Hay que procurar escribir cada día. No es preciso que sean quince líneas; con que los renglones tengan sentido basta con tres. Éste es el consejo que, reiteradamente, doy a la gente madura; mi matraca escritural.
Reconozco que mi sugerencia tiene escasa aceptación entre quienes nunca han plasmado una idea en el papel; pero yo no cejo. Cuando consigo convencer a alguien de que coja lápiz y cuartilla, toda mi insistencia la doy por bien empleada.
A mis sufridos escuchantes les digo que, para estrenarse como narradores, quizá es mejor hacerlo con algo que tenga argumento. Pero ésta es mi modesta opinión y cada uno puede empezar como se le antoje.
Yo ahora estoy en una fase en la que, más que contar realidades, lo que me apetece es partir de ellas e idear. Coger una lista de la compra, por ejemplo, y convertirla en un escrito apasionante y cautivador; o séase lo que en román paladino se diría hacer prodigios.