miércoles, 13 de noviembre de 2013

La casa de Begur


Unos días antes de que la derruyeran, entré por última vez en la casa de Begur. Lo hice llena de nostalgia porque allí transcurrió mi juventud, y porque la mayoría de las personas que estaban a mi lado entonces han desaparecido. Mis padres han muerto; mis hermanos formaron sus propias familias; y con amigos, quereres y demás fui perdiendo el contacto a lo largo de los años. Anduve por todas las habitaciones reviviendo el pasado, y en cierto momento (no sé si debido a la emoción o a un chupito que me había tomado), comencé a levitar. Suspendida en las alturas, observé cómo los fantasmas de la casa cobraban realidad e iniciaban una representación de momentos de mi vida. Me vi, cuarenta años atrás, cenando con mi familia en Nochebuena; encontrando a mi tía a punto de insolarse el día que se quedó encerrada en la terraza; escuchando las historias de mi abuela; registrándole la maleta a un huésped mientras mis hermanos lo entretenían en el jardín; bailando con el barbudo que me epató declarándose agnóstico; y en los brazos de Ramón el día que vino a vernos.

1 comentario:

http://marcelo.blogspot.com/ dijo...

Es un relato interesante, al estilo de García Marquez. En efecto, los recuerdos más bonitos son los más cotidianos!!