martes, 7 de mayo de 2024

UN ANTRO DE PERDICIÓN-El jovenete Perico y su deseo de saber

 Cuando le pregunté al cura qué era un antro de perdición, el muy sibilino no me respondió lo que conocía del tema. Pero lo que sí hizo fue darme un capón, llamarme hereje y obligarme a rezar tres padrenuestros.

Tampoco el maestro, don Wenceslao, satisfizo mi curiosidad. En su caso, se limitó a arrearme un mandoble con toda la mano abierta y a ponerme diez raíces cuadradas y cinco quebrados como deberes extras.

Ni por supuesto mi tía abuela Margarita aclaró mis dudas. Ante mi deseo de saber qué significaba dicho concepto, recuerdo que a la pobre por poco le da un vahído. Entre aspavientos y santiguos comenzó a exclamar: ¡Bendito sea Dios! ¡Bendito sea Dios!, cual si estuviese poseída... 

Al final, fue un marinero de Barbate el que puso luz en mi entendimiento. Y no sólo me explicó lo que quería decir “antro de perdición”, sino que también me contó que al  cabaré Pay-Pay de Cádiz los santurrones del pueblo lo llamaban así. 

Nieves Correas Cantos

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