Queridos compañeros de mesa: he dicho que no iba a escribir sobre el encuentro, pero no puedo resistir la tentación. De todas maneras, Pucho lo explicará mejor que yo.
Alborada:
Esta mañana, al levantarme, me miré en el espejo y me encontré horrible. El bajón de ánimo que sufro desde hace días, unido a mis muchos años, me había estragado la cara. Los carrillos los tenía flácidos; los ojos tristes y sin luz; y toda yo estaba marchita.
Como al mediodía había quedado con los amigos de Post55, no era momento de recrearme en mi desgracia. Tenía que aparecer ante ellos lo más glamurosa posible; así que, con gran decisión, me puse a repasar mi humilde ropero. Tenía que encontrar un atuendo que diera a mi rostro luz y color, y que encima fuera cómodo y fresco. Después de combinar en mi cabeza diferentes prendas, me decanté por una falda azul marino y una camisa blanca. Me acicalé con pintalabios y kohl, me puse el anillo bueno y así, toda peripuesta, me encaminé a la Plaza de Cataluña.
Atardecer:
La reunión ha sido agradabilísima: a Pilar y a Lucía ya las conocía, pero a Pucho y a Alicia no. Esta última me ha parecido dulce y cariñosa, y de Pucho no voy a opinar por el momento. Es un personaje fascinante y contradictorio, que a ratos te encandila y a ratos te enerva, así que necesito más tiempo para conocerlo. Eso sí, ha tenido el detalle de regalarnos una rosa a cada una de las féminas, y de invitarnos a todos a un piscolabis.
Y ahora amigos, me recojo hasta la semana que viene.
¡Adiós!