Aquel opúsculo anónimo que tanto ruido produjo en el pueblo de Esperezarse lo escribí yo. Debió de suceder por los años de 1960. Recuerdo que después de hacerlo a mano, lo pasé a maquina con papel carbón; y que, luego, distribuí las copias por lugares estratégicos para que todo el mundo lo leyese. Se trataba de una sátira destinada a poner en ridículo al marido de mi profesora de violonchelo: un ricacho prepotente y sin educación que continuamente la humillaba.
Como el zafio solía recrearse en su zafiedad, a la obra la llamé “Don Patán de la Patanería”; y de subtitulo le puse “La sibila y el adoquín”. Me gustaría añadir que tan inflamada estaba cuando pergeñé la composición que ¡hasta hice una parte en verso!
Y es que yo quería mucho a esa mujer menuda y vestida siempre con faldas de tergal que me enseñaba a cultivar el espíritu...
Nieves Correas Cantos
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