viernes, 6 de septiembre de 2013

Cara a cara


Aunque la recordaba larga como una espingarda y la mujer que le abrió la puerta era rechoncha, Isabel supo en cuanto la vio que esa mujer era Paquita. La certeza se la dieron sus ojos, azules y fríos como el hielo. Las antiguas amigas se cayeron fatal, pero como ambas estaban curtidas, disimularon, se saludaron con la mejor sonrisa y pasaron adentro.

1 comentario:

http://marcelo.blogspot.com/ dijo...

Es un texto escueto pero elocuente. Refleja como el destino nos forja aún a nuestro pesar y acabamos siendo completos desconocidos hasta para nosotros mismos.