miércoles, 20 de mayo de 2015

Comida en Barcelona. Crónica de urgencia.


Queridos compañeros de mesa: he dicho que no iba a escribir sobre el encuentro, pero no puedo resistir la tentación. De todas maneras, Pucho lo explicará mejor que yo.
Alborada:
Esta mañana, al levantarme, me miré en el espejo y me encontré horrible. El bajón de ánimo que sufro desde hace días, unido a mis muchos años, me había estragado la cara. Los carrillos los tenía flácidos; los ojos tristes y sin luz; y toda yo estaba marchita.
Como al mediodía había quedado con los amigos de Post55, no era momento de recrearme en mi desgracia. Tenía que aparecer ante ellos lo más glamurosa posible; así que, con gran decisión, me puse a repasar mi humilde ropero. Tenía que encontrar un atuendo que diera a mi rostro luz y color, y que encima fuera cómodo y fresco. Después de combinar en mi cabeza diferentes prendas, me decanté por una falda azul marino y una camisa blanca. Me acicalé con pintalabios y kohl, me puse el anillo bueno y así, toda peripuesta, me encaminé a la Plaza de Cataluña.
 Atardecer:
La reunión ha sido agradabilísima: a Pilar y a Lucía ya las conocía, pero a Pucho y a Alicia no. Esta última me ha parecido dulce y cariñosa, y de Pucho no voy a opinar por el momento. Es un personaje fascinante y contradictorio, que a ratos te encandila y a ratos te enerva, así que necesito más tiempo para conocerlo. Eso sí, ha tenido el detalle de regalarnos una rosa a cada una de las féminas, y de invitarnos a todos a un piscolabis.
Y ahora amigos, me recojo hasta la semana que viene.
¡Adiós!

martes, 19 de mayo de 2015

Expiación


Los días en que Luevi estuvo aquí, fui incapaz de comunicarme con ella, y no estuve a la altura de las circunstancias.
En mi descargo he de decir que esos días la mitad de mi corazón estaba en Inglaterra y que toda la atención la tenía puesta allí; que temía importunarla porque ella estaba con su familia; y que siento terror de coartar la libertad de los demás, quizá porque soy muy celosa de la mía.
En resumen, que Lucía estuvo en Barcelona y que, salvo el primer día, yo no estuve con ella; que siento remordimiento; y que espero resarcirla la próxima vez que venga.

sábado, 16 de mayo de 2015

Pura literatura. Así fue mi primer beso.


Yo siempre he sido dual: avanzada de ideas y cándida de conducta. En la Universidad, por ejemplo, epataba a mis amigos con mi discurso progresista y liberal, y sin embargo, ellos eran duchos en prácticas en las que yo aún no me había iniciado.
Un día, en clase, conocí a un costarricense delgado como un junco y de nombre bíblico. Enseguida nos hicimos amigos porque era simpático y cordial, y porque su visión del mundo se asemejaba a la mía. Nos hicimos confidencias, y al enterarlo de que nunca me habían besado, se sorprendió y se ofreció a remediar rápidamente mi carencia. Yo me negué porque sentía reserva y miedo, pero fue tan perseverante y tuvo tanta paciencia que al final me convenció. Nos fuimos a un cine donde echaban una película de Ingmar Bergman; y aquella tarde, rozando mis labios con los suyos una y otra vez, mi amigo hizo desaparecer para siempre la sombra de mi ignorancia. Me adentró en un universo de sensaciones desconocidas, y todo fue tan mágico y fácil que acabé deslumbrada y muy feliz. Aquella fue una de las mejores experiencias de mi vida, y aunque hubo otras tardes de cine, ninguna como la primera.
Poco tiempo después, en el pasaporte de A..., vi su fecha de nacimiento. Al percatarme de su edad comprendí que aquello era imposible, y entonces dejé de verlo.