Elvira y Faustino se
establecieron en un pueblo cercano a la aldea de donde provenían y empezaron su
vida de casados. Al principio fueron muy felices. Elvira reverenciaba a su
marido (lo dicho por Faustino era ley), y éste le correspondía con cariño y
respeto. Económicamente se defendían; y gracias a Elvira no les costó
integrarse en el nuevo vecindario.
Valiéndome del título de la
película, diría que aquéllos fueron días de vino y rosas para la pareja.
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