Mis amigos se desenvolvían mejor en la pista de la discoteca; pero yo, donde más perdía el encogimiento era en la barra. Acodado en ella me sentía hasta atrevido. Con mi aire de tristeza y un cubalibre en la mano, eran muchas las chicas a las que conseguía impresionar...
Sin embargo, a la mujer de mis sueños nunca logré conmoverla. Parapetada tras un manto de altivez, la susodicha siempre reaccionaba a mis ardientes requerimientos dirigiéndome una mirada de desdén. Y era indiferente que en el momento de mi arrimo estuviera cantando Adamo, Matt Monro o Aznavour... Ni siquiera el día en que sonó “Dio, come ti amo” de Domenico Modugno vi que cediera su armadura...
Nieves Correas Cantos
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