sábado, 25 de octubre de 2014

Hablemos de cine


Hay películas que no me canso de ver; como por ejemplo, “Un hombre y una mujer”. Esta película me encanta: la estética, la música, los actores…todo. Anouk Aimée es interesantísima, y Trintignant, el súmmum del atractivo. Ver a este hombre echando humo sin parar (fumando); conduciendo coches de carrera; mostrándose duro y tierno a la vez… como dirían Carlos Mejía Godoy y Los de Palacagüina, me sulibeya.
“Picnic” y “La Colina del Adiós” también me gustan mucho. En la primera, el baile que ejecutan William Holden y Kim Novak me parece electrizante; y en la segunda, la química que se establece entre el susodicho y Jennifer Jones es bestial.
También reveo con mucha frecuencia (y qué nostálgica me ponen) “Dos en la carretera”, “Tal como éramos”, “Hojas de otoño”, “Anónimo Veneciano”, “Verano del 42”…
Y hablando de actores, Morgan Freeman y Clint Eastwood están de miedo. Con el segundo me pasa una cosa muy curiosa; y es que, de joven, me parecía hortera con ese tupé, y ahora, a medida que se va haciendo mayor, más me gusta.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Cesarina y el alcohol


Cesarina no prueba el alcohol porque le gusta demasiado. De joven, en las fiestas, se tomaba algún que otro lingotazo para desinhibirse; y en su casa, los domingos y las fiestas de guardar acompañaba la comida con champán. De recién casada hizo un periplo por Andalucía. Disfrutó del gazpacho y la sangría; y en algún lugar, le supo tan a gloria la libación que pidió la receta al camarero. Cuando estuvo en París, se hartó de cerveza; y en Begur, pasó atardeceres de completo bienestar tomándose un pastel de chocolate y un combinado.
Lo que previno a Cesarina sobre los peligros del alcohol y la tuvo unos años sin beber fue la sensación que experimentó un día de verano en Cádiz al tomarse una cerveza helada estando muerta de sed. La sensación fue alucinante y la dejó en estado psicodélico (su recuerdo aún perdura en la mente de Cesarina).

Hace un tiempo, cuando empezaron a menudear sus visitas al pueblo, Cesarina retomó su afición a la bebida. Un chupito de vino dulce era el complemento perfecto cuando se sentaba con su marido a la vera de la lumbre. Pero otra vez, la excelsa euforia que le provocaba el alcohol unida a la facilidad con que luego se dormía y a que cada día le apetecía una dosis mayor, la llevaron al convencimiento de que era mejor dejarlo para siempre… O al menos de momento.

jueves, 2 de octubre de 2014

El tiempo en que tuvimos que ver


El tiempo en que tuvimos que ver estuvo lleno de canciones de Chavela Vargas; de confidencias y de quereres; de tabaco negro y Coca-Cola; de mi anhelo por escapar de un ambiente familiar que me asfixiaba; de clases y prácticas; de mi vehemencia y tu templanza; de viajes en tu Seat 600; de tardes de comunión perfecta en la playa de Castelldefels…
Cuando acabamos la carrera, me pediste que nos casáramos y que me fuera contigo al país sudamericano de donde eras oriundo, pero yo me negué. Entonces el matrimonio me parecía una institución convencional y alienante, y mi ansia de libertad me empujaba a no ceñirme a nada ni a nadie.
Perdimos el contacto, y ahora, después de cuarenta años, he sabido de ti. Ha sido hace un rato, rastreando Internet. He descubierto que te has muerto y, por cuanto me llevabas en la memoria, yo también me he muerto un poco. He sentido que por más que te necesitara ya no podría tenerte; y también he pensado en lo distinta que hubiera sido mi vida de haber aceptado tu proposición.