En los años siguientes, Faustino y Elvira tuvieron tres
hijas a cuál más bonica. Les pusieron Paz, Amor y Luz cumpliendo con la abuela
paterna, que llevaba los tres nombres a la vez.
Faustino, como en el pueblo no ganaba lo suficiente
para mantener a la familia, se fue a la Costa del Sol a trabajar en la
construcción; y Elvira se quedó en el pueblo al cuidado de todo. Apañada como
era, tenía tiempo para llevar la casa, criar a las hijas, cotillear con las
vecinas y ayudarlas cuando habían menester.
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