octubre de 2012

Cuarta carta: Arrear un mamporro

Querida madrina: Este curso en la escuela hay un maestro nuevo que se llama don Rogelio. Los alumnos le tenemos mucho miedo porque siempre nos está castigando. El otro día, como mi primo Pedro no supo resolver el problema que había puesto en la pizarra, le arreó un guantazo que por poco lo tira al suelo. Mi primo empezó a llorar, y se tuvo que sentar en una silla porque se mareaba; después le dolía mucho la cabeza. A otro compañero le reventó la nariz de un bofetón, y para cortarle la hemorragia tuvieron que echarle agua fría en el cogote. Si no nos sabemos la lección nos da palmetazos, y como alguien retire la mano cuando ve venir la palmeta, ata su brazo al sillón y se los da con más saña. A los que pilla hablando en clase, los pone en medio del aula de pie, con los brazos en cruz, una pierna encogida y libros gordos en las palmas de las manos. Así tienen que permanecer hasta que a don Rogelio le parezca; y si apoyan los dos pies en el suelo o se les cae algún libro antes de ese momento, les da con la regla en las corvas. Pero lo peor de todo fue cuando encerró en un armario empotrado que hay en la clase (y en el que apenas cabe una persona) a un niño tartamudo que se llama Pablo. Era terrible oírlo aporrear la puerta y gritar como loco: tanto que su mejor amigo, que es muy valiente, cogió un tuero del capazo de la leña y le dijo a don Rogelio que si no lo sacaba inmediatamente lo descalabraba de un golpe. Cuando Pablo salió tenía los ojos desorbitados y una angustia inmensa. Don Rogelio amenazó al rebelde con llamar a sus padres y expulsarlo, pero los días fueron pasando y no hizo nada. Yo creo que le ha cogido miedo, porque no ha vuelto a castigar a Pablito. Bueno, me voy a hacer los deberes porque ya sabes como se las gasta don Rogelio.

sábado, 27 de octubre de 2012

Tercera carta: La aljofifa de la Oliva

¡Hola prima! El Tomás, el hijo de la Mostrenca se ha casado con una muchacha de Cádiz que se llama Oliva. La conoció cuando hizo la mili en San Fernando y han sido novios seis años. Como se han venido a vivir a la casa de enfrente, hemos entablado amistad, así que voy a decirte algunas cosas de la gaditana: es muy apañada, y con el mismo arte que hace bolillos enjalbega la fachada; su especialidad culinaria es el atún encebollado; se ha hecho ella todo el ajuar; y ha estado dos veces en Tánger. También te diré que su habla es diferente de la nuestra; y no me refiero sólo al acento y al ceceo, sino a las palabras que usa. Ella, por ejemplo, a fregar el suelo lo llama aljofifar, y a la bayeta aljofifa; a la comida le dice almuerzo; y nunca dice vosotros sino ustedes. Lo que sí hace igual que los de aquí es comerse las letras al hablar. Y por último, como supongo que su nombre te resultará tan chocante como me resultó a mí, te aclaro que se lo pusieron porque en su pueblo la Virgen de la Oliva es la más venerada. Ya te contaré más cosas. ¡Un abrazo!

domingo, 21 de octubre de 2012

Segunda carta: Las tres joyas

Querida amiga: Este año las vacaciones las estoy pasando en el pueblo, en la casa de mi abuela. Me he echado tres amigas que se llaman Catalina, Isabel y Consuelo. Me ajunto con ellas porque son muy simpáticas y divertidas. Su padre es el boticario del pueblo, y viven en una casa muy grande. Catalina, la hermana mayor, recorre la casa todas las noches buscando fantasmas, y ha oído los toques de San Pascual Bailón anunciándole su próxima muerte. Isabel, la de en medio, también se levanta por las noches, pero ella lo hace para registrar la biblioteca. En los estantes de arriba ha descubierto unos libros que pertenecieron a su abuelo, que era médico, que la tienen fascinada; sobre todo uno que se titula “Desviaciones sexuales”. Me ha prometido que en cuanto sus padres se vayan de viaje me lo enseñará. La pequeña, Consuelito, tiene un carácter terrorífico; cuando se enfada, parece que esté endemoniada. Es aficionada a hacer mejunjes, y si te ofrece uno y no te lo tomas, coge el botijo y, soplando por la boca, te cala con el agua que sale por el pitorro. A las tres les chifla el jarabe Calcio 20 y las pastillas Juanola; andar por encima de la tapia que cerca el patio y descolgarse por las paredes; engañar a los forasteros haciéndoles creer que las cagarrutas que les presentan en un plato para que cojan son exquisitas olivas; y darse al oscurecer una vuelta por el cementerio. Les fascina Joselito y el embrujo de sus ojos, y por eso disfrutan tanto siempre que en el cine echan una película suya. Quizá la gente piense que mis amigas son un poco raras, pero a mí me gustan y me lo paso bomba con ellas.