sábado, 17 de noviembre de 2012

Sexta carta: El bachillerato



Queridos tíos:

Aquí en el pueblo casi todos los bachilleres estudiamos en la academia “Cimas Nevadas”. El cuerpo de profesores de este centro lo forman Don Bernardo, que es el director; su primo, Don Manolo; y su mujer, Doña Abundia. Don Bernardo enseña las asignaturas que él considera de más entidad; Don Manolo las medianas; y Doña Abundia las “marías”. Don Bernardo tiene un humor muy cambiante: en un momento pasa de estar exultante y cantando canciones patrióticas a tener el ánimo por los suelos y enmudecer. Además, cuando lo exasperamos porque no nos sabemos la lección, se da coscorrones contra la pared pidiéndole a Dios que nos perdone porque no sabemos lo que decimos. Don Manolo es un maestro corriente; y Doña Abundia es paciente, dulce y apocada. Por lo bien que utiliza el punto y coma en sus escritos (cartas y demás), lo más probable es que ella sea la más inteligente y culta de los tres, pero su talento no lo puede demostrar porque su marido ha dispuesto que solamente se encargue de las clases de Labores y Gimnasia Femenina.
A mí, la asignatura que menos me gusta es la de costura. No distingo la batista del hilo, ni el raso del tafetán; y soy incapaz, por mucho que me esfuerce, de hacer bien el pespunte, el hilván, la vainica o los bodoques. Mis ojales, por ejemplo, parecen perdigonadas.
Las clases de gimnasia (sueca) las chicas las damos dentro de la academia. Vamos vestidas con la ropa y el calzado que llevamos por la calle; y Doña Abundia nos dirige los ejercicios ataviada con su falda de tergal, su rebequita de punto y sus zapatos de medio tacón. Para el examen es obligatorio el uso de uniforme: falda tableada azul, pololos, zapatillas y blusa blanca. Los chicos en cambio hacen la gimnasia en el patio. Corren, saltan el plinto, hacen el pino y de vez en cuando Don Bernardo y Don Manolo se los llevan de excursión al campo.
Bueno, en la próxima carta ya os contaré más cosas sobre mis actividades escolares.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Quinta carta: Material averiado

Querido diario: En mi juventud tuve un novio de aquí del pueblo llamado Pepe. No llegamos a casarnos porque, al cabo de nueve años de relación, él se prendó de una forastera y me dejó. Años después, Pepe murió totalmente carbonizado en un accidente horrible, pero esa es otra cuestión. El término del noviazgo me traumatizó muchísimo porque, aparte de mis sentimientos hacia él, estaba el hecho de que mi proyecto vital se reducía a casarme y tener hijos. Dejar de tener a mi ex en la cabeza viviendo en el pueblo era prácticamente imposible, y rehacer mi vida también. Lo primero porque lo veía casi cada día montado a caballo o con su nueva novia (mi corazón se derretía o se moría de dolor); y lo segundo porque aquí, a las mujeres que habían tenido novio, se las consideraba “material averiado”, y era muy difícil que algún hombre desafiara a la opinión pública enamorándose de ellas y pretendiéndolas. Cuando sucedía tal cosa, la hombría de esta persona se confundía con debilidad, y su proceder no suscitaba admiración, sino desprecio. En aquellos tiempos la gente tenía muchos prejuicios, y la presión social era insoportable. Durante un tiempo sopesé la idea de irme a la capital y ponerme a trabajar, pero no me decidí porque lo único que sabía hacer eran las faenas de la casa y bordar; y eso, lejos de mi familia, sólo me aprovechaba para ponerme a servir. También me quedé porque albergaba la esperanza de que mi ex se cansara de la otra y volviera conmigo, cosa que no sucedió. Los años han ido pasando y yo ya soy mayor. Me quedé para vestir santos y en todo el contorno me reconocen por mi característica permanente y por mi olor a flores (en el patio tengo un lilo). Combato la soledad, la vacuidad y la monotonía de mi vida con copitas de anisete, la radio y “Agua del Carmen”, y de vez en cuando pienso en lo que pudo haber sido y no fue. En cuanto a la mentalidad de la gente del pueblo, no ha cambiado en todos estos años; siguen teniendo la línea del horizonte (física y metal) en la pared de enfrente de su casa.