De todas las cosas que he hecho
este verano, la más enriquecedora ha sido escuchar a la gente del pueblo donde
he pasado las vacaciones. Como yo no vivo allí, mis visitas juzgaban
innecesario guardar las apariencias, así que se explayaban conmigo. Habituada
al trato superficial y rápido que se suele tener con los vecinos en la ciudad,
al principio me sorprendí de que me expusieran su intimidad de esa manera.
También temí no estar a la altura porque no sabía qué decir para animarlos;
pero, cuando al cabo de algunas confidencias me percaté de que mis visitas no
me querían como conversadora sino como escuchadora, ya no me importó que mis
comentarios fueran más o menos acertados. Entonces me relajé y dejé que me
siguieran contando.
domingo, 1 de septiembre de 2013
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1 comentario:
Mi madre también lo dice, a la gente le gusta que les escuches. Además, así luego nos puedes poner a los demás al día de todas las habladurías del pueblo!
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